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Cartas al director

Soy castellano

Sobre mí gravita cierta manera castellana de estar en el mundo, siempre he buscado con sentido común la verdad, así como el bien de todos mis semejantes. Y como ya tengo muchos tacos de almanaque que se empiezan a notar, no soporto la posverdad y la mentira. Y mucho menos la traición. Mi casa no es un hogar, es un lugar donde hay mucho amor democrático. Y lo demás es excesivo menos lo necesario. Soy de la generación de la posguerra «incivil». Y a estas alturas de mi existencia me considero ya inmunizado a los golpes de la vida. Como ciudadano del mundo, con título de español en el tiempo que me queda me gustaría participar en la paz y la justicia con los hombres con palabra. Soy consciente de la responsabilidad que nos corresponde a cada uno en estos difíciles y críticos momentos que vive nuestro país. No voy a callar ante las circunstancias que nos amenazan de nuevo, con reiterada repetición la desintegración de España. Hay que hablar alto y escribir claro con responsabilidad y visión de futuro. De una vez por todas.

No se puede seguir perdiendo el tiempo con dirigentes que te engañan y te roban hasta el sudor de tu frente, nada más les importa su bienestar. Hay que eliminar como las malas hierbas a los insidiosos racistas, a los mentirosos, a los corruptos malversadores de fondos públicos, a los caciques defensores de golpistas, a los incautos seguidores del pensamiento único. Y a los que pactan con ellos para seguir comiendo del Estado. Nunca pensé en mi larga existencia tener que escribir de estas malas hierbas. Será por mi edad…