Parador de Hondarribia.
El increíble Parador medieval de origen godo que ocupa el castillo del emperador Carlos V
Muy cerca de la frontera con Francia se ubica este Parador, uno de los más especiales de la red por su historia centenaria
Es una de las sorpresas que guarda el bonito pueblo marinero de Fuenterrabía (Hondarribia en euskera), vecino de Irún, ubicado muy cerca de la frontera de Francia. En lo alto de esta villa amurallada aparece un edificio imponente, con sus paredes heridas por huellas de artillería. En un primer momento nada hace sospechar que ahí se ubica uno de los establecimientos hoteleros más especiales y singulares de España: el Parador de Fuenterrabía.
Esta construcción del siglo X estaba destinada a la defensa militar sobre el río Bidasoa
Hasta que se traspasa su puerta y entonces es como entrar en otro mundo, medieval y antiguo. Estamos en el conocido como castillo del emperador Carlos V, en cuyos dominios nunca se ponía el sol. Una construcción del siglo X destinada a la defensa militar sobre el río Bidasoa, lo que explica los gruesos muros y la altura del edificio, en el que, además del emperador Carlos V, se alojaron Felipe IV y Felipe V y hasta el mismísimo pintor Diego Velázquez. Su interior alberga tesoros como los tapices diseñados por Rubens con el tema de la Historia de Aquiles, el héroe griego de Homero.
Origen visigodo
El Parador de Hondarribia o Castillo de Carlos V.
El origen del edificio se remonta a la época visigoda, cuando en este promontorio estratégico se levantó una fortificación para proteger el paso fronterizo. Con el paso de los siglos, su posición privilegiada en la frontera norte peninsular le otorgó un papel clave en las disputas territoriales. Fue ampliado durante la Edad Media y en el siglo XVI el emperador Carlos V ordenó convertirlo en una de las principales fortalezas defensivas de la Corona en la frontera con Francia. Desde sus murallas se vigilaban los movimientos enemigos y en sus estancias se alojaron nobles, embajadores y miembros de la corte imperial en sus viajes al norte.
En el siglo XVI el emperador Carlos V ordenó convertirlo en una de las principales fortalezas defensivas de la Corona
El edificio actual conserva buena parte de esa estructura original. Su sobria fachada gótica, sus muros gruesos de sillería y sus torres defensivas son testigos de su pasado como bastión militar. También lo es su ubicación, en la parte más alta del casco histórico, dentro del recinto amurallado del siglo XV que hoy se puede recorrer a pie. Desde sus balcones y terrazas se dominan el estuario del Bidasoa, la bahía de Txingudi y las colinas de Lapurdi, al otro lado de la frontera, lo que explica su relevancia estratégica durante siglos.
Austero y militar
Interior del Parador.
Transformado en Parador Nacional en 1968, el antiguo castillo conserva su carácter austero y militar, pero adaptado a la comodidad actual. El interior ha sido restaurado con respeto al pasado: salones con arcos de piedra, escaleras de madera, suelos de laja y un mobiliario que mezcla piezas antiguas con elementos contemporáneos. El resultado es un alojamiento con personalidad, que mantiene viva la memoria del edificio sin renunciar al confort.
El antiguo castillo conserva su carácter austero y militar, pero adaptado a la comodidad actual
Las habitaciones, muchas de ellas con vistas a la ría o al casco histórico, ofrecen un ambiente tranquilo y elegante, mientras que el restaurante del Parador se ha convertido en un buen exponente de la gastronomía guipuzcoana, con protagonismo para los productos del Cantábrico y las recetas tradicionales vascas. Su comedor principal, instalado en lo que fue una de las salas nobiliarias del castillo, conserva techos altos y muros originales del siglo XVI.
Villa marinera
Casas con fachadas coloridas en el barrio de la Marina de Fuenterrabía.
Alojarse en el Parador permite también explorar con calma uno de los pueblos marineros más bonitos del norte de España, Fuenterrabía, una villa cargada de historia, con un coqueto casco viejo empedrado repleto de casas señoriales, iglesias góticas y restos de fortificaciones. El recorrido por la Puerta de Santa María, la Plaza de Armas y el baluarte de la Reina transporta al visitante a la época en que la ciudad fue plaza fuerte del reino. En el barrio de la Marina, a pocos minutos a pie, se concentran tabernas y restaurantes en los bajos de las coloridas casas de la calle San Pedro, la más famosa de la localidad.
Vista del Cantábrico desde la parte alta del pueblo.
Y muy recomendable después dar un paseo hasta la playa, hasta la punta del espigón, desde donde casi se toca la playa de Hendaya y la vista alcanza hasta San Juan de Luz y Biarritz, en Francia, o hasta el antiguo y pequeño puerto de refugio, de donde parte una bonita la carretera que sube al faro Cabo de Higuer, cuya luz apunta al mar Cantábrico y a la desembocadura del río Bidasoa.