Fundado en 1910
Vidas ejemplaresLuis Ventoso

O se aplica lejía, o tendremos sanchismo sin Sánchez

Es de temer que todas las aberraciones que está imponiendo ahora el PSOE (amnistía, cuponazo catalán, colonización de la justicia...) perduren cuando caiga

En la era previa a las redes, los folletines en las plataformas y ChatGPT, la parroquia a veces se entretenía con los trabalenguas. Uno célebre reza así: «El cielo está enladrillado. ¿Quién lo desenladrillará? El desenladrillador que lo desenladrille, buen desenladrillador será».

Ese trabalenguas resume el problema que están creando las impensables reformas que acomete el sanchismo para pagar sus deudas con el separatismo y para buscar un imperio perpetuo de la izquierda. ¿Se atreverá el próximo presidente a darle la vuelta al calcetín?

Los zarpazos han sido constantes. Amnistía bendecida por el leal camarada Pumpido. Cuponazo catalán para premiar a los más insolidarios. Quita de deuda al dictado del separatismo. Cesiones de competencias que erosionan las cuadernas del Estado… Y de propina: planes chavistas para controlar la carrera judicial, intervencionismo rampante en las empresas, persecución a la prensa crítica, insultada todos los días por ministros que tachan su trabajo de «bulos ultras» (al tiempo que tres de ellos compran y venden la inmensa gilipollez de que la UCO sopesaba un atentado con bomba lapa contra Sánchez).

¿Quién será el desenladrillador que desenladrille el enladrillamiento de nuestro Estado de derecho? Una vez que Sánchez pierda el poder en 2027 —o en 2031 si la oposición sigue a palos—, ¿va a atreverse el nuevo presidente a revertir sus arbitrariedades?

La amnistía supone una prevaricación política de manual. Sánchez tomó la decisión a sabiendas de que era injusta, pues él mismo negaba esa posibilidad solo tres días antes de las elecciones de 2023 y el PSOE la rechazaba de plano. ¿Por qué cambió de opinión? Pues lo explicó sin ambages ante su partido en una alocución emitida en directo. Allí reconoció que pasó a decir «sí» donde antes decía «no» porque necesitaba comprar con la amnistía el apoyo de Puigdemont (del mismo modo que más tarde le permitió pasearse ufano por Barcelona sin detenerlo).

La Ley de Amnistía, que va a visar de manera exprés el ex jurista Pumpido, hoy fámulo de Ferraz, supone una enorme derrota para los españoles. Se compra el discurso de los separatistas que dieron un golpe contra la unidad de España en 2017. Se da por buena la declaración de una república en Cataluña, el referéndum ilegal, los cortes de autovías con barricadas, la okupación de la estación del AVE y el aeropuerto de Barcelona... Además, supone un desaire a Felipe VI, que realizó frente al desafío sedicioso el discurso de su vida, y se humilla también a las fuerzas de seguridad, los políticos constitucionalistas y los catalanes de a pie que lucharon ante aquel pulso contra España. Por último, la medida rompe la igualdad entre españoles, pues la ley queda en suspenso para algunos si conviene al ombligo de un presidente okupa, que perdió las elecciones y se sostiene sobre escaños de activistas antiespañoles.

El PP habla con contundencia contra la Ley de Amnistía, que tacha de «inmoralidad profunda», «indecencia» y «pago de la investidura». Está muy bien. Pero ahora viene la gran pregunta:

Si su candidato alcanza la presidencia, ¿revertirán la norma… o mantendrán todo más o menos como lo han dejado Sánchez y Pumpido con el argumento de que «ahora no se puede montar un lío en Cataluña»? Si Sánchez logra sacar adelante el discriminatorio cuponazo con el que pagaron el apoyo de ERC a la presidencia de Illa, ¿el PP lo revertirá si llega al poder… o lo dejará estar «porque ahora no se les puede quitar a los catalanes lo que ya se les ha dado? Es decir: ¿Permitiría un Gobierno del PP que se perpetúe una manifiesta injusticia o no?

Esperemos que España cuente con un desenladrillador que deselandrille el muro que ha levantado el PSOE. Si no se hace, Sánchez, Otegui, Junqueras y Puigdemont seguirán mandando en España, pues seguiremos caminando por el sendero que ellos han diseñado. O se limpia la cocina con lejía, o seguiremos en un sanchismo sin Sánchez.