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'El deber de una madre' por Pieter de Hooch

¿Por qué en la Edad Media se dormía en armarios?

Durante siglos, miles de europeos durmieron en camas-armario para protegerse del frío extremo. Esta práctica, hoy olvidada, revela una forma de vida adaptada al clima

Dormir dentro de un armario fue, durante siglos, una costumbre común en muchas partes de Europa. Tanto en hogares humildes como en casas acomodadas, la gente descansaba en un tipo de mueble conocido como cama cerrada o cama-armario, cuyo diseño respondía a una necesidad concreta: conservar el calor en viviendas frías y poco aisladas.

Hasta principios del siglo XX, esta fue la solución más eficaz para dormir y resguardarse del frío en los hogares de la Europa medieval, que, entre los siglos XVI y XIX, vivió la conocida como «Pequeña Edad de Hielo», un periodo de inviernos especialmente duros y prolongados que explica por qué este tipo de cama-armario resultaba tan útil.

Sin calefacción ni aislamiento térmico, «la cama se convertía en un auténtico refugio», señala la historiadora Nuisia Raridi, especializada en la Edad Media y autora de varios contenidos divulgativos en redes sociales. Las temperaturas eran tan drásticas que las personas se acostaban con varias capas de ropa y mantas, e incluso dormían con gorros o capuchas para reducir la pérdida de calor corporal por la cabeza, según explica Raridi.

Las ventajas de dormir en estas camas-armario

El peculiar diseño de estos muebles no solo ofrecía refugio frente a los duros inviernos, sino que también proporcionaba cierta privacidad. Consistían en una especie de caja de madera que contaba con una puerta con bisagra o corredera, o bien una simple cortina, que permitía a la persona entrar y encerrarse en su interior.

En ocasiones, estas camas cerradas podían estar elevadas o empotradas en un hueco de la pared para evitar la humedad del suelo. Esto, además, permitía ahorrar espacio.

Una postal que muestra una cama-armario de dos pisos

Asimismo, aunque hoy pueda parecernos claustrofóbico, su diseño protegía a las personas de la suciedad del entorno y las separaba del ganado, que muchas veces compartía el mismo techo. Se creaba así un microespacio más higiénico y seguro que dormir al raso en una habitación.

Una manera diferente de dormir

Pero no solo era la cama lo que diferenciaba su manera de dormir. Según un estudio del historiador y divulgador estadounidense Arthur Roger Ekirch, de la Universidad de Virginia, el patrón de sueño dominante durante ese periodo era el bifásico: una forma de descanso dividida en dos fases, con una vigilia intermedia.

De acuerdo con los documentos consultados por Ekirch, la rutina del doble sueño en época medieval consistía en acostarse entre las nueve y las once de la noche y, tras un par de horas, despertarse de forma espontánea para realizar diversas actividades.

«Durante ese tiempo, algunas personas se quedaban en la cama, rezaban, reflexionaban sobre sus sueños, hablaban con sus parejas o incluso comían. Otras, en cambio, se levantaban, hacían tareas o visitaban a sus vecinos antes de volver a acostarse», asegura el investigador.

Tras este parón, denominado «el reloj», las personas retomaban el descanso con el llamado «sueño menor», que se prolongaba hasta el amanecer.