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Almeida se ha columpiado

Retirar una ayuda a una asociación provida para granjearse el apoyo de tres concejales carmenistas no es lo que se espera de él

La Fundación Madrina lleva veinte años en acción, dedicada a dar ayuda a mujeres pobres y a sus niños. Les ofrece desde alimentos a un techo, e incluso formación para poder encontrar un empleo. Es una asociación provida, que con su cooperación con las embarazadas trata de facilitarles una alternativa para que no recurran al aborto.
La asociación cobró popularidad a raíz de un caso de 2018, que reveló la cadena Cope en marzo de 2019. Fue la historia de una peruana de 37 años, que había llegado a Madrid embarazada de gemelos. Vivía con su pareja en una habitación alquilada, pero el tipo la abandonó al descubrir su estado. Ella se vio en la calle, sin piso ni trabajo. Acudió al Samur Social municipal y lo que allí le ofrecieron fue abortar. La dieron de alta en la Seguridad Social apresuradamente y la llevaron a la clínica Dator. Pero ella no quería el aborto. Buscando ayuda a través de internet dio con la Fundación Madrina, dejó plantado al Samur y recibió ayuda inmediata de la organización provida para sacar a sus bebés adelante. Cuando sucedieron estos hechos era alcaldesa de Madrid la muy sectaria Manuela Carmena (puño de hierro en guante de seda). Su primera teniente de alcalde y mano derecha se llamaba Marta Higueras, responsable también de Derechos Sociales y Equidad del Ayuntamiento. Higueras, que antes había trabajado en la administración de Justicia y que en 2017 se declaró lesbiana, se tomó muy mal aquel éxito de la Fundación Madrina.
Andando el tiempo, el carmenismo se fue a pique y se fracturó. La tal Higueras y otros tres concejales discrepantes se marcharon del Más Madrid de Rita Maestre y acabaron apalancados en el Grupo Mixto. Por una carambola de la política, ahora el alcalde Almeida ha recurrido al apoyo de esos concejales carmenistas díscolos para sacar adelante sus presupuestos, toda vez que a diferencia de Ayuso no ha logrado el apoyo de Vox para ello. Pero Marta Higueras lo esperaba con su factura ideológica. Para apoyar las cuentas de Almeida le ha exigido, entre otras cosas, que se retiren las ayudas municipales a la Fundación Madrina y que se haga hija predilecta de Madrid a la doctrinaria novelista Almudena Grandes, algo que el PP había rechazado en el pleno municipal del pasado 30 de noviembre. Haciendo buena la maquiavélica máxima de que «el fin justifica los medios», Almeida ha pasado por el aro y culpa de lo sucedido a no haber contado con el apoyo de Vox, excusa que no sirve, pues él es dueño de sus propios actos.
Mi abuelo paterno solía decir que «todos tenemos un pelo en la nariz». Era su manera de indicar que toda obra humana es imperfecta y eso incluye, por supuesto, a los dos partidos de la derecha española (de la izquierda ya ni hablo…). Uno de ellos tiene el mérito de que es la única formación que da sin ambages la batalla cultural y política contra el intento de imponer un pensamiento único «progresista», amén de su valerosa firmeza contra el nacionalismo separatista. Pero su punto negativo son sus maneras hirsutas, su concepción de la política como un permanente espectáculo, sus soluciones simplistas para asuntos complejos y el hecho de que jamás han gobernado nada, son solo una expectativa. Por su parte el otro partido ofrece experiencia de gestión, éxitos pretéritos en el manejo de la economía, cuadros amplios y un tono moderado, que le permite apelar a una franja más ancha de votantes. Pero su punto negativo es su flojera ante la batalla cultural y moral, un asunto capital para definir nuestro futuro y en el que en la práctica se ha rendido a buena parte de los postulados de la izquierda en materias de ingeniería social. La solución es tan evidente como casi imposible ahora mismo: consistiría en fusionar a ambas familias en un único partido, que combinase la firmeza ideológica de uno con la moderación y capacidad de gestión del otro. No lo veremos, porque hay ya demasiados intereses personales en juego.
La lamentable cesión de Almeida, dejando vendida a la Fundación Madrina y cambiando de opinión sobre la marcha en el tema de Almudena Grandes, señala un importante hándicap del PP: le molesta el debate de los grandes principios morales y muchas veces prefiere optar por lo que hizo el marianismo, por ponerse de perfil. Almeida se ha columpiado en esta ocasión. No ha estado a la altura de lo que se espera de él. En su mano está rectificar y devolver sus ayudas a la Fundación Madrina. De lo contrario, un político que presumíamos valioso corre el riesgo de quedar como otro chisgarabís al que le importa más su ombligo que los principios. Piénselo, alcalde, medítelo a fondo.