Un libro que aporta mucho, quizá demasiado
Lo que no hace es hablar mal de Franco, que según la corrección política que nos han intentado imponer, es la única forma en la que se puede hablar de la persona que decidió que Don Juan Carlos le sucediese a título de Rey
Que no haya lugar a equívocos. Yo creo que Don Juan Carlos no debería haber escrito y publicado sus memorias. Me parece que un Rey no debe hacer eso. Dicho lo cual, este libro que se publica el próximo miércoles en España y que he tenido la ocasión de leer ya en su versión en francés, me ha parecido que tiene mucho interés.
Se ha destacado alguna frase sobre lo que dice de su relación con el Rey y con la Reina Letizia. Sin duda hubiera sido mejor no decirlo y mucho menos publicarlo. Y aún más porque las frases sacadas de contexto pueden ser mucho más dañinas. Pero, como testimonian los que asistieron al almuerzo del pasado 22 de noviembre en el palacio del Pardo, la relación entre Don Juan Carlos y Don Felipe sigue siendo calurosa. En cambio, deja bien claro en el libro que «actualmente no puedo contar con algunos amigos (…) Muchos no han dado señales de vida desde que el viento ha cambiado».
Se ha criticado en algunos medios el que hable bien de Francisco Franco. Creo sinceramente que eso es exagerado. Don Juan Carlos describe su relación con Franco de forma bastante objetiva. Y nadie sabe mejor que él cómo fue esa relación. Lo que no hace es hablar mal de Franco, que según la corrección política que nos han intentado imponer, es la única forma en la que se puede hablar de la persona que decidió que Don Juan Carlos le sucediese a título de Rey.
Pero también es muy revelador lo que cuenta de las enseñanzas políticas que recibió del Conde de Barcelona. «Su proyecto de Monarquía constitucional, inspirado en el modelo británico al que él era muy próximo por su familia y sus valores, yo lo realicé treinta años más tarde. Él me mostró el camino».
A mí me parece que lo que cuenta sobre el 23F está lleno de interés. No es que haya gran novedad, pero no es lo mismo que lo diga un protagonista de aquella noche a que lo cuente un historiador. Hay una anécdota que me ha llamado mucho la atención. El Rey Juan Carlos cuenta que dos meses antes del golpe, su padre le contó que había cenado en casa de Luis Gaitanes con el general Milans del Bosch y que este había dicho «¡Antes de jubilarme sacaré los carros de combate a la calle!» «Sinceramente, cuando mi padre me lo contó me pareció una broma». O el detalle de que para su trascendental discurso la noche del golpe, «me puse el uniforme de general. Para ser más rápido, no me puse el pantalón».
El libro deja muy claro el peso que tuvo Don Juan Carlos en nuestras relaciones internacionales hasta extremos muy sorprendentes. Durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, la relación con Estados Unidos fue pésima por la forma en que Zapatero había retirado a las tropas españolas de Irak. Pero el Rey se convirtió en el apaciguador. Aprovechando una visita a la fundación de Bill y Melinda Gates, pidió al presidente de Bush que lo recibiera de un día para otro. Y Bush lo invitó a pasar, dos jornadas después, el Día de Acción de Gracias en su rancho, con su familia, incluyendo a su padre, el expresidente. ¿Quién puede igualar eso?
La relación con la familia Bush venía de largo. En 1991 se celebró en el Palacio Real de Madrid una cumbre para la paz en Oriente Medio a la que asistió Bush padre y Mijail Gorbachov. Fue la última vez que se encontraron. En una cena privada del ruso, el norteamericano, Felipe González y Don Juan Carlos, el Rey, con información norteamericana, advirtió a Gorbachov que estaba a punto de perder el poder. Menos de dos meses después, Gorbachov estaba en la calle.
Este es un libro que aporta mucho. Quizá demasiado, pero es un libro con el que tendrán que contar los historiadores. Y que, ojalá, cumpla el objetivo con el que el Rey Juan Carlos dice haberlo escrito: que las nuevas generaciones sepan lo que fue su reinado. Aunque no sé yo si esos jóvenes leen algún libro.
