Fundado en 1910
Menú
Cerrar

Ángel del Río

Ángel del Río (1950-2022)

Muerte de un cronista

Seguía siendo el referente donde espejarnos y buscar consuelo cuando la política y la precariedad de la profesión nos azotaba

Nació en Vallecas en 1950 y ha muerto en Madrid 16 de febrero de 2022

Ángel del Río López

Cronista de la Villa de Madrid

Empezó su carrera periodística en el Ya, de donde pasó a la COPE hasta el final de sus días. Cronista de la Villa de Madrid eraa muy respetado por sus compañeros de profesión.

Era la una del mediodía de ayer. Madrid tan luminoso y velazqueño como la pluma, el verbo de Ángel del Río. Mi amigo nos sonrió, se disculpó ante el alcalde Almeida, con el que estábamos reunidos los cronistas de la Villa en el palacio de Cibeles, porque se marchaba antes de tiempo para acompañar a su mujer, Isi, al médico. Nos sonrió, con esa arma poderosa con la que abrió palacios de gobierno y denunció poblados chabolistas en Madrid. El Ayuntamiento nos había citado para preparar los actos por el cuarto centenario de la canonización de San Isidro. Ángel llevó apuntes, llevó papel, llevó palabra y llevó la ilusión intacta por la memoria de Madrid, como si en lugar de 71 años tuviera 17 y estuviera escribiendo crónicas juveniles en el Ya, donde empezó.
Del Ya a la Cope en 1987 y de ahí, con su voz indubitada, a la casa de los madrileños cada día para reivindicar Madrid, para atizar a los que la negaban, ensuciaban o enterraban. Si eran políticos de allá, sí, y si eran de acullá, también. Los periodistas que echamos los dientes en las calles de Madrid somos un batallón de obreros con heridas de guerra que hemos sindicalizado con orgullo. Y Del Río seguía siendo el referente donde espejarnos y buscar consuelo cuando la política y la precariedad de la profesión nos azotaba.
El infarto que nos arrancó a Ángel del Río no pudo llevarse también sus más de 35 libros publicados, su curiosidad insatisfecha por el callejón del gato, por el Madrid galdosiano, por los gallineros de nuestras vergüenzas, por los errores de nuestra historia, que glosó en un soberbio libro, o por los disparates de la villa de la que fue cronista excelso e infatigable. Tuve el honor de recibir esa distinción de manos de Ana Botella, junto a él, Enrique de Aguinaga, Antonio Castro, Pedro Montoliú, Feliciano Barros y otros compañeros, a los que finalmente se sumó recientemente Constantino Mediavilla. Todos bebíamos de la fuente que manaba inagotable del Río más caudaloso. Ayer nos sonrió cuando abandonaba el Ayuntamiento, con su chaqueta azulona y su moreno envidiable, a prueba de la crudeza de los inviernos madrileños.
Nos conjuramos en la fatídica mañana de ayer los cronistas para vernos pronto. La silla de Ángel del Río estará vacía la próxima vez y la siguiente. Pero no su recuerdo, que sentado en nuestra memoria nos espoleará, bonachón y parlanchín, para recordarnos que un gran tipo le cantó a Madrid con voz de barítono y amor de padre y de maestro. Te echaremos de menos, querido cronista, te seguiremos leyendo, querido Ángel.