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01 de mayo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Ábalos, la punta del iceberg

Siempre habrá un partido de izquierda. Pero si esa izquierda la encarnara en España Podemos o Sumar, la posibilidad de que el centro y la derecha perdiesen el poder sólo dependería de su propia incompetencia. Algo imposible de descartar

Actualizada 01:30

Es evidente que la renuncia de Ábalos a la Presidencia de la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados no desactiva este monumental escándalo del Caso Koldo. Pero tampoco lo haría la renuncia a su escaño. Renuncia a la que comprendo que se resista porque le dejaría sin inmunidad parlamentaria. Son muchos los altos cargos socialistas que participaron en la trama aceptando contratar con una empresa que carecía de experiencia en comerciar con esos productos. De lo que se deduce que contrataron con la empresa de Aldama exclusivamente por las indicaciones recibidas desde el Ministerio de Transportes. La hoy presidente de las Cortes y entonces presidente de las Islas Baleares tiene que explicar por qué su Gobierno firmó con esta empresa el suministro de unas mascarillas que, además, han quedado en un almacén por ser inservibles. Al final habrá que exigir explicaciones similares al hoy ministro de Política Territorial y Memoria Democrática y entonces presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, que se encuentra en idénticas circunstancias a su colega balear. O al todavía ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska o al entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa. Todos ellos participaron, activa o pasivamente en esta gigantesca corrupción del Caso Koldo.
Hay quien sostiene que llamar a éste el Caso Koldo es rebajar la gravedad del asunto, por ser un caso que afecta al partido de arriba a abajo. Un amable lector sugería días atrás que deberíamos llamarlo el Caso PSOE, pero yo creo que eso sería una tautología y podría incluso ayudar a borrar lo que ya hizo el PSOE en el pasado. Empecemos por recordar el Caso Filesa en el que el Partido Socialista creó una trama de empresas (Filesa, Malesa y Time-Export) para hacer frente a los gastos de las campañas electorales de 1989. O, por mencionar sólo dos, el caso de corrupción más grave de nuestra democracia: el escándalo de los ERE de Andalucía por el que han sido condenados dos ex presidentes del PSOE, de la Junta de Andalucía y ex ministros del Gobierno de la nación. Uno de ellos a pena de prisión que sigue sin cumplir alegando enfermedad. Así que yo sí creo que a este escándalo es mejor llamarlo Caso Koldo para poder ir pautando los capítulos del Caso PSOE que es la característica principal de la historia íntegra de esta formación.
Este nuevo escándalo ayuda a explicar la obsesión del sanchismo por el control del poder judicial: se lo están llevado a manos llenas. Y como bien explicábamos ayer en El Debate por la cuenta con 130 millones de euros que tiene la trama de Koldo en Luxemburgo, lo que sabemos hoy de lo que ocurrió con los contratos de la pandemia es la punta del iceberg. Hemos llegado a un punto en que no disimulan sus objetivos. Están colonizando el Ibex y tomando el control de la judicatura para poder instaurar un nuevo régimen.
En este contexto, yo discrepo de los que dicen que hay que rescatar al PSOE del sanchismo. Su historia de corrupción no amerita semejante esfuerzo. El único futuro digno para el PSOE es acabar como sus partidos hermanos de la mayor parte de Europa Occidental: el PSI de Bettino Craxi, el Pasok de los Papandreu o el Partido Socialista Francés de François Mitterrand y otros compañeros de ruta. Ninguno de ellos ha desparecido totalmente, pero todos han caído en una irrelevancia política de la que les será difícil recuperarse. Siempre habrá un partido de izquierda. Pero si esa izquierda la encarnara en España Podemos o Sumar, la posibilidad de que el centro y la derecha perdiesen el poder sólo dependería de su propia incompetencia. Algo imposible de descartar.
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