Cartas al director
Quiero ser escritor
Cierto día, mientras comíamos en uno de los tantos restaurantes que pueblan Madrid, un buen amigo me dijo: «escribes muy bien, ¿por qué no te dedicas a ello?». Yo, iluso de mí, le hice caso. Había tantos géneros que no sabía por cuál decantarme: podría tratarse de una novela fantástica, donde un despiadado Rey Negro, tras aliarse con los pueblos bárbaros que odiaban su reino, se hacía con el poder sometiendo a su pueblo a todo tipo de miserias y calamidades sin que este pudiese hacer nada por evitarlo. También podría tratarse de una novela negra donde un ministro del gobierno, ayudado por secuaces de quinta o sexta estofa, se aprovechaba de los dineros recaudados a los ciudadanos para financiar todo tipo de tropelías, juergas o bebercios.
Las opciones fueron apareciendo casi sin proponérmelo. Así, me vino a la mente un thriller político donde diputados sin catadura moral alguna ni respeto por la honestidad, intentan aforarse a fin de dilatar la batalla jurídica que la comisión de sus actos demanda, todo ello, naturalmente, tras una oportuna «renuncia» y el impedimento a alcanzar dicho estatus de otros que por delante tenían. También llegan, como si el viento me las presentase a juego, cátedras de ignorancia sin cultura, plagios de tesis con erratas, ínfulas de grandeza sin alcurnia, etc...
He de confesar que todas son de mi agrado pues personajes para la trama no han de faltar: el Rey Blanco, el Rey Negro, la Dama Negra, la Dama Blanca, escuderos, paladines de uno y otro color, chivatos, mentirosos, ingenuos, mafiosos, despistados y ahora, desde hace pocas semanas, se han incorporado a esta larga lista los «fontaneros», que hasta las cloacas deben estar representadas como Dios manda. En fin, mientras busco las palabras para colocar todo este batiburrillo de ideas negro sobre blanco, espero que disfruten con este pequeño adelanto.