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Manolo Escobar, junto a su esposa Anita Marx y su hija VanessaGTRES

Salen a la luz los episodios más desconocidos de la vida de Manolo Escobar

El cantante no reveló la adopción de su hija hasta seis meses después

El próximo 24 de octubre se cumple una década desde que se apagara la inconfundible voz de Manolo Escobar, pero su nombre ha regresado a los titulares tras protagonizar la última entrega de Lazos de Sangre en TVE. Detrás del artista que cantaba una de las canciones más tarareadas por los españoles –Mi Carro- y del autor de una de las rumbas pioneras en nuestro país – Porompompero- se escondía un almeriense con muchas historias por contar. Algunas las narró él mismo en vida, otras se han ido descubriendo con el inexorable paso del tiempo.

Fue la localidad de El Ejido la que un 19 de octubre de 1931 vio nacer al genio de la canción. Era el quinto de la decena de hijos que tuvieron Antonio García Navarro y María del Carmen Escobar Molina, un matrimonio de clase media que vivía de la hostelería.

PORTADA CANCIONERO MODERNO MANOLO ESCOBAR©KORPA

El gusto por la música de Manolo Escobar empezó durante su niñez, coincidiendo con que su padre adoptó en su casa al maestro de escuela Antonio Manzano, que había visto morir a su mujer e hijo en la Guerra Civil Española. Este fue quien enseñó a tocar al pequeño Manolo instrumentos como el laúd o el piano.

Con tan solo 14 años, el joven artista dejó su Almería natal para emigrar a Barcelona junto a sus hermanos. Se curtió al alojarse en una de las zonas más peligrosas de la Ciudad Condal, el Barrio Chino (actual Raval), epicentro de trapicheo de drogas y delincuencia. El joven talento en ciernes no debutaría en la música hasta 1957, cuando empezó a cantar en la radio canción española y copla andaluza. Poco a poco, fue actuando en diversas salas catalanas hasta que su carrera despegó por completo.

Una de sus historias más románticas la vivió al borde de los 60 y le hizo romper su relación con la mujer junto a la que llevaba cinco años. Se enamoró perdidamente de una alemana en Playa de Aro (Costa Brava) de nombre Ana. Lo suyo fue un suspiro, un amor de verano que apenas duró dos semanas. Pero a veces el destino es caprichoso y quiso que le saliera un bolo en Alemania. Allí se reencontraron tras cartearse previamente y ya no se separaron nunca. Se casaron en Colonia y se instalaron en casa de los padres de Manolo en Almería ya que apenas tenían posibles. Resulta gracioso recordar que ni ella sabía una palabra de español ni él de alemán.

Cuando llevaban casi veinte años juntos decidieron adoptar una niña a la que llamaron Vanessa, tras muchas intentonas en balde de concebir de forma natural. Sin embargo, tuvieron que esperar medio año para hacerlo público: «Tuvimos que esperar seis meses para darte a conocer y decir que habíamos tenido una hija porque por ley los padres biológicos tienen seis meses para echarse atrás. Nosotros jamás hemos tenido que pagar por tu adopción, porque ha habido casos en los que la gente pagaba», le dijo Ana a su hija Vanesa en el programa de TVE.

Uno de los episodios más dolorosos en la vida de Manolo Escobar fue la traición que sufrió por parte de un amigo y que lo dejó arruinado. El artista dijo que había cometido varias veces el error de confiar demasiado y en ocasiones en quien no debía. Un socio muy amigo suyo le pidió, en 1980, dinero para invertir en una fábrica de pantalones vaqueros que apuntaba a ser un negocio boyante. Nada más lejos de la realidad.

Escobar firmó un aval en el que se comprometía a pagar con su patrimonio personal en caso de que la empresa quebrase. Lamentablemente, así fue. Su socio se declaró insolvente, ya que había puesto todos sus bienes a nombre de su mujer. Había que pagar 380 millones de pesetas. Entonces, a Manolo Escobar le embargaron la casa de Benidorm, la de La Moraleja, terrenos que poseía en Segovia, en Palma de Mallorca, coches, obras de arte de valor millonaria, y, aun así, seguía adeudando dinero. No terminaría de pagar hasta pocos años antes de su fallecimiento, en Benidorm, en 2013. Eso sí, su legado sigue vivo y latente hoy en día.