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19 de abril de 2024

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Banderas de la OTAN y de la Unión EuropeaAFP

75 días de guerra

La OTAN resurge con fuerza gracias al expansionismo ruso en Ucrania

La Alianza Atlántica ha cobrado un inesperado protagonismo debido a la invasión rusa de Ucrania y la deriva belicista del Kremlin

La OTAN está viviendo una segunda edad dorada: ha renovado su prestigio, ha regresado al centro del mapa de la geoestrategia y tiene en su horizonte cercano una nueva y decisiva ampliación con la incorporación de Suecia y Finlandia.
Este inesperado rejuvenecimiento de la Alianza Atlántica en un momento en que algunos de sus miembros comenzaban a plantearse su viabilidad, sobre todo después de las duras críticas vertidas por el expresidente Donald Trump durante el tiempo en que residió en la Casa Blanca, ha sido posible gracias a las agresivas políticas del presidente ruso, Vladimir Putin.
La invasión rusa de Ucrania ha convencido a los 30 miembros de la OTAN, y a los países de su órbita, de que la Alianza es más necesaria que nunca al abrigo del artículo 5 del Tratado de Washington que consagra el principio de defensa mutua.
Cierto es que la OTAN nació 1949 en el contexto de la Guerra Fría para garantizar la seguridad de las democracias occidentales frente a la amenaza del comunismo expansionista soviético.
Pero no es menos cierto que las agresiones actuales de Rusia a los países de su entorno demuestran que la amenaza rusa a la democracia no ha desaparecido a pesar de la caída de la Unión Soviética.
La OTAN se ha revelado de este modo como el más poderoso instrumento disuasorio frente a las amenazas expansionistas del Kremlin.
En un ejercicio de historia ficción cabría preguntarse si Rusia habría invadido Ucrania si ésta hubiera ingresado en la Unión Europea y en la OTAN.
Sin embargo, es una pregunta muy presente en los gobiernos de Suecia y Finlandia, que podrían dejar atrás su tradicional neutralidad e ingresar en la Alianza para evitar posibles agresiones rusas.
También los países europeos, reacios hasta ahora a aumentar su presupuesto en defensa hasta alcanzar el mínimo del 2 % de su PIB exigido por la OTAN, han decidido que es hora de ponerse las pilas y asumir con seriedad los compromisos adquiridos con la Alianza.
No son pocos los países europeos que han visto, a la luz de la amenaza rusa, que sus ejércitos están mal financiados, a veces mal equipados, o escasos de material y vehículos, y que podrían no ser capaces de hacer frente a un desbordamiento de la guerra ucraniana más allá de sus fronteras.
Los países europeos se han relajado durante años al sentirse seguros bajo el paraguas nuclear de Estados Unidos, que les permite su membresía a la OTAN, y han financiado sus poderosos estados del bienestar a costa de dejar raquíticos sus presupuestos de defensa.
Según el periodista de The Guardian, Thomas Meany, los estrategas del Pentágono incluso han retomado la vieja idea de superar los marcos geográficos atlánticos y comenzar una expansión de la OTAN en el Pacífico por medio de una franquicia.
La medida estaría justificada por el expansionismo de China, que amenaza la soberanía de Taiwán, Japón, Filipinas, Vietnam o Australia.
En ese sentido, la alianza Aukus, de la que forman parte Estados Unidos, Reino Unido y Australia, podría ser un punto de partida.
No en vano, la OTAN ha invitado a Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur a su próxima cumbre en Madrid prevista para finales del mes de junio.

Período de redefinición

Tras la caída de la Unión Soviética, la OTAN atravesó un período de redefinición. La principal amenaza para sus miembros había desaparecido, lo que afectó a la identidad y finalidad de la Alianza.
El presidente George H. W. Bush llegó a la conclusión de que la nueva Federación Rusa presidida por Boris Yeltsin no constituía una amenaza.
Sin embargo, la posibilidad de que, desaparecido el enemigo soviético e iniciada la democratización de los países del bloque comunista, Europa tratara de constituir sus propias estructuras de seguridad y defensa al margen de la OTAN, sí que suponía un desafío.
Bush, y su sucesor, Bill Clinton, vieron entonces como una prioridad consolidar la presencia de la OTAN en Europa y aumentar el compromiso de sus socios europeos.
Es así como iniciaron los sucesivos procesos de ampliación en Europa oriental. En 1999 ingresaron la República Checa, Hungría, Polonia y Bulgaria. En 2004, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia, Albania y Croacia. En 2017, Montenegro y, en 2020, Macedonia del Norte.
Las guerras en los Balcanes en el contexto de la desintegración de Yugoslavia mostraron la necesidad de la OTAN en el mundo post soviético y asentaron las bases de su evolución futura.
Los conflictos en Irak y en Afganistán supusieron un nuevo reto, tanto por tratarse de conflictos que implicaban directamente a Estados Unidos como por la poca popularidad de ambas campañas.
Precisamente, el enquistamiento de ambas guerras planteó una redefinición de la identidad de la Alianza, un proceso en el que la OTAN se encontraba inmersa cuando Putin decidió que quería pasar a la historia como el nuevo «Zar» que amplió las fronteras de Rusia e invadió Ucrania.
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