Mantenimiento
Los climas extremos son especialmente perjudiciales para los coches. De hecho, los fabricantes gastan miles de millones de euros en realizar pruebas de sus automóviles en lugares del mundo en los que pueden valorar la respuesta de su mecánica en condiciones extremas de temperatura, ya sea de frío o de calor, por lo que suelen contar con sedes casi permanentes tanto en el Ártico como en el desierto de Arizona o lugares similares.
En estos lugares es posible realizar pruebas de rendimiento con temperaturas entre 50 y menos 50 grados, lo que les permite simular la respuesta de los coches cuando se usan en lugares calurosos o fríos.
De hecho, tal y como confirma RACE en uno de sus informes, el día del año en el que más averías se produce suele ser en verano. Algo lógico si tenemos en cuenta el número de coches que hay en carretera por los desplazamientos veraniegos y los rigores a los que se someten los automóviles.
De la misma forma, los días de calor elevado son especialmente delicados a la hora de pasar la ITV. Hay determinadas partes del automóvil que sufren especialmente, entre ellos los neumáticos, los frenos y los líquidos del vehículo.
En el caso de los neumáticos, los calores excesivos afectan tanto a la degradación de la goma en sí como a la presión del neumático, pues con calor no resulta sencillo medir la presión real con precisión, pues es una maniobra que normalmente debemos realizar siempre en frío.
Las pastillas y los discos de freno también sufren los efectos de la temperatura. El calor provoca que las pastillas reduzcan su eficacia y se calienten con mucha más rapidez. Por si esto fuera poco, el líquido de frenos se calienta con más facilidad y, en este caso, es muy sencillo que el tacto del pedal se vuelva esponjoso y la frenada se alargue, es el temido fading.
La temperatura afecta también al aceite del motor, que se vuelve más líquido y sufre variaciones en su volumen, lo que también puede provocar que tengamos fallos de lubricación e incluso que los sensores den lecturas erróneas.
Por último, la temible prueba de humos puede volverse más temible que nunca. Las variaciones en el volumen de los gases y en la mezcla puede provocar episodios puntuales de elevada contaminación, algo que también ocurre cuando hace mucho frío, días en los que son posibles problemas de emisiones.
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