La catedrática Gema Pérez Rojo, experta en trato a los mayores
Gema Pérez, experta en vejez: «No somos conscientes de la magnitud del problema del maltrato a los mayores»
La catedrática de Psicología alerta de que «falta conciencia social ante la magnitud del problema» de los abusos que sufren los ancianos por parte de sus propios cuidadores
Hace sólo unos días, tres trabajadores de una residencia de Huelva fueron detenidos por presuntos malos tratos habituales a personas mayores vulnerables. No es una excepción, porque a pesar de la gran preocupación que genera en las familias la posibilidad de que sus mayores dependientes sean violentados por sus cuidadores –tanto en las residencias, como en sus domicilios–, esta realidad suele pasar desapercibida socialmente.
Así lo explica Gema Pérez Rojo, catedrática en Psicología de la Universidad CEU San Pablo y Codirectora de la cátedra de Buen trato a personas mayores, de la Fundación DomusVi y la Universidad CEU San Pablo.
–¿Qué entendemos por malos tratos a los mayores, sobre todo cuando están al cargo de cuidadores no familiares, o en residencias?
–Según la definición de la Organización Mundial de la Salud, el maltrato a las personas mayores es cualquier acción –o ausencia de acción– que cause daño o sufrimiento a una persona mayor, y que se produce en una relación de confianza. Esto incluye no sólo el abuso físico, sino también el psicológico, sexual, financiero, la negligencia o el abandono. Cuando hablamos de cuidadores no familiares o de residencias, es importante tener en cuenta también las condiciones estructurales e institucionales, ya que el maltrato puede ser individual, pero también puede estar relacionado con prácticas organizativas inadecuadas, falta de personal o una cultura institucional que no respeta los derechos de las personas mayores.
–El maltrato a los mayores suele pasar desapercibido socialmente. ¿Por qué?
–Efectivamente, en muchos casos el maltrato a las personas mayores pasa desapercibido, por varias razones. En primer lugar, existe una falta de conciencia social: no somos conscientes de la magnitud del problema del maltrato a los mayores. A menudo se considera que ciertas conductas, como la infantilización, son «normales» cuando se trata de personas mayores, especialmente si tienen deterioro cognitivo. Además, el edadismo, es decir, la discriminación por razón de edad contribuye a invisibilizar su sufrimiento. Todo esto dificulta que se identifique y se visibilice el maltrato a los mayores
Existen señales de alarma físicas (hematomas, fracturas, desnutrición, mala higiene), conductuales (apatía, miedo, agresividad) y emocionales (depresión, retraimiento) del maltrato a un mayor
–¿Y cómo podemos detectarlos, sobre todo cuando nuestros mayores tienen las facultades mermadas y no nos lo pueden transmitir?
–La detección en estos casos requiere una observación atenta y continuada. Existen señales de alarma físicas (hematomas, fracturas, desnutrición, mala higiene), conductuales (apatía, miedo, agresividad) y emocionales (depresión, retraimiento). También debemos estar atentos a cambios repentinos en su estado de salud o comportamiento, así como al entorno: si hay aislamiento, restricciones innecesarias o cambios en su situación económica sin explicación. Es fundamental formar a los profesionales y familiares en la identificación de estas señales, especialmente cuando la persona no puede comunicarse directamente.
–¿Es posible prevenir de algún modo los malos tratos?
–Sí, la prevención es posible y necesaria. Y se basa en tres pilares: la sensibilización social, la formación específica y fortalecer los sistemas de apoyo. Es decir, que por un lado, debemos erradicar los estereotipos edadistas y promover una imagen positiva de la vejez. Por otro, los cuidadores, profesionales y no profesionales, necesitan formación adecuada en el cuidado ético y respetuoso. Y además, es crucial que existan recursos de respiro, apoyo psicológico y social para los cuidadores, porque la sobrecarga es un factor de riesgo importante. Por último, los servicios deben contar con protocolos claros para prevenir, detectar y actuar.
Debemos erradicar los estereotipos edadistas y promover una imagen positiva de la vejez
–¿Qué hay que hacer en caso de que se tenga sospecha (o constancia) de un maltrato a nuestros mayores?
–En primer lugar, es fundamental conocer qué es lo que puede estar pasando en esa situación, evaluando de forma profunda a todos los agentes implicados. Esto es importante, ya que la mayoría de las situaciones de maltrato son no intencionadas, por lo que la persona mayor y el responsable del maltrato pueden incluso no ser conscientes de que se está produciendo un maltrato. Tras conocer los factores que están provocando esta situación se puede trabajar con todos para erradicarla. En caso de maltrato intencionado, evidentemente tenemos la vía judicial para utilizarla.
–Maltratar a un anciano, como a un niño o a cualquier otra persona vulnerable, es una atrocidad de tal calibre que surge una pregunta: ¿hay algún patrón entre los maltratadores?
–No hay un perfil único, pero sí existen factores de riesgo. En los responsables, podemos encontrar personas con problemas de salud mental, consumo de sustancias, sobrecarga emocional o falta de recursos económicos. En ocasiones hay antecedentes de relaciones familiares conflictivas. En contextos institucionales, el maltrato puede deberse a una falta de formación, baja empatía o condiciones laborales precarias. Pero más allá de las características individuales, hay que subrayar que el maltrato también es producto de esa imagen social negativa del envejecimiento, que no pone el foco en los cuidados, ni en la dignidad de las personas mayores.
Las personas mayores no deben ser tratadas como «cargas» ni ser relegadas a un segundo plano
–¿Qué es mensaje debe calar en la sociedad en este aspecto?
–Creo que es fundamental hablar del derecho a una vejez digna. Las personas mayores no deben ser tratadas como «cargas» ni ser relegadas a un segundo plano. Escuchar su voz, respetar su autonomía hasta donde sea posible, involucrarlas en las decisiones que les afectan, y garantizar su participación social es la mejor manera de prevenir el maltrato. Además, es necesario incorporar la perspectiva de los mayores en las políticas públicas, en la investigación y en la formación de profesionales. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad verdaderamente inclusiva e intergeneracional.