Adiós a Armani, el niño que salió a conquistar el mundo: «Mientras esté aquí, seré el jefe»

«Mientras yo esté aquí, seré el jefe; mi vida es mi trabajo; ya habrá tiempo para otros cuando yo haya desaparecido», declaraba con firmeza Giorgio Armani hace un par de años. Y ese día ha llegado, por desgracia. El chico valiente, elegante, inteligente, guapo y dinámico que salió de Piacenza a los 18 años, se nos ha marchado -muy a su pesar y a regañadientes- a los 91 recién cumplidos. La moda no será igual sin él.

El creador más acaudalado del mundo, que ha seguido independiente a pesar de las tremendas ofertas que recibe de grandes grupos como LVMH o Kering, tenía raíces italianas y armenias (su primer apellido viene de ahí). Giorgio Armani Raimondi, nació en un hogar mitad armenio, sin recursos y en una época difícil para Italia. Pero si los italianos saben venderse bien, los armenios, un pueblo que no ha tenido las cosas fáciles durante mucho tiempo, se buscan la vida con una inteligencia muy especial.

Giorgio comenzó sus estudios de Medicina en Milán, pero al tercer año lo dejó y se dedicó a ser escaparatista de los grandes almacenes La Rinascente; desde allí fue a parar al estudio taller de Nino Cerrutti, que puso su ojo en el talento de Giorgio y le permitió diseñar dentro de su casa casi durante 10 años, periodo tras el cual, Armani montó su marca. Inicialmente, en 1970, tuvo que vender su Volkswagen Beetle para fundar su empresa, siempre impulsado y apoyado por el que se convirtió en amor de su vida y socio profesional, Sergio Galeotti.

Empresario, creador, fotógrafo, diseñador, comerciante y filántropo, Giorgio comenzó su empresa con su socio de siempre, el mencionado Sergio Galeotti, y su hermana Rosanna. Al inicio, solo se dedicaban a la moda masculina, pero acabaron triunfando en la femenina, cuando se les unió su hermana Rosanna al proyecto. Cuando en 1985 Sergio Galeotti murió de sida, Armani entró en una larga depresión y nadie pensó que seguiría. Pero volvió con fuerza y con el apoya de sus sobrinas y sus ayudantes de siempre, se metió en la alta costura en los accesorios decorativos, en los perfumes e incluso en los hoteles, restaurantes, cafeterías y museos.

Inteligente y visionario, fue Armani uno de los que primero explicó su preocupación sobre el camino que llevaba la moda: «El deterioro del sistema de la moda tal y como lo conocíamos comenzó cuando el segmento de las marcas de lujo adoptó la operativa de las empresas de moda rápida y sus incesantes ciclos de entregas de novedades para vender más», escribió. El modisto criticaba especialmente a las celebridades y la alfombra roja, esas que tantos años le habían favorecido, aduciendo que convertían la moda en algo frívolo y sin valor, ya que «mostrando las prendas en una única ocasión nos arrastran a un gran despilfarro de material y talento».

El creador había declarado que «debería existir una cierta alineación entre la temporada climática y la temporada comercial, para evitar el desperdicio en sobreproducción de piezas». Animó al sector de la moda a evitar «la inmoralidad de que una simple chaqueta llegue al escaparate y tres semanas después se considere una prenda pasada de moda que se sustituye a su vez por otra nueva muy similar». Añadía, «yo nunca he trabajado así y siempre he defendido la elegancia intemporal ofreciendo prendas que duran».

Aunque sus opiniones siempre fueron compartidas por casi todo el sector, hay que tener en cuenta que a Armani le favorecía el movimiento Slow Fashion, pues su posicionamiento de marca alto, incluía crear novedades y pagar importantes sueldos a sus equipos de Diseño. Si Yves Saint Laurent inventó el esmoquin femenino, Armani trazó en los 80 el básico traje pantalón para las mujeres, «amplio pero delimitando las formas exactas».

Este niño de pueblo que salió a ver y conquistar el mundo, como él mismo declaraba, reconocía echar de menos haber probado la suerte en el cine. En el desfile de la costura de su marca para el otoño invierno que viene, Armani no estuvo presente e incluyéndose todos los modelos en color negro, presagiándose un bajón de forma física o mental del genial creador. Pero hacía escasas semanas se comunicaban los detalles sobre las primeras villas de Giorgio Armani en la playa, en asociación con RAK Properties en la isla de Raha en los Emiratos Árabes. Y es que su familia seguirá adelante con su legado, que promete por cierto despatarrar nuevas guerras entre LVMH y Kering. Seguiremos informando. Addio, Giorgio. Buon viaggio.