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19 de mayo de 2024

Ataque ucraniano drones Moscú

Un edificio del centro financiero de Moscú dañado por un ataque ucraniano con dronesAFP

551 días de guerra en Ucrania

Rusia asume que no puede detener los drones ucranianos y se resigna a los ataques diarios

La población de Moscú trata de acostumbrarse a los ataques con drones ucranianos en medio de la indiferencia por la guerra

El goteo de ataques de drones ucranianos contra objetivos rusos, y en particular contra Moscú, es incesante.
Sin ir más lejos, este mismo martes el Kremlin aseguró que las defensas antiaéreas derribaron dos drones ucranianos en las regiones de Tula y Belgorod. Según el ministerio de Defensa, no hubo daños ni víctimas.
Lo cierto es que el gobierno ruso, y la población civil, ya han asumido que la lluvia de drones ucranianos es una consecuencia inevitable de la invasión rusa de Ucrania.
Y han asumido también que las fuerzas rusas son incapaces de poner fin a los ataques y que las defensas antiaéreas en el mejor de los casos son capaces de interceptar algunos de los drones, pero no todos, y que los escombros de dichos drones derribados caerán inevitablemente sobre objetivos civiles de forma descontrolada.
Según informó Afp, los habitantes de Moscú se han adaptados a los ataques casi diarios de drones ucranianos.
A pesar del goteo incesante de ataques, la población de la capital rusa sigue viendo la guerra de Ucrania como un conflicto lejano que poco tiene que ver con ellos.
Las autoridades rusas han impuesto la normalidad en Moscú. Conscientes de que la mayor parte de la población rusa se concentra al oeste de los Urales y, en particular, en las áreas metropolitanas de Moscú y San Petersburgo, ha tratado de aislar a estas poblaciones de la guerra.
Las campañas de reclutamiento han pasado de puntillas por ambas ciudades, centrando sus esfuerzos para conseguir nuevos combatientes en lejanas y empobrecidas regiones del extremo oriente ruso.
Ucrania trata de romper esa burbuja y llevar la guerra a los barrios acomodados de Moscú con su estrategia de ataques con drones. Entre sus objetivos predilectos está el centro financiero de la capital rusa, donde los drones han logrado alcanzar varios rascacielos.
Pese a todo, los moscovitas no parecen asustados. «No tengo miedo», dice con sus gafas de sol Tigran, un arquitecto de 40 años, en frente de un café a Afp.
Está satisfecho con los pocos daños causados por los aparatos. «Me siento muy tranquilo y en general seguro», apostilla.
Otros moscovitas piensan lo mismo y su principal preocupación es continuar su vida con toda normalidad.
«Hay suficientes tropas y equipos» para responder a los ataques, sostiene Konstantin, un jubilado de 70 años.
Lo único que le preocupa es su GPS, que no funciona bien desde que empezaron los ataques, sin duda por la interferencia de la defensa rusa.
«Es difícil moverse por Moscú sin navegador satelital, lo demás no importa», afirma. Para analistas rusos, la escala de estos ataques sigue siendo pequeña como para que tenga alguna repercusión.
«Por supuesto que las autoridades quieren minimizar (el efecto) y detener» los ataques, asegura el experto militar pro Kremlin Alexander Khramchikhin.
Pero, sobre todo, dice, «la escala de estos hechos no es suficiente para preocupar seriamente a la población de una megalópolis. Estos atentados tienen un efecto microscópico para una ciudad de 12 millones de habitantes».
El mismo análisis hace Vassili Kashin, director del centro de investigación geopolítica de la Escuela Superior de Economía de Moscú.
«Probablemente (esos ataques) buscan levantar la moral (de los ucranianos). Eso es todo», afirma, señalando que Ucrania es alcanzada por misiles mortales todos los días.
«La relación (de la población rusa) con la guerra no ha cambiado con los drones sobre Moscú. De lo contrario, daría lugar a llamados a una guerra aún más dura», agrega el experto.
«Hay gente que traiciona a su patria», sostiene Venera, de 50 años, quien teme que haya «compatriotas» que ayudan a Ucrania a atacar Moscú desde suelo ruso.
Pero Venera confiesa que en el fondo tiene miedo, y «creo que todo el mundo tiene miedo y quiere la paz, que la guerra se termine».
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