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Enrique Ponce

Enrique Ponce se ha despedido de los ruedes en México

Gente

Enrique Ponce y su declaración de amor a Ana Soria en su despedida de los ruedos ante 32.000 personas

Sin presencia de sus hijas o de su ex amigo Luis Miguel, Ponce se despide de México

«No sé qué va a pasar con el toro, voy a tratar de hacerle lo mejor que pueda; esto no es un brindis, es una declaración de amor, va por ti, eres mi inspiración diaria, va por ti».

Ese ha sido el último brindis de Enrique Ponce ante las 32.000 personas que no han abarrotado la mayor plaza de toros del mundo, La México, para despedirle. No ha sido un brindis, ha sido una declaración de amor. Una petición de mano y una marca que, desde que conoce a su novia Ana Soria (26 años), es como la del Zorro; con su espada, Enrique Ponce grababa una A en la arena del coso mexicano.

Fueron las emociones de Enrique Ponce para Ana Soria antes de iniciar «el último tercio de la lidia de «Protagonista», de la ganadería de Los Encinos. «Protagonista» estaba destinado a ser el último toro de esta su última corrida; sin embargo, ante las nulas posibilidades para el triunfo, la Alcaldía autorizó, de forma extraordinaria, un toro de regalo: «Indiano», así reza la crónica taurina que me envía mi amiga, la cronista taurina, Lizzet López González, desde La México.

Por cierto, que esos nombres de los toros que lidió Ponce, según me cuenta Lizzet, estaban tomados de los ejemplares que había lidiado el ex marido de Paloma Cuevas, a lo largo de su carrera permitiéndole grandes faenas.

Como era una despedida a lo grande, Ponce ejecutaba las faenas con ritmo y música. Por ejemplo, con el toro «Indiano», que se lo brindó al público, lo lidió acompañado de los acordes de Las Golondrinas, y del olé que le brindaba la afición a cada muletazo que daba el maestro de Chiva «y del consabido «¡torero, torero!» antes de entrar a matar y que le valió las dos orejas para abrir la puerta grande» como nos narra Lizzet. «Lanzó de nuevo su montera a Ana Soria, quien acompañada de su hermano y su madre permaneció con semblante serio tal y como lució toda la tarde, en contraste con un Ponce que exultante dejaba una «A» con la punta del ayudado en el ruedo al terminar una serie de muletazos».

ana soria

Ana Soria no ha querido perderse la despedida de los ruedos de su novio

Y cuando ya la suerte estaba echada y las faenas taurinas terminadas, la enorme plaza se apaga. Un potente haz de luz se dirige a Enrique Ponce, que llevaba una bandera de México en una mano y en la otra, un sombrero negro de charro, que lo usaba como pañuelo para secarse las lágrimas, que comenzaron a brotar cuando entró al ruedo Pepe Aguilar acompañado de mariachi con el Son de la Negra mientras sobre La México caía una lluvia de papeles de colores y cuando Ponce creía que no podría soportar más emoción, Pepe Aguilar, hijo del gran ídolo mexicano Antonio Aguilar, se arrancó con los acordes de «El Rey» y esas 32.000 almas, que no habían llenado la plaza pero que llevaban un teléfono a modo de antorcha en mano, como si fueran un sólo mariachi, le corearon como un rey.

«La imagen, según Lizzet, ya es la historia de un torero que afirma sentir a México como su segunda patria: demostró memoria y gratitud siendo el primero en alzar la mano para actuar a beneficio de los damnificados del terremoto que sacudió a la capital de México en 2017. El ruedo quedó iluminado con luces tricolores para resaltar las palabras que los aficionados había leído nada más entrar en la plaza esa tarde: «Enrique Ponce. Hasta Siempre". Después de El Rey y el Cielito Lindo, llegó el momento de llevar en volandas a un Ponce exultante para dar esa última vuelta al ruedo con los acordes de un México Lindo y Querido que es desde hoy lo último que han cantado al unísono el de Chiva y su querido México».

Enrique Ponce

La plaza La México abarrotada con 32.000 personas

Después del festival de emociones, Ana Soria, su madre, su hermano y sin rastro de las dos hijas de Ponce o del que fuera su gran amigo, Luis Miguel, subieron los escalones del «Coso de Insurgentes» donde habían presenciado la épica, con el mismo rostro serio pero con la montera de su chico aferrada en sus manos.

«Dos peculiaridades de esta tarde: ninguno de sus alternantes, incluido Alejandro Adame a quien apadrinó en su confirmación de alternativa, brindó un toro a Enrique Ponce, quien omitió cortarse la coleta como es costumbre en la corrida de despedida. Ha sido la última puerta grande para el penúltimo de los grandes de la tauromaquia española. El fin de una era. Fue una despedida en la fecha del aniversario de la Plaza México como no se recuerda otra en los últimos años» es la conclusión de mi querida amiga, Lizzet López González, desde México.

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