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Amelia E. Weaver

Traute Lafrenz (1919-2023)

La última superviviente de la Rosa Blanca

Sus heroicos silencios durante los interrogatorios de la Gestapo sirvieron para salvar las vidas de miembros de la organización antinazi

Nació en Hamburgo (Alemania) el 3 de mayo de 1919 y falleció en Meggett (Carolina del Sur) 6 de marzo de 2023

Traute Lafrenz

Su compromiso antinazi le obligó a suspender unos estudios de Medicina que completó después de la guerra en Estados Unidos, donde se afincó definitivamente y ejerció de terapeuta en diversas instituciones. Volvía con frecuencia a Europa y siempre estaba dispuesta a ofrecer su testimonio sobre sus años en la Rosa Blanca.

El calvario de Traute Lafrenz comenzó el 14 de marzo de 1943, prácticamente tres después de la ejecución de Hans y Sophie Scholl, sus compañeros de la Rosa Blanca. Aquel día se produjo su detención por parte de la Gestapo. La joven estudiante se sobrepuso a sus nervios y no reveló ningún secreto de la organización clandestina durante el inevitable y duro interrogatorio, por lo que fue puesta en libertad. Sin embargo, la alegría fue de corta duración: al mes siguiente, fue de nuevo encarcelada. Esta vez, con carácter preventivo.
Legalmente, tendría que haber abandonado la prisión de Rothenfels (Baviera) en marzo de 1944, si bien la antevíspera la mandó llamar uno de sus guardianes para anunciarle que había una orden de un tribunal que la obligaba a declarar en Münster (Westfalia). Como no llegó el documento, la soltaron. Lafrenz volvió a Münich, y de allí pudo desplazarse primero a Ulm, y más adelante a Hamburgo, su ciudad natal. Nada más llegar, su madre le anunció que habían detenido al círculo local de estudiantes.
Lafrenz regresó a la capital bávara, creyendo que allí estaría en un lugar seguro. Craso error: tiempo le faltó a la Gestapo para presentarse en su apartamento y llevársela de nuevo. La tortura psicológica fue la característica de esa segunda etapa de su calvario. Había momentos en que enviaban para interrogarla a un oficial simpático y de educación exquisita, y otros en los que la amenazaban con los males del infierno si no respondía a preguntas sobre los hermanos Scholl y el resto de integrantes de la Rosa Blanca que aún seguían vivos.
La deportaron de nuevo a Hamburgo. «Nada más llegar», según relató, ya terminada la Segunda Guerra Mundial, a otra hermana de los Scholl, «me llevaron ante mi interrogador Reinhard. Ni siquiera había entrado en la habitación y me gritó preguntándome cuándo había escuchado por última vez emisiones [radiofónicas] extranjeras. […]. Sin interrupción y durante media hora, me hizo acusaciones sobre delitos que supuestamente había cometido y que realmente no había cometido. Además, tenía su propia manera de golpear a uno entre los ojos. No dije ni una palabra más».
«Endurecida y engañada», fue trasladada a otra prisión de la Gestapo en Fuhlsbüttel, donde se repitieron escenas similares. El calvario llegó a su fin en abril de 1945, al ser liberada por las tropas norteamericanas. Lafrenz nunca se quejó de la violencia padecida: era parte de su compromiso a favor de una Alemania despojada del yugo nazi. Un compromiso que vivió, a partir de 1941, en el seno de la Rosa Blanca, repartiendo incansablemente sus folletos antihitlerianos.
El reconocimiento oficial de su heroicidad tardó 74 años en llegar: en 2019, una diplomática destinada en Estados Unidos, país en el que vivió desde 1947, le impuso las insignias de la Encomienda con Placa de la Orden del Mérito de la República Federal Alemana. Lo menos que se podía hacer.