Españoles en el ejército soviético y rusos en la División Azul. ¿Fieles o traidores?
Hubo españoles que combatieron en Rusia en ambos bandos durante la Segunda Guerra Mundial
Soldados del ejército rojo a comienzos de los años 30
La Segunda Guerra Mundial fue, junto a la Guerra Civil española, una contienda en la que las patrias ideológicas sustituyeron en algunos casos a las geográficas. Uno de los casos más desconocidos son los españoles que sirvieron en el Ejército Rojo, como se denominaba al soviético, y los rusos que sirvieron en la División Azul, la 250ª de la Wehrmacht, formada por voluntarios españoles.
En el primer caso se estima en alrededor de 749 los españoles que participaron en las fuerzas armadas soviéticas, falleciendo la cuarta parte de ellos. La comunidad española en la URSS era de unas 5.000 personas, 3.000 de ellos niños procedentes de las expediciones que desde el norte cantábrico se desarrollaron ante la llegada de las tropas nacionales.
Otros fueron los 200 cadetes de aviación que el final del conflicto español les pilló en cursos de formación en la Escuela Militar de Vuelo nº 20 de Kirovabad y 100 marineros procedentes de los barcos mercantes encargados del abastecimiento armamentístico al Frente Popular. El resto fueron los dirigentes del PCE que, a través de Valencia, pudieron huir ante el golpe de Estado del coronel Casado contra el gobierno de Negrín.
La única unidad formada exclusivamente por españoles será la 4ª Compañía del 1º Regimiento Motorizado de Fusileros, de la Brigada Motorizada Independiente del coronel Orlov, de la NKVD, con 125 españoles. Otros formaron parte de la 5ª Brigada Independiente de Zapadores, quienes son muy citados por sus labores en la retaguardia alemana organizando actos de sabotaje con unidades de partisanos.
Entre los españoles lucharon hijos de políticos famosos, como Rómulo Negrín, hijo del último presidente del gobierno Juan Negrín, o Rubén Ruiz Ibárruri, hijo de Dolores Ibárruri, secretaria general del PCE desde 1942, quien murió en Stalingrado como teniente de una compañía de ametralladoras.
Otros famosos serán Juan Lario Sánchez, el principal as español de la aviación soviética con 27 victorias, y África de las Heras, coronel del KGB, quien inició su labor en España, después en la lucha partisana, y finalmente se estableció en Hispanoamérica, donde fue un elemento esencial en el asesinato de Troski y la formación de redes de espionaje a favor de la URSS.
Entre los más citados por la propaganda y su libro Memorias de un luchador se encuentra Enrique Líster, quien llegó a ser, como agente soviético, general del Ejército Rojo, no sólo en España, sino en la URSS, y destinado como «asesor soviético» en Polonia y Yugoslavia.
En cuanto a los rusos de la División Azul, procedían de la diminuta comunidad de Rusos Blancos que vinieron a combatir al lado de los nacionales en la Guerra Civil española. Todos ellos procedían del exilio belga o francés, trasladándose a España. Historiadores como Carlos Caballero, Christopher Othen y José Luis de Mesa, han escrito sobre ellos.
Su número fue de 128, unos 42 de ellos combatieron en los tercios de requetés, principalmente en el renombrado Doña María de Molina-Marco de Bello, por sus sentimientos contrarrevolucionarios y monárquicos, aunque otros 17 rusos lo hicieron en la Legión, y 14 más integrados en las milicias de Falange.
Al terminar la Guerra Civil, los supervivientes decidieron quedarse en nuestro país y no regresar a Francia, donde sonaban los tambores de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, cuando los alemanes invadieron la URSS en 1941, el general Franco, para salvaguardar la neutralidad española, con aquella particularidad de considerarse neutral frente al conflicto entre alemanes y anglosajones, pronorteamericano frente al expansionismo japonés y proalemán frente al comunismo, el gobierno español autorizó la formación de una división de voluntarios contra el comunismo soviético.
En aquella expedición de más de 18.000 voluntarios se integraron 11 «españoles» de origen ruso, de los que 29 como excombatientes se presentaron voluntarios a servir a su nuevo país. La no admisión del resto fue a causa de que los alemanes únicamente permitieron aquellos que ya hubiesen obtenido la nacionalidad española.
Los tenientes Jorge Von Chevesko Rossen, Nicolás Knwocheya Lubiadoff y Constantino Goguidjonachvili; los alféreces Alí Gurski Mahometov, Nicolás Artujow y Constantino Goncharenko Chudov; los sargentos Basilio Kriwocheya Lubiadoff, Wladimiro Kowaleski Grant y Alejandro Vivikoff; los cabos Nicolás Zotoff Gorochkin, Igor Perchin y los soldados, León Totski Lukin, Sergio Ponomarieff y Jorge Starizky Chacoff.
El primero, Jorge Von Chevesco Rosen, de origen baltenritter, procedía de la Legión, donde había ingresado en los años 20, llegando a subteniente en 1934, y a teniente en 1940, siempre en la VII Bandera. Ingresó como voluntario en la División 250ª (azul), cayendo en combate en febrero de 1942, al frente de su sección.
Al mes siguiente, murió en combate Constantin Goncharenko, veterano del Tercio María de Molina y de la Legión. Ingresó como alférez intérprete del II Batallón del 263 Regimiento de Infantería. Otro fue el teniente Goguidjonachvili, georgiano, que había perdido un ojo en la Guerra Civil española, y que sirvió en el 269 Regimiento de infantería y en la Compañía de esquiadores. Fue uno de los más condecorados al estar en posesión de la Cruz del Mérito de Guerra de 1 y 2 clase con Espadas, Cruz de Hierro de 2 clase, Distintivo de destrucción de carros, distintivo de herido y Medalla de la Campaña de Invierno 1941-1942.
Otro fue el alférez Nicolai Krivocheia, también procedente del Tercio María de Molina y de la Legión, fue responsable de la sección de enlaces del 262 regimiento de infantería, e intérprete de la Plana Mayor del Regimiento, quien contrajo matrimonio con una compatriota que se trajo a España.
El soldado Sergio Ponomarieff protagonizó peligrosas anécdotas al perderse en el frente y recabar información de los campesinos. Ante una medida de tal peligrosidad, respondió en su defensa que los conocía a todos, por hallarse en las tierras expropiadas a su familia.