Las ascuas de un incendio y sus sardinas
Como ocurre con los expertos en macroeconomía, los analistas de la nueva reconfiguración geopolítica o los doctores en planes de vivienda, además de los candidatos a premio Nobel del Palestinalibre que abundan en las redes sociales, en este fin de semana han adquirido cuerpo intelectual y presente los peritos de siniestros en monumentos patrimoniales.
Desde bien temprano, cuando alguien grabó un vídeo con las primeras llamas que salían sobre el tejado de la Mezquita Catedral – ese visitante anónimo que se encuentra con el marrón y tira de móvil- hubo quien exigió primeras planas nacionales hechas desde Córdoba, cinco cámaras de Canal Sur La Nuestra en vivo desde la azotea del Bar Santos, como mínimo, tres redactores de Andalucía Directo preguntándole a los bomberos qué estaban haciendo exactamente («Mira Carmen, ahora estamos compartimentando el incendio para que no se propague a las capillas anexas ni a tu micrófono») y a los directores de los periódicos regresados ipso facto (inmediatamente) de Isla Antilla o El Morche para que escriban la crónica y el análisis in situ (en el mismo lugar de los hechos) de lo que estaba ocurriendo en ese viernes de un agosto español a las nueve y pico de la tarde noche cuando la mayoría de los humanos que coinciden físicamente en la península e incluso en nuestras islas están siendo despertados de la siesta por el pincel de un arqueólogo o recuperándose de las consecuencias de un largo y merecido tardeo.
«Que nos lo cuenten todos esos periodistas, a ver dónde están esa panda de vagos» parecían bramar desde sus hamacas piscineras o habitación onanista de soltero los receptores hambrientos de actualidad que ya habían probado la sangre del suceso gracias a los influencers palurdos y ociosos que creen practicar el periodismo ciudadano. La verdad es que allí se dieron cita de manera pronta la mayoría de los redactores y redactoras que se hallaban de guardia -viernes noche de agosto, recuerdo el dato-, algunos en ropa de deporte o con los primeros vaqueros que tenían a mano, menos Antonio Postigo que va hecho siempre un pincel. De La Nuestra, claro. El caso es que el siniestro, de alcance internacional sin duda alguna, se contó informativamente con pundonor y profesionalidad como no podía ser de otra manera, a pesar de la Policía Local que se puso a perimetrar animosa y marcialmente con cinta de plástico el entorno llegando hasta Sevilla Este, y gracias a los datos oficiales que se iban aportando y las comparecencias posteriores de las autoridades civiles y eclesiales.
De todas maneras están las redes sociales. Una maravilla. Todo el mundo opina. Todo quisque informa. Toda la gente opinforma, infopina con el peso y valor argumentativo de su propia mismidad porque ellos así lo valen. Desde la valoración precisa del trabajo periodístico realizado en la noche del viernes hasta las diferentes teorías acerca del siniestro, amén de la reaparición de la plataforma de sicofantes «Se la regaló Aznar por 30 euros», que andaban distraídos con lo de Palestina y ahora se les acumula el trabajo. Esta última vertiente es la más activa a estas horas del domingo cuando escribo esto ya que es la que más tiempo libre tiene. Piden la gestión pública del monumento porque claro, lo público está mejor gestionado por la gente que sabe de verdad lo que es gestionar un templo patrimonial o poner a circular los trenes AVE de Adif. Eso nos da más tranquilidad.
Hemos visto también al grupo de desquiciados que quieren disparar al pianista – nosotros- por escribir ‘mezquita’ en vez solo de ‘catedral’ cuando eso en Córdoba es algo superado y además, como marca, el monumento se denomina Mezquita Catedral, un nombre fidedigno y respetuoso con el pasado musulmán que no se puede obviar y la realidad cristiana y católica que es ahora. Total, que no solo no hacemos bien nuestro trabajo-admitimos nuestra condición de redactores de provincias- sino que además somos sospechosos de colaborar con la invasión, la Agenda 2030, con Soros y con Marruecos.
No han escapado tampoco a este espectáculo digital los agradaores políticos y los que dan cuenta de su soldada. Desde la loas al mensaje del señor Feijoo, que ha estado a un tuit de ser él personalmente el que apagara el fuego, hasta la maldad ya conocida pero aumentada de Pedro Sánchez , que no ha escrito ni tres palabras al respecto. Un suceso muy sabroso para los políticos, como casi todo lo que nos ocurre y presenciamos, como todo lo que pagamos en esta fiesta democrática de la España transversal y sostenible. Una política que todo lo manipula y contamina para que las ascuas se arrimen a sus sardinas. Con una bajeza que ya es propia de su profesión.
En este sentido se lleva el premio el portavoz socialista del Ayuntamiento de Córdoba, Antonio Hurtado, que en un mismo tuit reúne tres incendios desafortunados , sucesos fortuitos, para culpar al alcalde y a la Junta de Andalucía, lo que demuestra que nuestro portavoz está quizá más quemado que el autobús de Aucorsa que también salió ardiendo el pasado viernes para mantenernos entretenidos a los periodistas mientras los tontos afilaban sus cómodas opiniones de salón para vomitarlas en las redes durante el fin de semana.