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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Las tripas de la vaca

Esta última noche me ha hecho reflexionar. Y preguntarme si el niño Revilla, en lugar de esperar como un buitre leonado vacas despeñadas para comer sus tripas de carne no lo hizo en los corrales de gallinas para afanar alguna docena de huevos

No acostumbro a leer las entrevistas que le siguen haciendo a Revilla con el Rey Juan Carlos como excusa para que le siga insultando. Pero he hecho una excepción con la que ha firmado en la contraportada de El Mundo Javier Cid. Del mismo modo que me arañó la tristeza cuando supe que Sánchez se había visto en la necesidad de interrumpir su rueda de prensa porque eran las 5 de la tarde y todavía no había comido, entiendo mejor a Revilla. «Yo nací en un lugar donde los niños estábamos esperando a que una vaca se despeñase para coger una tripa de carne, y esa austeridad es la que he mamado». Una manera de perder el tiempo, porque hay vacas que se despeñan, pero no tantas como para aguardar su morrón para conformarse con una tripa de carne. Eso lo hacen los buitres, no los niños. El que fuera joven jefe de Falange en la provincia de Santander, se deshizo, además, de sus bienes más preciados para acceder a la política. Tuvo que vender su barco, en los que pescaba con la camisa azul Mahón de sus amores. Y renunció a dos sueldos que sumaban el equivalente a 60.000 euros para dedicarse a los demás. Su actividad de charlatán en las cadenas de televisión ha aumentado últimamente y es de esperar que esos 60.000 euros perdidos, los haya repuesto con holgura.

Esta última noche me ha hecho reflexionar. Y preguntarme si el niño Revilla, en lugar de esperar como un buitre leonado vacas despeñadas para comer sus tripas de carne no lo hizo en los corrales de gallinas para afanar alguna docena de huevos. Porque vacas que se despeñan no hay muchas y los gallineros abundan. Para que una vaca se desplome de una cumbre a un valle, tienen que suceder muchas cosas. Que la vaca sea tan tonta como yo, tropiece y descienda por el aire y sobre los prados lo suficiente para que Revilla se acerque a ella sin riesgo y le ampute una tripa. No es un método bonito, y requiere mucha paciencia. Al contrario que robar huevos en un gallinero. Se acude a la hora de la puesta, y si el propietario es humano, dejará que el niño hambriento cubra sus necesidades. En el caso contrario, el niño tiene más capacidad para huir que el granjero para echarle mano, y se puede olvidar uno de las vacas despeñadas.

Todo esto es farfolla. El objetivo sigue siendo tener alejado de España a uno de los mejores reyes de su grandiosa Historia. Esa España que nos está robando día tras día una banda organizada que necesitó de los terroristas y los golpistas para instalarse en la Moncloa. Porque Sánchez no ganó las elecciones, sino el PP, pero la resistencia de los partidos conservadores en nuestra nación a entenderse crece intensamente cada día.

En la entrevista de marras, Revilluca vuelve a la carga con calumnias e injurias contra el Rey Juan Carlos, pero no dice una mentira nueva. Se saltan los párrafos groseros y se comentan los sorprendentes. Ahora, en mi obligada inmovilidad me dedicaré a buscar vacas que se despeñen, pero me temo que no voy a ver accidente alguno. Pero en el remotísimo caso de que se produjera el despeñamiento vacuno, lo que jamás haría es llegar hasta su cadáver, abrirlo y comer una de sus tripas de carne.

Semejante mentira y semejante guarrada. Cosas del charlatán mayor del Reino.