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'Mary Celeste' Diciembre 1872. Obra de Vincent Alexander Booth

Picotazos de historia

El enigma del 'Mary Celeste', el barco fantasma que inspiró a Conan Doyle y fomentó miles de leyendas

La figura del barco abandonado en alta mar —del barco fantasma— ha pasado a ser un motivo muy recurrente en las historias, novelas y películas de terror y misterio. Y todas hacen referencia o mencionan al Mary Celeste

Tal vez el relato más famoso acerca de barcos fantasmas sea el que narra los extraños sucesos relacionados con el abandono del bergantín Mary Celeste, erróneamente denominado Marie Celeste debido a un relato corto publicado por Arthur Conan Doyle, el popular autor de las aventuras de Sherlock Holmes, titulado La declaración de J. Habakuk Jephson.

El bergantín se construyó en los astilleros de Joshua Dewis, en Nueva Escocia (Canadá), siendo botado el 18 de mayo de 1861 y registrado con el nombre de Amazon (Amazonas, en español).

Se trataba de una nave de 30,3 metros de eslora (largo), por 7,8 metros de manga (ancho), y con un desplazamiento de unas doscientas toneladas de registro bruto. Los dos primeros viajes del Amazon no fueron afortunados: en la primera travesía el capitán cayó enfermo y murió; durante la segunda, el Amazon abordó y hundió a un pequeño pesquero a la altura de Maine (EE. UU.) y, al salir de Londres, chocó y hundió a un pequeño velero.

Litografía del 'Mary Celeste', c. 1890

Estos fueron accidentes y sucesos normales en la vida del mar. Los siguientes años no fueron dignos de mención ni sucedió nada que mereciera recordarse, hasta octubre de 1867, cuando una tormenta atrapó a la nave a la altura de la isla de Cabo Bretón, en Canadá. La tormenta zarandeó, inmisericorde, al bergantín, que acabó embarrancado en la costa con graves daños. La compañía propietaria hizo números y decidió que no merecía la pena repararlo, por lo que procedió a su venta en 1868.

El castigado Amazon fue pasando de mano en mano hasta que, en 1872, fue adquirido por un grupo de inversores capitaneados por el empresario Richard Haines, quienes decidieron su arreglo y reforma. Tras pasar por los astilleros, su eslora se había alargado hasta alcanzar los 31 metros, y el calado (parte del barco que va desde la quilla a la línea de flotación) había aumentado a los 4,9 metros. De esta manera, el desplazamiento bruto del navío había aumentado hasta las 283 toneladas. El nuevo capitán del bautizado y registrado como Mary Celeste sería Benjamin Spooner Briggs, quien tenía parte de la propiedad del barco.

Benjamin Spooner Briggs

Briggs era un experto marino perteneciente a una familia de tradición marinera. Inmediatamente se puso manos a la obra para contratar una buena tripulación y aparejar el barco con destino a Génova. En este primer viaje, Briggs estaría acompañado por su esposa y su hija. La tripulación, cuidadosamente seleccionada y competente, se componía de un primer y segundo oficial, el sobrecargo, cuatro excelentes marineros y un cocinero, todos con magníficas referencias.

El 20 de septiembre de 1872, el Mary Celeste estibó en el puerto de Nueva York una carga de 1.701 barriles de alcohol desnaturalizado, pero, debido a diferentes retrasos, no pudo abandonar el puerto hasta el día 7 de noviembre.

El 4 de diciembre, a las 13:00 horas, el bergantín canadiense Dei Gratia avistó al Mary Celeste entre las Azores y la costa de Portugal (el punto exacto son coordenadas que no van a significar nada para la inmensa mayoría de ustedes ni influyen en la narración). Los tripulantes del Dei Gratia observaron que la disposición del velamen del Mary Celeste era extraña y estaba deteriorada; además, su navegación era errática, como si no hubiera nadie al timón. Hicieron señales y, al no recibir respuesta ni observar a nadie en cubierta, se procedió a enviar un bote.

Avistamiento del Mary Celeste

Los marineros del Dei Gratia encontraron la nave vacía. Como les mencioné, el velamen y el aparejo estaban en mal estado, el bote salvavidas había desaparecido y en la sentina se encontraron con poco más de un metro de agua, lo que en modo alguno suponía un peligro para la nave. El libro de bitácora mostraba una última anotación hecha a las 08:00 horas del día 25 de noviembre, que indicaba los resultados de una medición que situaban al Mary Celeste a unos 740 kilómetros de distancia del punto donde lo había encontrado el Dei Gratia.

El registro de la nave concluyó que esta estaba en buen estado, que los objetos y la carga estaban en orden y que había sido abandonada precipitadamente, de forma urgente, sin dar tiempo siquiera a recoger el propio libro de bitácora.

El capitán del Dei Gratia repartió la tripulación de su nave entre ambos bergantines y puso rumbo a Gibraltar, donde arribaron los días 12 y 13 de diciembre. Inmediatamente se notificó lo sucedido a la capitanía del puerto, entre otras cosas para reclamar la propiedad del barco y la carga, según la Ley del Mar. Ante lo inusual y misterioso del caso, la capitanía procedió a la confiscación de ambos (barco y carga) a la espera de la resolución del tribunal competente.

La investigación del tribunal tuvo muchísima repercusión en la prensa de la época. El fiscal general de Gibraltar era un individuo con fama de tozudo e intransigente, de nombre Frederick Solly-Flood. También era público que tenía una desmedida afición al juego, que le había hecho perder su herencia y hacienda, forzándole a vender su bufete de Londres y aceptar el cargo que en ese momento ejercía.

Pues bien, a Solly-Flood se le metió en la cabeza que la tripulación de rescate (la que llevó el Mary Celeste a puerto) había asesinado y hecho desaparecer a las personas a bordo del bergantín con la intención de hacerse con este y con su carga. Por supuesto, en la mente del fiscal general, la tripulación y el capitán del Dei Gratia estaban implicados.

Tanto la tripulación como el capitán fueron minuciosamente interrogados y examinados, pero invariablemente los resultados de las investigaciones no solo fueron exculpatorios, sino que también fueron elogiosos respecto a su comportamiento. Con todo, esto no era aceptable para Solly-Flood, que no paró de presionar al juez hasta que este limitó la recompensa a una pequeña fracción del valor total del bergantín y su carga (un total de 1.700 libras se entregó por el barco y la carga).

Para entonces, la historia se había publicado en toda la prensa y atrapó la imaginación de la gente. Se desarrollaron múltiples teorías, cada una más fantástica que la anterior. En esta situación, Conan Doyle publicó su relato, lo que contribuiría en gran medida a avivar el misterio y darle notoriedad.

El Holandés Errante por Charles Temple Dix (vers 1860)

Tras este misterioso incidente, el Mary Celeste había adquirido una pésima fama. Llegó a Nueva York en 1873, pero permaneció en dique seco durante años, ya que nadie quería navegar en él. Vendido prácticamente por nada, fue bajando de categoría. En febrero de 1879, en Santa Elena, el Mary Celeste perdió a su tercer capitán, al morir este de fiebres durante su travesía.

En 1884, tras años sin una actividad registrada, fue hundido con ánimo de estafar al seguro, el día 3 de enero, al sur de Haití.

La figura del barco abandonado en alta mar —del barco fantasma— ha pasado a ser un motivo muy recurrente en las historias, novelas y películas de terror y misterio. Y todas hacen referencia o mencionan al Mary Celeste.