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24 de abril de 2024

Funeral de Jacob Frank en 1791

Funeral de Jacob Frank en 1791

Una página histórica desconocida: los frankistas de Polonia

El frankismo polaco es el grupo social más desconocido de Polonia, totalmente asimilado dentro de la sociedad, en algunas ocasiones aparece por la relevancia de algunos de sus descendientes y la peculiaridad de su origen

En Polonia la presencia judía siempre tuvo a nivel histórico un protagonismo que hizo ver al territorio polaco como el corazón de la cultura judía en el mundo, como lo es Israel y los EE.UU. en la actualidad. En el siglo XVIII, bajo el reinado de Augusto III, mientras Europa se desangraba en las terribles guerras de Sucesión Austriaca y de los Siete Años, Polonia mantendrá un periodo de paz que le permitirá transformarse para los importantes acontecimientos que le tocará vivir unas décadas después. En aquel tiempo, los rabinos de la comunidad judía polaca estudiaban las leyes religiosas y el talmud, desarrollando interpretaciones complejas, distintas y abiertas a las confrontaciones teológicas. Estas favorecieron a que se fuesen incubando algunos pensamientos que claramente rompían la línea oficial de las creencias del judaísmo.
Uno de aquellos hombres será Jakub Lejbowicz, conocido como Jacob Frank, nacido en 1726 en Korolivka, en las regiones orientales de la Rzespospolita polaco-lituana. Su padre era rabino y esto favoreció que al joven Jakub se interesase por el estudio de los textos sagrados hebreos. No obstante, llevado por sus negocios de importación al Imperio otomano, tomó contacto con una comunidad judía herética, los sabateos, seguidores de Shabtai Tzvi, quien se había proclamado mesías.
Shabtai Tzvi era un rabino judío de Esmirna, que finalmente fue encarcelado por las autoridades otomanas, ante las protestas de las autoridades religiosas judías, y para librarse del castigo decidió convertirse al islam, arrastrando a varios de sus seguidores.
Jacob Frank volvió a Polonia convencido de las ideas sabateas, aunque les dio su propia forma particular. Él mismo se presentó como un heredero espiritual del rabino, ya fallecido, rodeándose de varios de sus simpatizantes en el reino polaco. El argumento principal de su interpretación religiosa era la búsqueda de la pureza a través de la redención, para lo que antes había que cometer un pecado. Este argumento traerá violaciones continuas de las leyes mosaicas a manos de sus seguidores, inicialmente de poca importancia, como la transgresión en el consumo de ciertos alimentos. Sin embargo, lo que cobró más relevancia y escándalo fueron las organizaciones de orgías sexuales, cuyo alboroto era utilizado para promover la extensión de su movimiento. Estas provocaciones que, según su punto de vista intentaba favorecer la gracia divina a través de la redención, causó una fuerte hostilidad entre las comunidades judías cuyas autoridades religiosas rápidamente actuaron condenado sus actividades, describiéndolos como herejes a la religión mosaica y expulsando a sus seguidores de la comunidad judía.
Los enfrentamientos entre los judíos y los frankistas –así empezaron a ser denominados los seguidores de Jacob Frank– tuvieron un incremento de la tensión cuando los heréticos a modo de venganza iniciaron una serie de ataques a las ceremonias religiosas judías, como los libelos de sangre que luego serían divulgadas por los grupos antisemitas. A su vez, los judíos condenaron a la marginalidad social a los frankistas, quiénes protegidos por las autoridades, iniciaron un acercamiento al cristianismo.

El frankismo será el único movimiento disidente judío que llevará un número importante de judíos a una integración plena dentro de la sociedad católica

Jacob Frank aceptó la definición divina de la Santísima Trinidad y rechazo el Talmud como sacrílego. El 17 de septiembre de 1759, en la actual ciudad ucraniana de Lviv (Leópolis), entonces, perteneciente al reino de Polonia, y ante las autoridades locales, Jacob Frank fue recibido en la Iglesia Católica, mediante un bautismo público, que fue muy divulgado y contó con la protección de los obispos católicos de la ciudad. Leópolis, por la pluralidad de su sociedad, era sede de cuatro obispados: católico romano; católico griego; católico armenio y ortodoxo. Al igual que Frank, dos mil de sus seguidores siguieron su ejemplo en diferentes ciudades polacas. El frankismo será el único movimiento disidente judío que llevará un número importante de judíos a una integración plena dentro de la sociedad católica. Aquellos primeros conversos tuvieron relevancia, porque al ser apadrinados por miembros de la nobleza, y para estimular su ejemplo, fueron ennoblecidos por el rey. La mayor parte de los frankistas provenían de los segmentos intelectuales de la sociedad judía, y a pesar de su número, tuvieron un protagonismo posterior relevante en la historia de Polonia.
Sin embargo, los frankistas mantuvieron algunos rasgos distintivos procedentes de su origen hebreo, como usar sus nombres judíos, evitar el consumo de carne porcina y el mantenimiento del descanso en el sábado. Hasta mediados del siglo XIX, los frankistas mantuvieron una cierta endogamia, aunque luego fue imposible sostenerla y el movimiento se fue diluyendo en la sociedad polaca. A pesar de todo, el frankismo perduró como movimiento propio unos años más con el propio Jacob Frank quien se estableció en Brno, en el Imperio Austriaco, donde gozó del apoyo de la emperatriz María Teresa, quien estaba interesada en que liderase un proceso de conversión entre los numerosos judíos de sus dominios. A la muerte de Frank en 1791, en la ciudad alemana de Offenbach, sus seguidores se podían contabilizar en unas pocas docenas de miles en Polonia, Austria y en su último sitio de residencia. Sin embargo, el liderazgo mesiánico de su hija Eva Frank no cuajo, y sus seguidores siguieron el camino de sus antecesores convirtiéndose de forma masiva al catolicismo. El movimiento hasidista, como movimiento judío ortodoxo fue una de las consecuencias frente al desarrollo de los movimientos disidentes que se produjeron dentro del seno de la comunidad judía polaca.
Entre sus descendientes más destacados estarán, Hieronim Łabęcki, experto en minerología, la pianista María Szymanowska o el experto en literatura francesa, Tadeusz Boy-Żeleński. En el gobierno polaco, el actual responsable de infraestructuras energéticas estratégicas, Piotr Naimski.
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