
Leónidas en las Termópilas, por Jacques-Louis David, 1814
Picotazos de historia
Los tespios, los olvidados héroes del desfiladero de las Termópilas
La figura de Leónidas al frente de sus trescientos espartanos nos sigue llenando de emoción, pero en esa lucha final, sin esperanza, no estuvieron solos
A principios del mes de Metagitnión, «el mes de fiesta de las mudanzas» en el calendario ático, equivalente a nuestro agosto-septiembre, se libró la conocida batalla de las Termópilas. Todo el mundo conoce su historia, es uno de los hechos icónicos de la historia de occidente: el sacrificio voluntario de unos cientos de individuos por un concepto abstracto –¿libertad, independencia, ley...?– y un beneficio común. Los sucesos, contados por primera vez por Heródoto en sus Historias, no han perdido un ápice por el tiempo y la figura del Rey espartano Leónidas, al frente de sus trescientos espartanos, nos sigue llenando de emoción. Pero en esa lucha final, sin esperanza, no estuvieron solos los espartanos: junto a ellos formaron quinientos tebanos –renuentes y forzados, más rehenes que voluntarios– y setecientos hoplitas tespios bajo el mando de Demófilo.
La historia ha sido muy injusta con Tespia
Los prisioneros que tomaron los persas fueron, sobre todo, tebanos, algún tespio y ningún espartano. Al año siguiente, en la batalla de Platea, Tespia mandó 1.800 soldados de infantería ligera. No mandó hoplitas (infantería pesada) porque no los tenía. Todas las armaduras, posesión preciosa que se legaba los hijos, se perdieron en las Termópilas.
La historia ha sido muy injusta con Tespia. Esparta sacrificó, bien es cierto que liderando y dando ejemplo, a un 3 % de sus ciudadanos de pleno derecho en edad militar; Tespia a un tercio de ellos, que formaban la totalidad de sus ciudadanos más acomodados: aquellos que podían permitirse la panoplia de un hoplita.
Esparta dio ejemplo de sacrificio, Tespia lo sacrificó todo pero... ¿quién se acuerda de los tespios?

«En memoria de los setecientos tespios», se puede leer en la placa
En 1997, el Gobierno de la República de Grecia, levantó, en el desfiladero de las Termópilas, junto al monumento a Leónidas y al epitafio de Simónides, una estatua de bronce en recuerdo de esos relegados por la historia.