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Don Juan de Austria entra triunfante en el puerto de Mesina en 1571, tras la batalla de Lepanto

Don Juan de Austria entra triunfante en el puerto de Mesina en 1571, tras la batalla de LepantoDominio Público

Don Juan de Austria encarna lo que significaba ser español en el Siglo de Oro, según Marcelo Gullo

«Lo que caracterizaba a un español –y todos en Europa lo sabían– era su valentía. Es decir, un español no se rendía nunca. Jamás», reflexionó el académico argentino

El 7 de octubre de 1571 tuvo lugar la mayor batalla naval de la historia moderna, «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros», escribió Miguel de Cervantes. Las naves turcas se habían propuesto el control del Mediterráneo occidental y desde hacía años las costas españolas e italianas estaban cada vez más amenazadas. Por ello, ante el creciente peligro, España, Venecia y los Estados Pontificios formaron una alianza para enfrentarse a la armada turca y detener su avance.

De esta manera nació la Liga Santa y tras concentrarse en Mesina, la armada cristiana zarpó hacia aguas griegas a mediados de septiembre de 1571. Chipre acababa de caer en manos otomanas tras la capitulación de Famagusta, pero cabía la posibilidad de derrotar a la flota turca atracada en el golfo de Lepanto, al este de Grecia.

La batalla de Lepanto

La batalla de LepantoRoyal Museums Greenwich

¿Pero cuál fue la transcendencia de la batalla que se libró en Lepanto? «Salvó a Europa de caer en manos musulmanas», sentenció el politólogo y autor de numerosas obras contra la Leyenda Negra, Marcelo Gullo, durante el encuentro organizado por la Fundación NEOS en el Hotel Hyatt Regency Hesperia Madrid. Pero aquella misión necesitaba de un líder capaz de aunar a todos los distintos hombres que conformaban la Liga Santa. Tal carga recayó en un joven de 24 años: D. Juan de Austria.

«La Virgen garantizaba su victoria»

Según relató el autor de Lepanto. Cuando España salvó a Europa, el Papa Pío V había pensado en un francés para liderar la armada cristiana, pero, tras celebrar Misa cambió de parecer. Al leer el Evangelio se detuvo en la frase: «Hay un hombre llamado Juan». El Pontífice volvió sobre esa frase una vez más, «como masticando las palabras», comentó el académico argentino. «Vuelve a leer una tercera vez, pero esta vez, cuando lo lee, levanta los ojos hacia una Madonna, a una Virgen que él tenía, y le dice a la Virgen: ‘Ya entendí’. Al salir de Misa, el Papa Pío V dijo que el jefe de la Liga Santa sería don Juan», contó.

Pío V orando ante la estatua de Santa Catalina durante la Batalla de Lepanto

Pío V orando ante la estatua de Santa Catalina durante la Batalla de Lepanto

Al oír esto, muchos dudaron de la decisión del Santo Padre. Don Juan tenía apenas 24 años, con poca experiencia. Había otras personas con mucha más experiencia en batallas navales, «pero el Papa fue terminante: Don Juan de Austria sería el jefe de la Liga Santa». Tras esta decisión, según relató Marcelo Gullo, el Papa envió tres mensajeros para comunicar a Don Juan «que pelease bajo cualquier circunstancia, que no dejase de combatir, aunque las circunstancias fuesen absolutamente desfavorables, porque la virgen le garantizaba la victoria».

Pero la grandeza de don Juan se encuentra en saber conducir a todos aquellos hombres. No solo era una cuestión de táctica militar, sino de moral: «El Papa le da instrucciones de convertir a esos hombres en hombres de absoluta fe. Porque se una fe con otra fe», advirtió el politólogo durante la presentación de su libro.

Entendiendo a la perfección las indicaciones del Papa, don Juan logró explicar la importancia de la causa a sus hombres. Y no solo consigue que esa «panda de salvajes» rece y comulgue antes de la batalla, sino que «esa gente termina teniendo un espíritu religioso». Es decir, convierte a esa flota en «una flota de hombres que están dispuestos a combatir sin tenerle miedo a la muerte», afirmó Gullo.

Don Juan, un ejemplo permanente

Pero todo aquello no habría sido posible sin el carisma de don Juan, que «da el ejemplo permanentemente». Por ello, el académico considera que el joven infante «sintetizaba lo que era ser español en esa época». Y no solo porque hablara español y fuese católico, sino porque «practicaba el bien común, buscaba la verdad y la belleza». Y, además, «lo que caracterizaba a un español –y todos en Europa lo sabían– era su valentía. Es decir, un español no se rendía nunca. Jamás», reflexionó.

Don Juan de Austria armado, de Alonso Sánchez Coello. 1567. (Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid)

Don Juan de Austria armado, de Alonso Sánchez Coello. 1567. (Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid)

En aquella época, el español era consciente de que «había nacido para practicar el bien, buscar la verdad y la belleza… Morir con dignidad. Ahora bien, morir como un cobarde, eso nunca. Y don Juan era la quintaesencia de eso», sentencia.

Con todo ello, su estrategia, centrada en atacar de forma decidida el centro de la flota otomana, resultó clave. Bajo su mando, la Liga Santa consiguió una victoria que no solo desmanteló gran parte del poderío naval turco, sino que también restauró la confianza en las fuerzas cristianas, muy golpeadas tras las derrotas de los años anteriores.

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