Esparkia, lluvia de millones del contribuyente –usted y yo– tirados a la basura
Esparkia, el timo de los 10 millones de euros
Cada semana, Álex Navajas nos descubre los lugares más sorprendentes del país. Hoy viaja hasta Albalate de Zorita (Guadalajara), un despropósito donde el dinero público se dilapidó como si no hubiese un mañana
A las afueras de Albalate de Zorita, en Guadalajara, aparece una inmensa mole de hormigón, abandonada y destrozada. Se trata de Esparkia, un proyecto megalómano que iba a traer una lluvia de euros a esta zona de la España abandonada y que se ha quedado reducido a un edificio fantasmagórico, un gigantesco aparcamiento y un agujero financiero de 10 millones de euros en las cuentas de la Junta de Castilla-La Mancha. Ya saben: el dinero público no pertenece a nadie, es inagotable y, si se acaba, siempre se puede exprimir un poco más al contribuyente.
Corría la época de la fiebre del ladrillo, en los primeros años de este siglo. Sobraba el dinero –o eso parecía– y había que inyectarlo en proyectos faraónicos como aeropuertos, edificios oficiales, estaciones de AVE, puentes descomunales que no llevan a ninguna parte y en obras a mayor gloria del político de turno. Y a alguien se le ocurrió crear Esparkia, una suerte de parque temático sobre la energía y la naturaleza que dejaría boquiabiertas a las riadas de personas que llegarían desde los cuatro puntos cardinales.
Pero, lo de siempre: lo que sobre el papel parecía una idea maravillosa, no tenía ninguna conexión con la realidad, ni era viable, ni interesaba a nadie más que al político que soñaba con hacerse la foto cortando la cinta. Se llegó a presupuestar el obrón en 20 millones de euros, de los que solo se dilapidaron, afortunadamente, la mitad. No hubo dimisiones, ni exigencia de responsabilidades, ni detenciones, ni juicios, ni petición de explicaciones. Carpetazo y a otra cosa.
Y ahora, Esparkia yace a las afueras de Albalate de Zorita –un pueblo que, por lo demás, merece una visita–, arrumbado, esquelético, olvidado, ajado, como un testigo mudo de la frecuente ineficiencia e indolencia de muchos servidores públicos.