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09 de mayo de 2024

El barco Hughes Glomar Explorer

El barco Hughes Glomar Explorer

Cuando los americanos «robaron» un submarino soviético

La CIA diseñó el Proyecto Azorian para recuperar del fondo del océano Pacífico un sumergible que había naufragado por causas desconocidas

Probablemente lo último que escuchó la tripulación del submarino soviético K-129 el 8 de marzo de 1968 fue una explosión que los envió al fondo del océano Pacífico. El K-129 había zarpado de su base el 24 de febrero y, tras llegar a aguas profundas, realizó una inmersión de prueba, retornó a la superficie e informó por radio que todos los sistemas funcionaban con normalidad. Comenzó entonces su patrulla de combate que debería haber durado hasta el 5 de mayo.
Aunque el submarino estaba operando en modo furtivo, no se había comunicado con su base en dos ventanas temporales previamente acordadas. En consecuencia, la flota soviética comenzó una frenética búsqueda del sumergible, que portaba misiles balísticos.

El plan de la CIA

Sin embargo, el Sistema de Vigilancia Sónica de la Armada estadounidense había registrado la explosión, lo que permitió a los americanos determinar de forma muy aproximada la ubicación donde se había producido naufragio, a algo más de 1.500 millas al noroeste de archipiélago de Hawái. La Oficina de Inteligencia Naval era consciente de que el K-129 podía proporcionar muy valiosa información sobre los misiles nucleares soviéticos, sus códigos de seguridad y otros sistemas. En consecuencia, el gobierno de EE.UU. decidió mantenerse en silencio y esperar acontecimientos.

El K-129 podía proporcionar muy valiosa información sobre los misiles nucleares soviéticos, sus códigos de seguridad y otros sistemas

El submarino K-129, con número de casco 722, navegando en torno al año 1968

El submarino K-129, con número de casco 722, navegando en torno al año 1968

Los soviéticos continuaban buscando el submarino en las rutas habituales de patrulla de sus sumergibles. Pero, tras semanas de búsqueda sin resultados, las operaciones de la Flota del Pacífico soviética fueron retornando de forma gradual a la normalidad. Todo indicaba que habían abandonado la búsqueda.
Ésta era la ocasión que la CIA estaba esperando. Se diseñó una operación encubierta para recuperar el submarino soviético del fondo del lecho marino.

Vehículos submarinos de rescate

Hasta la aparición durante la Guerra Fría de submarinos capaces de lanzar misiles nucleares, la Armada estadounidense no había prestado excesiva atención a las profundidades del océano. En 1960 se había enviado un batiscafo tripulado por dos hombres al abismo Challenger, el punto más profundo del lecho marino a casi once kilómetros de la superficie. Pero los altos mandos de la Armada habían priorizado la construcción de una poderosa flota nuclear siguiendo los postulados del almirante Hyman Rickover.
Pero un fatídico 10 de abril de 1963 dichas prioridades cambiaron tras la pérdida del submarino de ataque USS Thresher y de los 129 hombres a bordo. Se trataba del primero de una nueva serie de submarinos con propulsión nuclear, rápidos y silenciosos. Tras su hundimiento durante las pruebas de inmersión profunda, la Armada estadounidense descubrió que no disponía de un vehículo de rescate capaz de sumergirse más allá de unos 250 metros.
Halibut con Diamond Head al fondo a finales de 1965

Halibut con Diamond Head al fondo a finales de 1965

Los proyectos que comenzaron a raíz de este suceso llevaron a reciclar un anticuado y poco agraciado submarino nuclear llamado Halibut. Una inversión de setenta millones de dólares permitió que este sumergible albergara un vehículo robotizado equipado con lo último en cámaras, luces estroboscópicas, radar y sonar.

Comienza la búsqueda

El 15 de julio de 1968 el Halibut zarpó de Pearl Harbor con una misión que únicamente conocían un puñado de especialistas técnicos y tripulantes del sumergible: iban en busca del K-129 soviético. El resto de la tripulación sólo sabía que estaban participando en un «proyecto especial». De hecho, al técnico de fotografía no se le indicó qué debía buscar al revelar las fotos: sólo se le pidió que avisara al capitán si veía «algo inusual».
Tras más de once semanas de búsqueda, el técnico de fotografía examinó la película recién revelada y supo que había visto «algo inusual». Inmediatamente llamó al capitán para decirle que habían encontrado lo que buscaban. La primera imagen mostraba parte de un submarino con cuatro periscopios extendidos. Otras fotos mostraban que la embarcación se había partido en dos. También aparecieron restos humanos.

Nace el Proyecto Azorian

La CIA decidió construir un sistema de captura que desde el interior de un barco descendería, atraparía el submarino soviético y lo llevaría hasta la superficie para colocarlo en un contenedor oculto. El mayor problema era que la eslora del buque debía ser cercana al doble de la longitud de un campo de fútbol. Por tanto, era necesario buscar una tapadera para engañar a los soviéticos… y al resto del mundo.
Proyecto Azorian

Proyecto Azorian

Se decidió contratar a la empresa Global Marine para diseñar y fabricar el enorme barco, mientras que Lockheed fue la elegida para construir el sistema de captura. El nombre en clave de la operación sería Proyecto Azorian. En una conferencia de prensa se anunció a bombo y platillo que el excéntrico millonario Howard Hughes, único propietario de Hughes Tool Company, había decidido invertir en un jugoso negocio: la extracción de nódulos de manganeso del fondo del océano. Nadie puso en cuestión tan elaborada y extravagante tapadera. El barco se llamó Hughes Glomar Explorer.

Recuperación del submarino

El Hughes Glomar Explorer no llegó al punto donde había naufragado el K-129 hasta el 4 de julio de 1974. El equipo de recuperación logró capturar la mayor parte del submarino y llevarlo hasta la superficie. Sin embargo, mientras lo izaban, un gran trozo del sumergible se desprendió, volviendo a caer al fondo del océano.
Se desconoce exactamente lo que la CIA pudo recuperar a través del Proyecto Azorian, pero la propia agencia considera que la operación fue uno de los mayores golpes de inteligencia de toda la Guerra Fría.
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