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19 de abril de 2024

La vocación de Imhotep, el dios de la curación por Ernest Bond

La vocación de Imhotep, el dios de la curación por Ernest Bond

De las dislocaciones a la curación del mal de amores: la medicina en el Antiguo Egipto

Los logros de la medicina egipcia son conocidos por hallazgos arqueológicos y técnicos que revelan imágenes precisas de pacientes cojos, jorobados, obesos, acondroplásicos, enanos, paralíticos...

La fama del sumo sacerdote Imhotep era tal que se decía que no solo sanaba a los enfermos, sino que también los resucitaba. También fue un hábil administrador y creó la pirámide escalonada de Saqqarah, anterior a las de Gizeh. Eran los sacerdotes de las diosas Selket y Neith, quienes llevaban la denominación de doctor. Sus centros principales fueron los templos de Atum-Ra en Heliópolis, de Neith en Sais, de Anubis en Letópolis y el de Bubastis, indicando el carácter religioso y mágico de las primeras etapas de la profesión médica.
Los verdaderos médicos eran funcionarios de muy alto rango. Algunos estaban emparentados con el faraón y se les llamaba médico mayor. El médico de Palacio tenía a su disposición la «Barca de los Médicos de la Corte». Estos constituían una clase que, bajo la supervisión del Estado, garantizaba al público la calidad de su ciencia. Eran funcionarios pagados para cuidar de los enfermos de forma gratuita. También podrían cuidar animales. Los logros de la medicina egipcia son conocidos por hallazgos arqueológicos y técnicos, que revelan imágenes precisas de pacientes cojos, jorobados, obesos, acondroplásicos, enanos, paralíticos...

Los documentos médicos

Los textos médicos que se conocen fueron escritos con caracteres hieráticos en rollos de papiro, entre los que destacan los de Edwin Smith y Ebers del siglo XVII a.C., que son copias o compilaciones de textos escritos en la época de las pirámides. Los más antiguos son los papiros Kahum A y B, procedentes de Fayum, pero que se encuentran incompletos; el primero tiene 34 secciones, y trata sobre enfermedades ginecológicas, métodos de control de la fertilidad y pronóstico del sexo del feto, mientras que el segundo tiene nociones veterinarias. El Papiro de Ebers, un rollo de más de 20 metros de longitud, es una especie de Enciclopedia Médica para los estudiosos de la época. Contiene 870 casos de medicina general: enfermedades internas de los ojos, piel y extremidades, aunque matizados con elementos mágicos y religiosos, exorcismos...
Papiro de Edwin Smith

Papiro de Edwin Smith

En el Papiro Rammesseum, descubierto en 1896, el fragmento IV era ginecológico y el V hablaba de la artritis. El Papiro de Carlsberg n. 8 se refería a enfermedades oculares y obstétricas. El Papiro Chester-Beatty VI, actualmente en el Museo Británico, del Reino Medio, era un tratado sobre proctología. El Papiro de Turín, también del Reino Medio, hablaba de mordeduras de serpientes y enfermedades oculares. Alcanzaron tal conocimiento que había una especialidad para cada órgano.

Su gran conocimiento anatómico

Distinguieron la relación pulso-corazón y la doble circulación de la sangre. En la etiología de las enfermedades era importante el movimiento de líquidos orgánicos. Se refería a lo que se hacía a través de una red o sistema de vasos que partía del corazón. Dicha alteración era la causa de fiebres y trastornos del pulso. Por las venas circulaba sangre, pero también aire y agua; y por dentro, tendones y nervios. En el corazón colocaban el entendimiento y la inteligencia, ya que era el único órgano que volvía al cuerpo después de la momificación, y los demás se depositaban en los vasos canópicos.
Describieron más de veinte enfermedades del sistema digestivo. En cuanto al sistema nervioso, trataron los dolores de cabeza y realizaron trepanaciones craneales. Conocían la relación entre cerebro y músculo, la existencia de casi todos los órganos humanos, así como parte de su funcionamiento biológico. Eran muy conscientes de las funciones del cerebro: se dice en el tratado que los movimientos de los diferentes miembros dependen del funcionamiento de los hemisferios cerebrales del lado opuesto.
La traumatología alcanzó un notable desarrollo gracias a las construcciones faraónicas. Sabían cómo tratar luxaciones y fracturas en los heridos y tenían instrucciones precisas para su atención. Huesos fracturados, entablillados, heridas curadas con miel y hierbas astringentes, y luego vendadas. Se dan indicaciones exactas de cómo y dónde colocar las manos para la reducción de una mandíbula dislocada. Para las luxaciones de clavícula y omóplatos, recomiendan colocar al paciente en posición decúbito supino y abrir los brazos para lanzar los omoplatos hasta que la parte dislocada encaje en su sitio correcto. Muchas de las prescripciones, como la corrección de luxaciones, sorprenden por su extraordinario éxito, lo que evidencia el grado de conocimiento anatómico y funcional alcanzado.

La medicina y la magia

A los ojos de la gente, el médico era ante todo un maestro en el arte de curar, que podía curarlo todo, incluso los males del amor. En los casos en que la dolencia no podía ser tratada, se colocaba al enfermo lo más cerca posible y se dejaba su curación en manos del Supremo Guaritrix.
Instrumental médico, grabado en el templo de Kom Ombo

Instrumental médico, grabado en el templo de Kom Ombo

Asumieron que la enfermedad era casi siempre el resultado de poderes hostiles al hombre: trauma, comida, clima, animales –gusanos, insectos, serpientes–, poderes ocultos y no reducibles a un examen objetivo (religión de los dioses, malas acciones de los enemigos, venganza de los muertos). Ante este planteamiento era necesario recurrir a poderes no racionales. La medicina y la magia estaban muy relacionadas. Los egipcios se protegían de los males, especialmente de los hechizos y la mala suerte, e incluso de algunas enfermedades, por medio de amuletos como ornamentos. El ankh –símbolo de la vida– fue uno de los más populares.
Un cirujano podía intervenir ante una lesión visible, pero aun con los instrumentos en la mano, impotente ante una fiebre que denotaba alguna enfermedad no exteriorizada, se convertía en hechicero y practicaba extraños rituales. Uno oral, recitando largos e incomprensibles salmos, salpicados de nombres de dioses, elevando a veces el tono de la voz, según los movimientos del cuerpo. Otro físico, desde la imposición de manos hasta la administración de preparados orales.
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