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Aire libreIgnacio Sánchez Cámara

Conservadurismo

El conservadurismo es, ante todo, una actitud vital que valora el presente, es decir, la herencia recibida y, por ello, recela, en principio, de los cambios

El conservadurismo vive estigmatizado por el pensamiento radical dominante. Pero una cosa es la valoración crítica libre y otra atribuir a una teoría lo que ella no es ni defiende hasta deformarla y falsificarla.
El conservadurismo está presente en la mayor parte del pensamiento político clásico. Quizá las dos más grandes obras políticas de la Antigüedad sean Las Leyes de Platón y La política de Aristóteles. Ambas se encuentran impregnadas de un profundo sentido conservador. El origen más próximo se encuentra en la reacción ante la Revolución francesa, principalmente en el ámbito anglosajón.
El conservadurismo es, ante todo, una actitud vital que valora el presente, es decir, la herencia recibida y, por ello, recela, en principio, de los cambios. No es, por tanto, primariamente una política. El conservador ama la sociedad en la que nació, esto es, su Patria, su paisaje, arquitectura, costumbres, arte, historia y religión. Y porque ama todo eso, desea conservarlo. Sabe que todo hombre es heredero y nunca Adán. No se opone al cambio, pero invierte la carga de la prueba. Quien aspire a cambiar algo es quien debe demostrar antes que mejorará las cosas. Lo familiar es amable y acogedor; lo nuevo produce tristeza y preocupación. No piensa que el tiempo pasado fue mejor, pero tampoco que el futuro lo será necesariamente. Desde luego, no parece el talante propio de un aventurero.
Esta actitud se revela también en la educación y la enseñanza. Las cosas que valoramos, desde la religión y la ciencia hasta la pesca y la cocina, pasando por la amistad y el arte de la conversación, no se aprenden leyendo un libro o un manual de instrucciones, sino siguiendo el ejemplo de un maestro. Se trata, ciertamente, de una crítica a la filosofía racionalista.
Esta actitud tiene consecuencias políticas. Los valores conservadores son principalmente la continuidad, el orden y la libertad. Someter la realidad a la razón, que suele ser además una razón estrecha y particular, con pretensión de universalidad, constituye un error de fatales consecuencias. Toda utopía es de suyo un error. Toda revolución es también un error. El conservadurismo no es una ideología porque carece de un recetario para resolver los problemas políticos mediante su aplicación. El ideal político no existe y, por lo tanto, no puede encontrarse en ningún libro. Los soñadores son valiosos en muchos ámbitos de la vida, pero no en la política, donde son peligrosos. Como afirma Michael Oakeshott, la política de los soñadores conduce inevitablemente a un choque de sueños. Y, añade, estamos acostumbrados a soportar a los monomaníacos, pero eso no significa que debamos dejar que nos gobiernen. La función de los gobiernos no consiste en la realización de ningún ideal de justicia social, sino en resolver acertadamente los conflictos. Su papel es el de árbitro, y un árbitro no puede ser, a la vez, jugador.
El conservadurismo no es una ideología. El liberalismo, sí. Pero pueden ser compatibles, ya que existe una tradición de la libertad que el conservador puede perfectamente asumir. Muchos conservadores son, a la vez, en cierto sentido liberales. Sí, es preciso distinguir entre conservadurismo y tradicionalismo. El primero no aspira a regresar a ninguna forma social o política del pasado. Mira hacia el pasado para saber quién es, de dónde viene, y al futuro para mejorar la herencia recibida. Con lo que nada, absolutamente nada, tiene que ver en con los totalitarismos fascista, nazi y comunista; a los que aborrece profundamente. A pesar de la falacia populista que pretende que el conservadurismo es un mal que cuando se agrava se transforma en fascismo. Da casi un poco de vergüenza recordar esto, pero así están las cosas en algunos desiertos del pensamiento.
Todas estas ideas se pueden ampliar y desarrollar leyendo el excelente libro de Michael Oakeshott, La actitud conservadora, por lo demás uno de los más grandes pensadores conservadores. El obituario de The Times, afirmó que había que remontarse hasta Edmund Burke para encontrar un pensador inglés comparable.