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HorizonteRamón Pérez-Maura

El estrecho de Ormuz, allí mismo

Hoy sabemos que, en esta breve guerra, con un formato muy diferente al que tenemos en la mente de lo que es una guerra, Irán ha sufrido una derrota demoledora

He tenido la ocasión de visitar el estrecho de Ormuz dos veces. La última fue en diciembre de 2014, pero la más interesante fue la primera en noviembre de 1995. Asistíamos a la celebración de los 25 años del Sultán Qabús en el trono de Omán. Tuve una enorme admiración por aquel déspota ilustrado que sacó a su país de la miseria y lo dejó en la opulencia con un modelo político radicalmente distinto al del resto de los países de la península Arábiga. Por iniciativa de Darío Valcárcel conseguimos que nos permitiesen hacer una visita a Jasab, la costa sur del estrecho, que es un pequeño territorio omaní rodeado de Emiratos Árabes Unidos. Darío y yo viajábamos acompañados de nuestras mujeres Betina Rodríguez Salmones y Clara Isabel de Bustos, de la que mañana se cumplen 22 años de su fallecimiento.

Recuerdo con espanto el comienzo de aquel vuelo. Cuando al facturar van diciendo a cada uno de los pasajeros que te subas a la báscula para pesarte con tu equipaje, te entra cierto canguelo. Y más si eres propenso. El vuelo era en una avioneta a la que se subió un piloto enorme, rubio, ojos azules… al que le faltaba la mano derecha y en la izquierda solo tenía tres dedos. Milagrosamente, llegamos a Jasab.

Pero cuento todo esto porque aquel vuelo sobre el estrecho de Ormuz, a relativa baja altura, fue una espectacular lección de geoestrategia: En pleno vuelo acercándonos al estrecho, vimos amanecer. Y con la luz aparecieron sobre las aguas dos líneas infinitas. Las formaban los petroleros que cruzaban el estrecho en una u otra dirección. Con eso es con lo que Irán amenazó con terminar el pasado lunes.

El Parlamento iraní ordenó cerrar el estrecho. Algo en principio no muy complicado porque en el punto de menor distancia entre Irán y Omán sólo hay dos millas. Han pasado cuatro días y parece que se han olvidado de esa iniciativa. Ciertamente el Parlamento iraní no pinta nada en la República Islámica.

Cerrar el estrecho, desde un punto de vista comercial, era una opción completamente inviable para Irán. Por allí cruza más del 20 por ciento de la producción mundial de petróleo. Un crudo que sale principalmente de Kuwait, Arabia Saudí e… Irán. Como bien explicaba ayer Gustavo de Arístegui en El Debate, «Dado que el 45 por ciento del petróleo que abastece a China proviene del Golfo, es inconcebible que Pekín permita a sus aliados iraníes jugar con su suministro energético, vital para su economía». Era imposible que Irán actuase contra su aliado chino.

En el aspecto del Jasab que conocimos en 1995, mucho más destartalado que el de 2014, impresionaba mucho que la calle central estaba llena de pequeños garitos de apenas unos metros cuadrados todos con un cartel sobre la puerta «Import-Export». Entre Omán e Irán, aprovechando la escasa distancia del estrecho, había un contrabando perfectamente conocido por las autoridades de ambos países. De Jasab salían hacia la costa iraní principalmente piezas de repuesto para vehículos norteamericanos. No recuerdo lo que llegaba del otro lado. No parecía que hubiera ningún tráfico de narcóticos. El comercio era en lanchas con motores fuera borda, no todos de gran potencia. Sospecho que hoy ese tráfico puede volver a ser intenso.

Porque hoy sabemos que, en esta breve guerra, con un formato muy diferente al que tenemos en la mente de lo que es una guerra, Irán ha sufrido una derrota demoledora. Sin necesidad de emplear ningún despliegue de tropas sobre el terreno. Quienes hablan de un Estados Unidos superado por los acontecimientos están muy lejos de la realidad.