El día que Estados Unidos anuló la Ley Seca
John D. Rockefeller, en 1932, afirmó que «en general ha aumentado el consumo de alcohol, se han multiplicado los bares clandestinos y ha aparecido un ejército de criminales»
Estados Unidos tuvo que cambiar la Constitución para prohibir el consumo de alcohol. Esto ocurrió el 16 de enero de 1919, cuando el Congreso estadounidense aprobó una enmienda, presentada por A.J. Volstead, por la cual se prohibía la fabricación, venta o transporte de licores intoxicantes para bebidas. No fue hasta el 5 de diciembre de 1933 cuando se ratificó una nueva enmienda por la cual se ponía fin a la llamada Ley Seca.
La medida fue un éxito para la puritana Sociedad para la Templanza, que se había creado en 1826. Estos iban por los bares persuadiendo a la gente para que dejara de beber. La medida no sirvió para nada. Todo lo contrario. Uno de sus defensores, John D. Rockefeller, en 1932, afirmó que «en general ha aumentado el consumo de alcohol, se han multiplicado los bares clandestinos y ha aparecido un ejército de criminales».
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En un primer momento, se pensaba que aquella enmienda aliviaría los problemas de alcoholismo en una gran parte de la población inmigrante. También se reducirían los crímenes, la corrupción, que disminuiría la violencia doméstica y bajaría la carga fiscal de prisiones y albergues para pobres. Nada de todo esto ocurrió. Organizaciones mafiosas se adueñaron de la fabricación, distribución y explotación de la industria de los destilados. Aquel noble experimento se convirtió en un gran problema a nivel nacional.
De la prohibición a la corrupción
Que se prohibiera el alcohol y que entraran bandas mafiosas a controlar el mercado supuso que el precio aumentara. También entró en juego la picaresca importando alcohol destilado de México, Canadá y el Caribe. Con lo cual, en la década siguiente a la aprobación de la enmienda 18, el gasto en alcohol alcanzó el 40 % y, en 1922, llegó al 90 %. La gente empezó a consumir alcohol mucho más que antes de la prohibición. En contrapartida, descendió el consumo de cerveza y vino. A nivel financiero, el Gobierno estadounidense dejó de ingresar 500 millones de dólares anuales en impuestos.
Se permitió el consumo de alcohol en los rituales religiosos. Tanto católicos como judíos lo incorporaron. Recordemos que a finales del siglo XIX y principios del XX hubo una gran inmigración que llenó Estados Unidos de tradiciones externas. Entre ellas, el consumo de cerveza, que hasta ese momento había sido una práctica desconocida en las poblaciones protestantes estadounidenses. Durante la I Guerra Mundial se antepuso la utilización de los cereales para alimentar a la población, estando mal visto usarlo para elaborar cerveza. Así, las cervecerías fueron mal vistas y se las retrató como antiestadounidenses.
Como ocurre siempre, ricos y privilegiados lo tuvieron muy fácil para seguir consumiendo alcohol sin ningún tipo de problema. Se dice que el presidente Warren Harding servía en la Casa Blanca alcohol confiscado por el Gobierno. Ahora bien, la Ley Seca coincidió con una era de bonanza financiera. Es lo que se conoce como Años Locos. En aquella época se hicieron famosos Al Capone y Bugs Moran. Capone, a finales de la década de los treinta, controlaba 10.000 bares clandestinos (speakeasies), y dirigía las destilerías y la distribución desde Florida a Chicago.
Anteriormente, hemos comentado que la Ley Seca buscaba reducir los crímenes. Ocurrió todo lo contrario. Si antes de la prohibición había en las cárceles federales 4.000 presos, en 1932 se contabilizaron 26.859. A pesar de que el Gobierno gastaba muchos efectivos en la defensa de la prohibición, la corrupción de las autoridades locales y el rechazo de la población hacía cada vez más impopular la ley Volstead.
Aumento de criminalidad y descenso de ingresos
A partir de ese momento se puso en marcha la maquinaria para acabar con la Ley Seca. En 1932 el Partido Demócrata puso en su programa electoral que, de llegar a la Casa Blanca, la derogaría, lo mismo que hizo Roosevelt en público. También ayudó a replantearse todo esto el crack de 1929, ya que el Gobierno perdía 500 millones de dólares anuales, por lo que anulándola llegarían a las arcas gubernamentales una nada despreciable cantidad de dinero. Era relevante asimismo el hecho social: si se legalizaba se crearían destilerías y, con ellas, puestos de trabajo. Todo aquello ayudaría a crecer la economía norteamericana, muy tocada por el crack.
Franklin D. Roosevelt fue elegido 32º presidente de los Estados Unidos el 4 de marzo de 1933. En ese momento tuvo que poner en práctica lo que había prometido. El 21 de marzo de 1933 firmó el Acta Cullen-Harrison (por Pat Harrison y Thomas H. Cullen). En ella se legalizaba la venta de cerveza que tuviera hasta 3,2 % de alcohol y la venta de vino, siendo aplicable a partir del 7 de abril de 1933. Al firmarla, Roosevelt dijo: «Creo que este sería un buen momento para una cerveza». Aquella acta suponía que los diferentes Estados tendrían que aprobar sus propias legislaciones para legalizar la venta de bebidas bajas en alcohol. Con los años, la aprobación de aquella acta se celebra como el Día Nacional de la Cerveza.
El 13 de marzo de 1933 Roosevelt, en el Congreso, afirmó: «Recomiendo al Congreso la aprobación de legislación para la modificación inmediata de la Ley Volstead, con el fin de legalizar la fabricación y venta de cerveza y otras bebidas de contenido alcohólico que permite la Constitución; y proporcionar a través de dicha fabricación y venta, mediante impuestos sustanciales, un ingreso adecuado y muy necesario para el Gobierno. Considero que la acción es en este momento de la más alta importancia».
Posteriormente, diferentes Estados ratificaron la Enmienda 21 de la Constitución, que a su vez derogaba la Enmienda 18. Esta nueva enmienda fue ratificada por el Senado el 5 de diciembre de 1933 y la aprobaron 40 Estados. Misisipi no legalizó el alcohol hasta 1966 y Kansas prohibió los bares públicos hasta 1987. Actualmente, existen condados que prohíben la venta de alcohol, pero no el consumo. Hay zonas azules que prohíben su venta los domingos. En la nación de los Navajos o en Alaska está prohibida la importación, venta y consumo de bebidas alcohólicas, bajo pena de ser arrestados.