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El astrolabioBieito Rubido

Otra fiscalidad es posible

A María Jesús Montero la mueve la toxicidad sectaria que impregna todo el sanchismo. Ni ayuda a los más necesitados ni Gobierno de progreso: solo sectarismo y odio

Con frecuencia se habla en España de «reforma fiscal». No hay ministro de Hacienda que se siente en esa poltrona que no aspire a esquilmar todavía más a los ciudadanos. Montoro fue un buen ejemplo y María Jesús Montero es todavía peor. Al primero se supone que le movían las escuálidas cuentas del Estado que el zapaterismo le dejó al PP. Él puso mucho empeño en ello y acabó apareciendo un resentimiento que vaya usted a saber de dónde venía. A la Montero, doña María Jesús, la mueve la toxicidad sectaria que impregna todo el sanchismo. Ni ayuda a los más necesitados ni Gobierno de progreso: solo sectarismo y odio. España, sin embargo, está pendiente de una gran reforma fiscal en la dirección contraria a la que han trabajado los últimos ministros. Entre otras cosas, además de bajar los tipos impositivos y dejar el dinero de los ciudadanos en sus bolsillos, debería respetar desde un principio la presunción de inocencia del contribuyente. Mientras no se demuestre lo contrario, el español que paga a Hacienda tiene razón, como lo evidencia el 80 % de los casos que llegan a los tribunales. Hay que combatir el fraude, sin duda, pero no se puede hacer como aquel párroco que le echaba broncas a los que iban a misa por los que no iban. Además, estoy convencido de que el perverso sistema de incentivos a los inspectores por recaudar de cualquier manera y a toda costa es inconstitucional. Hay que crear una asociación civil que combata semejante perfidia. No se puede incentivar el acoso al ciudadano, ni con los impuestos. Urge una profunda reforma fiscal en este país, pero no la que quieren los sanchistas y la extrema izquierda, ni siquiera la de Montoro. Si España quiere ser una democracia avanzada, que tome nota de lo que ocurrió en esta materia en los Estados Unidos.