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Cartas al director

La perplejidad de Sánchez

Es como si el presidente Sánchez estuviese percibiendo que ha sido descubierto por una ciudadanía que recela de sus discursos y de sus continuos gestos de perplejidad ante lo que dicen quienes lo critican o le formulan preguntas incómodas en el Congreso. Su cara se convierte entonces en un verdadero poema. Su gesto predilecto es el de quien se pregunta perplejo: «Y esto ¿qué tiene que ver conmigo?». Porque Sánchez ya nos ha acostumbrado a que él solo entiende las preguntas que quiere entender. Lo cual hace que el líder de la oposición y otros adversarios políticos tengan dificultades para salir de su asombro al escucharlo. Quizá porque ignoran que el estupor que simula Sánchez es parte de una estrategia dialéctica. Y es que los gestos de Sánchez constituyen a veces toda una sinfonía que parece extraída del cine mudo. Si el líder del PP le pregunta si va a seguir con el independentismo, Sánchez, aparentemente extrañado, no responde. Porque el presidente parece haber aprendido en alguna escuela del cine mudo y a veces aparenta querer imitar a Buster Keaton o a alguno de los hermanos Marx. Hay que tener talento para cuajar una buena faena política desde esa gestualidad sin apenas palabras. Quizás ningún otro político es capaz de reflejar el asombro con mayor capacidad expresiva. Quizás esta es su forma elegante de no darse por enterado. En estos días estamos repasando videos de intervenciones suyas y nos quedamos pasmados con las cosas que decía que no podría hacer nunca y que al final todas las ha hecho, ¿cómo es posible que los votantes se olviden y al final le acaben votando a él o su partido? No salimos de nuestro asombro y en mayo lo veremos. Sánchez tiene objetivos, y todos ellos parecen resumirse en su permanencia en el poder a cualquier precio.