Promoción de Netflix de la docuserie La desaparición de Amy Bradley
La pista que podría resolver, 27 años después, la muerte en un crucero que inspiró un documental de Netflix
La docuserie La desaparición de Amy Bradley ha devuelto el caso a la primera línea mediática
En el mes de marzo de 1998, Amy Lynn Bradley, una joven estadounidense de 23 años, siguió el ejemplo de miles de personas a lo largo del planeta y decidió embarcarse en un crucero por el Caribe para disfrutar de sitios turísticos y desconectar del bullicio del día a día. No regresó. En la madrugada del 24 de marzo, después de que su padre la viera por última vez cuando el barco se dirigía rumbo a Curazao, se le perdió el rastro.
No había cámaras que pudiesen haber grabado lo que ocurrió, ningún testigo vio nada, nadie sabía dónde había podido ir o qué le podía haber pasado. Su familia denunció su desaparición y el FBI ofrece una recompensa de 25.000 dólares, lo que ha llevado a multitud de pistas falsas sobre supuestos avistamientos de Bradley a lo largo del mundo en estos años.
Cartel de búsqueda del FBI
El misterio que rodea el caso impulsó a Netflix a crear su propio documental sobre el mismo, La desaparición de Amy Bradley, estrenado el pasado mes de julio y que explora las teorías sobre el suceso y la búsqueda familiar de las respuestas.
Este nuevo producto audiovisual ha devuelto al caso a la primera línea mediática, aunque muchas personas llevan más de dos décadas investigando sobre lo ocurrido aquella fatídica noche. Uno de ellos es James Renner, autor del libro True Critic, que, en una entrevista con el periódico británico The Sun, sostiene que hay una pista clave que el documental ha omitido.
Según relata el padre en el documental, vio por última vez a Amy en el balcón de su camarote a las 5:30 de la madrugada, pero, cuando volvió a mirar media hora después, ya no estaba. En este momento, Renner destaca que la puerta del balcón se encontraba entreabierta, mientras que el resto de la familia sugiere que salió de la habitación sin avisar. Para Renner, la clave está en la norma que establecen los cruceros de no abrir la puerta del camarote si la del balcón también está abierta, ante el riesgo de que se creen corrientes de aire. «No puedes salir tranquilamente del camarote con la puerta del balcón abierta, habría despertado a todos», explica.
Ya después de la desaparición de Amy, durante el registro de su habitación, el FBI encontró huellas de las palmas de las manos en la barandilla y marcas de sus pies contra la puerta del cristal. La joven, que además se encontraba en un duro momento emocional —dudaba entre confesar a sus padres su homosexualidad— y había bebido mucho durante la noche, podría, según la hipótesis del autor, haber actuado por impulso y saltar al mar, muriendo en las aguas del mar Caribe.