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Cartas al director

La vejez y la enfermedad

Dos circunstancias que, con el paso del tiempo, siempre llegan a confluir, nunca se separan, siempre juntas, soportando, muchas veces, la soledad y el abandono en ese aciago camino donde todo es destemplanza, angustia, miedo, súplicas, deseos, e ilusiones.

Dos situaciones donde, la una y la otra, se ven muy influenciadas por la condición humana con su comportamiento, ya sea el de la familia, el de los sanitarios, y el del poder político con sus servicios sociales. Comportamientos que, en función de su bondad o maldad, su buena condición, o su mala condición, influirán, bien positivamente si se recibe comprensión, amor, cariño, y solidaridad; o bien, negativamente, si hay desprecio, abandono, crueldad, y un proceder carente de eficacia, efectividad y eficiencia sociosanitaria.

En esos momentos donde la vejez y la enfermedad se conjugan, el discurrir del tiempo, de manera inexorable, marca con su tic tac el paso por los caminos de la vida, donde, a duras penas, se sigue caminando y soportando el esfuerzo, no sólo del hecho en sí de cumplir años, sino, también, el agravio y el dolor de lo que se agrava por culpa de tantas adversidades.

Con el esfuerzo y el empuje emocional, la vejez se sobrelleva, dejando, tras de sí, esos oscuros nubarrones que, como buitres carroñeros, revolotean y revolotean, esperando la caída. Esas caídas que, si la suerte, el destino, la predestinación y el marchamo genético te favorecen, se consigue esa misteriosa ayuda que te levanta y te empuja a seguir y salir adelante. Caídas que se solucionan, también, gracias al avance de las ciencias que alargan el paso de los años estimulando la calidad de la vida, que sigue siendo vida por el beneficio que los progresos ejercen sobre la salud. Si ocurre lo contrario, esa caída en el socavón de la lóbrega nebulosa que abduce el destino de la vida, la enfermedad incurable se adueña de la vejez, perdiendo esta la esencia de la vida.

Todos somos iguales ante la ley, y todos tenemos derecho a la vida y a la integridad física y moral. En el humanismo cristiano que lucha por la longevidad no cabe la ingratitud ni el derecho al aborto libre ni el derecho a la eutanasia libre. Somos seres humanos con inteligencia y razón. La mala condición no es condición humana.

Manuel León Vega

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