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Desde la almenaAna Samboal

¡Ánimo, señores!

La burla de este presidente visiblemente tenso, jaleada con la vulgaridad con la que acostumbra a manifestarse en la cámara la inefable María Jesús Montero, iba dirigida contra Alberto Núñez Feijóo, pero, por más que los suyos se la jaleen, atenta contra la más elemental ética democrática

Esta semana, en la sesión de control al gobierno en el Senado, el presidente Rollán ha interrumpido hasta en tres ocasiones la respuesta de Pilar Alegría. Incluso, amenazó con amonestarla, aunque no llegó tan lejos. No es la primera vez que Pedro Rollán se encara con algún ministro, recordándole su obligación de contestar a las cuestiones que plantean los grupos de la cámara. Una cosa es contextualizar, le dijo y otra bien distinta lo que ella estaba haciendo, que no era otra cosa que un mitin comparando al PP con Vox para tratar de reservar minutos de gloria en los telediarios. El ruego o la bronca de Pedro Rollán cayeron en saco roto. La señora hizo gala de su desprecio o indiferencia institucional y siguió a lo suyo. A lo mejor es que era lo que se había preparado y no sabía hablar de otra cosa. Aunque la otra cosa fueran sus obligaciones.

Hace mucho tiempo que las sesiones de control al gobierno en Senado y Congreso se convirtieron en un circo. Con turnos y tiempos tasados, con las pantallas en el frontispicio del hemiciclo, los oradores se observan posando para la tele. Una buena frase bien leída puede garantizar quince segundos en pantalla y miles de likes en redes sociales. A un desconocido le da visibilidad ante el líder, a un ministro una respuesta ingeniosa puede arreglarle una mala semana.

Pero lo que era un plató de las vanidades ha ido con este gobierno un poco más lejos. No hay límite que no sean capaces de forzar. Desde que Pedro Sánchez es presidente, las preguntas no se responden, a pesar de que esa sea su obligación: rendir cuentas. En el mejor de los casos, se hace oposición a la oposición al modo de la portavoz. En el peor, degenera en lo que hemos visto este miércoles en el Congreso: ¡ánimo, Alberto! ¿Un reto? ¿Qué será lo próximo, una pelea de gallos?

La burla de este presidente visiblemente tenso, jaleada con la vulgaridad con la que acostumbra a manifestarse en la cámara la inefable María Jesús Montero, iba dirigida contra Alberto Núñez Feijóo, pero, por más que los suyos se la jaleen, atenta contra la más elemental ética democrática. Esa mofa con la que Sánchez evita enfrentarse a las miserias de su familia, menoscaba el derecho de todos los ciudadanos a recibir explicaciones del Poder Ejecutivo, que tiene la obligación de rendir cuentas ante el parlamento que nos representa. Lo más grave es que, a estas alturas, ya ni siquiera nos sorprende: otro síntoma de su deriva antidemocrática.

Harían bien los diputados en reflexionar acerca de la desafección que provocan en los ciudadanos esperpentos de esta categoría. Si el gobierno debe rendir cuentas, que lo haga. Si hay que modificar el reglamento para que la oposición pueda garantizar ese deber, habrá de hacerlo. De lo contrario, será más edificante para todos que supriman las sesiones de control. Ahorraremos tiempo y dinero y evitaremos esa amarga sensación de vergüenza ajena que nos asalta cada martes y miércoles al conectar el canal parlamentario. No es el presidente del PP el que necesita de ánimos para enfrentarse a semejante bochorno. Lo necesitamos todos los ciudadanos con un mínimo sentido de lo que es el respeto a las instituciones y la calidad democrática.