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27 de julio de 2024

La fotografía del terrorista Satoshi Kirishima en un cartel en las paredes de Tokio

La fotografía del terrorista Satoshi Kirishima en un cartel en las paredes de TokioAFP

Un anciano moribundo confiesa ser uno de los terroristas más buscados durante los últimos 50 años en Japón

La prueba de ADN confirmó la identidad de Satoshi Kirishima, uno de los últimos terroristas de extrema izquierda en paradero desconocido desde la década de los 70

Satoshi Kirishima, a sus 70 años, sabía que iba a morir de forma inminente. Postrado en su cama del hospital Kamakura de Tokio donde ya se le aplicaban paliativos, hizo una confesión terrible al personal sanitario.

Este antiguo trabajador de la construcción reconoció que es un terrorista de la unidad de élite sasori (escorpión) del izquierdista Frente Armado Antijaponés de Asia Oriental, que dejó su huella de terror en los años 70 del siglo XX.

Como miembro de esta organización terrorista, Kirishima había participado en atentados terroristas con bomba en una lucha contra supuestos colaboradores, particulares y empresas, con el régimen imperial que arrastró a Japón a la Segunda Guerra Mundial.

El atentado terrorista más sangriento de esta organización de extrema izquierda fue el atentado con bomba contra la sede de Mitsubishi Heavy Industries de Tokio, donde murieron ocho personas y más de 360 resultaron heridas.

La excusa fue que Mitsubishi había proporcionado suministros a las fuerzas estadounidenses durante la guerra de Vietnam.

Consciente de que el cáncer de estómago que padecía no tenía remedio, Kirishima quiso poner fin a sus 50 años de huida de las autoridades y morir con su propia identidad.

Preguntado a raíz de su confesión por la policía si se arrepentía de su pertenencia al grupo terrorista, afirmó que sí, y pidió perdón.

Durante todos estos años vivió con la identidad falsa de Hiroshi Uchida, empleado de la constructora Fujisawa.

Para evitar ser descubierto, no realizaba transacciones bancarias y siempre pagaba y cobraba en efectivo.

No tenía carnet de conducir, no usaba teléfonos móviles ni seguro médico. De hecho, el tratamiento contra el cáncer lo pagó de su propio bolsillo.

Tras su muerte, la policía confirmó la verdadera identidad de Uchida mediante una prueba de ADN.

Aunque su muerte ha dejado un sentimiento de impunidad entre las familias de las víctimas del grupo terrorista, la policía ha podido cerrar una ramificación más de la investigación sobre las actividades de la organización.

La policía trata de averiguar ahora cómo el terrorista pudo permanecer oculto todos estos años y esquivar la investigación contra el grupo.

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