Un leal amigo
Y llegó ella. Lo malo es que ella llegó con él, y se creyeron los reyes. Ella era oficialmente tratada de 'presidenta', usaba los bienes del Estado como si fueran suyos y se puso a hacer negocios, comprar cátedras e intervenir en operaciones financieras con el permiso de su marido, el dragón de Paiporta
Bolaños es un amigo de los de verdad. De los que te invitaban a compartir el bocadillo de chorizo en los recreos del colegio, siempre que su parte llevara el chorizo y la compartida, migas de pan. Se sentía incómodo y herido leyendo cada día que sus compañeros aumentaban la relación de reclamados por la Justicia. Ahí es nada; Cerdán, la peoncilla navarra; Ábalos, el puterín galáctico; Koldo, el gordinflón amado; Víctor Torres, el canario coñazo; Armengol, la antiespañola balear; Álvaro García, el fiscal general de la desvergüenza; Begoña Gómez, la inteligente catedrática de la Moncloa; David Azagra, el inefable compositor, director de orquesta y pianista perdido por las calles de Badajoz en busca de su despacho. Y ahora Chivite, la amiga de Cerdán y de Bildu; Marisú, que no lo tiene claro, y me refiero a su futuro; y Pepiño Blanco, y Zapatero, que ya están siendo investigados. Bolaños, milagrosamente, y a pesar de mentir al juez, estaba fuera de toda sospecha. Y se sentía un desagradecido y un desleal. Pero al final, ha conseguido integrarse en la lista por falso testimonio y enchufar con dinero público a la 'asesora' de Begoña Gómez. Y ha respirado tranquilo al enterarse que el juez Peinado ha solicitado al Tribunal Supremo que impute a su excelencia por dos delitos. Esta imputación es, quizá, la más grave. Los anteriormente citados han caído como tontos, en tanto que Bolaños, al menos —y es mucho—, es bastante listo. Quiere estar en la lista antes de que Sánchez forme parte de ella. Y ese cariño solidario con su jefe me parece admirable. Como es socialista, mejor que cariño solidario, cariño sostenible, que los socialistas, los ecologistas, los animalistas y los senderistas, todos en plan menestra, no se apean de lo sostenible ni con una tortura china. «Tenemos que procurar que nuestro proyecto sea sostenible». Y hasta ahora, lo ha sido. Ahora, tiembla.
La esposa de Adolfo Suárez, Amparo Illana, aquella gran mujer, no necesitaba asesoras porque aborrecía la política y se dedicó a ser feliz con su marido y sus hijos. La de Leopoldo Calvo-Sotelo, Pilar Ibáñez-Martín fue una extraordinaria señora, siempre discreta. Carmen Romero, de Felipe González tuvo sus más y sus menos con la política, diputada por Cádiz, y acuñadora de aquel inolvidable «jóvenes y jóvenas». Ana Botella tenía una gran asesora política que no cobraba un euro del Estado, y que era ella misma, Ana Botella, a la que Alberto Ruiz Gallardón le cedió la alcaldía de Madrid. Sonsoles Espinosa, la mujer de Zapatero y madre de las góticas, cantaba en el Coro de la Ópera y no se le conoce otro delito que haberse enamorado de esa piltrafa venenosa, chavista y ahora millonaria. Elvira Fernández Balboa, la esposa de Mariano Rajoy, un modelo de discreción y lejanía de la política. Y llegó ella. Lo malo es que ella llegó con él, y se creyeron los reyes. Ella era oficialmente tratada de 'presidenta', usaba los bienes del Estado como si fueran suyos y se puso a hacer negocios, comprar cátedras e intervenir en operaciones financieras con el permiso de su marido, el dragón de Paiporta que se ha tenido que tragar la carta del secretario general de la OTAN. Ella es la primera de la lista y a partir de ella llovieron las corrupciones sobre la opinión pública.
Con un horizonte penal bastante gris panza de burro, Bolaños se sacrificará por ella, y de no conseguirlo, tendrá asesora también en la prisión de Ávila, porque ella sin asesoras no puede vivir. Y si Bolaños también ingresa en un hostal del Estado, puede pedir el cambio de sexo, decir que es mujer, y pasar la temporada a la sombra asesorando a su idolatrada Begoña de chica a chica. Es capaz de todo por cumplir con su lealtad.
Y yo, como buen español, se lo agradezco, porque España es así, y no tenemos remedio para ocultar nuestra hidalguía.