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12 de mayo de 2024

Miguel Ángel Gonzalez

EFE

Miguel Ángel González (1947-2024)

El gato con botas

Era un ángel volador; su agilidad fue estratosférica, basada en una preparación física colosal. Salvó mil veces a su equipo con paradas imposibles

Miguel Ángel icono
Nació en Orense el 24 de diciembre de 1947 y falleció en Madrid el 5 de febrero de 2024

Miguel Ángel González Suárez

Futbolista

Procedente del Couto, militó en el Real Madrid desde 1968 a 1986 y jugó 346 encuentros. Ganó dos Copas de la UEFA, ocho Ligas, cinco Copas de España y una Copa de la Liga. Fue el mejor portero de la Liga española 1975-76. Con España disputó 18 encuentros y los Mundiales de 1978, donde fue titular, y 1982.

Callado, serio, todo lo que decía lo había pensado bien. Era la inteligencia perfecta dentro y fuera del campo. Reflexivo, como buen gallego no daba puntada sin hilo. Se nos ha ido el gato del Real Madrid. El gato de la selección española. Disputó los Mundiales de 1978 y de 1982 y sus paradas frente a Brasil serán recordadas siempre, con ese escorzo volador que detenía balones imposibles. Inolvidable es el paradón majestuoso que realizó frente a Austria en Argentina, en un disparo de Schachnner que el orensano cazó en una estirada que solo es creíble viéndola en el vídeo cien veces. Hoy la volvimos a ver cien veces.
Jugó 18 años en el conjunto blanco y su excepcional preparación física le permitió militar en el equipo hasta los 39 cumpleaños. Era genética, sí, enjuto, delgado, todo fibra. Parecía un leopardo con bigote. Pero tras ese físico había un trabajo concienzudo de entrenamiento que hizo de su cuerpo todo un tendón repleto de potencia y velocidad, un resorte humano.
Nunca vimos un guardameta con tantos reflejos. El Barcelona sufrió mucho ante sus actuaciones sensacionales. Sus rápidas salidas a los pies de los rivales evitaron goles cantados. Maradona, desde el cielo, lo sabe bien.
El Atlético también lo sabe muy bien. El gato decidió la final de Copa de 1975 al detener dos penaltis a Irureta y Salcedo en la tanda definitiva. Su rapidez de movimientos le convirtió en un especialista en despejar los tiros desde los once metros.
Durante sus dos décadas bajo los palos del Real Madrid mantuvo una preciosa competencia con Mariano García Remón. Su duelo fue apasionante, bonito. Como Martina Navratilova decía de Chris Evert, los dos se hicieron mejores porteros porque sabían que el otro también era un gran cancerbero. Ese combate interno fue brillante y supuso que el Real Madrid tuviera a dos colosos en el puesto.
Era un excelente compañero. Nunca criticó a nadie y siempre ayudó a los nuevos que venían. Hacía grupo y esa cualidad se sumó a su categoría como arquero. Tenía el espíritu de unión que el club desea en sus futbolistas. Hacía piña. Era un líder que daba muy buenos consejos.
Recuerdo que realizó una inversión económica que le hizo perder mucho dinero. Regresaba de un partido de Copa de Europa y cuando le comenté el disgusto, me contestó: «Siempre me quedará mi familia y el Real Madrid». Asi fue. La casa blanca fue su otra familia. Estuvo 45 años en ella, hasta su jubilación, llevando a cabo otros muchos cometidos cuando colgó las botas: entrenador de porteros, delegado y gestor de la Ciudad Deportiva.
Desde pequeño supo que su velocidad de reflejos era una virtud que poseían pocos. Allá en Orense comenzó como portero de balonmano. Y él mismo relataba con risas que se escapaba del colegio, el Cardenal Cisneros, para jugar. Lo suyo era el fútbol. Su baja estatura hizo dudar a varios entrenadores de su capacidad para ser el guardameta de un equipo como él Real Madrid. Miguel Muñoz dijo de el al principio que era un «saltimbanqui». De sabios es rectificar y Muñoz le otorgó la titularidad un año más tarde.
Miguel Ángel compensó ese problema de la altura con su agilidad. Se ganó el puesto en la casa blanca. Titular fijo desde 1974, fue el mejor portero de la Liga 1975-76.
Se ha ido un grande de la historia del Real Madrid. El ELA le ha derrotado a los 76 años, una enfermedad que él mismo comunicó hace dos. El gato juega ahora bajo los palos del firmamento, en el cielo. Y allí es también el más rápido.
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