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CrónicaEduardo ZalovichTel Aviv

Pese a los halagos de Trump, Netanyahu está al borde del abismo político

Tras el acuerdo impuesto por el presidente de Estados Unidos los partidos ultranacionalistas van a retirarse de la débil coalición de Gobierno. La perspectiva es el adelanto de las elecciones para marzo o abril

El primer ministro israelí, Benjamín NetanyahuEFE

Podría pensarse que los triunfos bélicos de Israel en estos dos años de guerra favorecerían a su primer ministro. Desbaratar a la milicia islámica Hezbolá, destruir con apoyo americano el programa nuclear iraní y debilitar al máximo a los terroristas de Hamás han sido logros militares y de inteligencia enormes.

Mas para un país de 10 millones de habitantes y cuyo ejército se nutre de reservistas. La clave es la motivación: si pierden una guerra el Estado desaparece y lo sustituye un califato. Y los judíos han aprendido de su historia. Como decía Golda Meir a políticos extranjeros «preferimos vuestras críticas a las condolencias.» Sin embargo, la ciudadanía israelí está indignada con Bibi Netanyahu.

La coalición actual de gobierno llegó a sumar 68 diputados en un parlamento (Knesset) unicameral de 120 legisladores. Sin embargo las características del espectro político israelí son atípicas, es decir que las alianzas no siempre funcionan por afinidad ideológica.

Coalición débil

Actualmente el gobierno de Netanyahu lo integran el partido Likud (nacionalista conservador) al que pertenece el premier, dos partidos ultranacionalistas y dos «jaredim» (religiosos ultraortodoxos).

Estos últimos se retiraron de la coalición antes de las vacaciones de verano, como forma de presionar su regreso después de las vacaciones.

Son agrupaciones que no se identifican con el Estado sino con la religión, y sostienen que Israel solo debe ser reconocido cuando sea creado directamente por Dios, en la «era mesiánica».

Cabe recordar que el judaísmo ve en Jesús un sabio pero no al Mesías. Por lo tanto, mientras los hebreos esperan su llegada el Cristianismo espera su regreso.

En concreto los «jaredim» no realizan el servicio militar obligatorio y piden ser eximidos del mismo por dedicarse a estudiar en colegios religiosos –«yeshivot»– toda la vida... Y cobrando sus sueldos del Estado. Salvo algunos miles, no han colaborado en la guerra. Y su retiro del oficialismo se debe a su oposición a perder los privilegios mencionados.

No pueden tolerar entregar a los palestinos ni Gaza ni territorios en Judea y Samaria (Cisjordania)

El problema para Netanyahu es que tras el acuerdo impuesto por Donald Trump, los partidos ultranacionalistas van a retirarse del gobierno.

Es para ellos una cuestión de principios, porque no pueden tolerar entregar a los palestinos ni Gaza ni territorios en Judea y Samaria (Cisjordania). Su base electoral no aceptaría cambios en este tema.

En resumen, aunque los partidos «jaredim» están dispuestos a retornar al Gobierno si mantienen sus privilegios, igualmente Bibi perderá su mayoría por el retiro de los ultranacionalistas.

Malestar en la población

Sumemos a esto el enojo popular con el primer ministro, a quien se acusa de no haber preparado a Israel para bloquear el brutal ataque de Hamás, haber desoído las advertencias de inteligencia, perder oportunidades de acuerdo previas y –algo imperdonable para cualquier político– falta de empatía con el dolor de la gente.

La perspectiva es el adelanto de las elecciones para marzo–abril

La perspectiva es el adelanto de las elecciones para marzo–abril. Y las encuestas proyectan un máximo de 51 diputados para la actual coalición de Bibi. Por su parte, la oposición suma unos 65 legisladores.

En este marco, el candidato con mayores posibilidades es Naftali Benet, quien trabajó con Netanyahu y fue premier antes de regreso del Likud. Y las diferencias no son ideológicas, son personales.

Benet no es menos conservador que Netanyahu, es un religioso de línea ortodoxa moderna, con la firme convicción que Israel debe mantener en su poder las zonas claves de Cisjordania y Gaza.