Cartas al director
¡Vilma, abre la puerta!
Recuerdan ustedes los dibujos de los Picapiedra, cuando Pedro quería entrar en casa y se encontraba con la puerta cerrada. Esto me ha hecho asociarlo con el tema de las nuevas puertas de la catedral. Esperemos que no tenga Antonio que esperar demasiado para poder llamar a sus puertas desde la plaza de Santa María.
Hace unos días llegaron las puertas de Antonio López. En la mentalidad actual posthumana surge rechazo a todo lo que suponga hablar de creación, de hombre y mujer, de encarnación, de familia… El no aceptar las llamadas nuevas subjetividades supone un anuncio profético, del mismo modo que lo es el plantear la infancia como promesa frente al rechazo a la vida, los niños o un hombre y mujer jóvenes como ejemplo de una generación que merece un futuro. Frente al individualismo y narcisismo actual, López opta por el trabajo en equipo y la amistad.
Las puertas son el proyecto cumbre del artista, donde ha querido dejar constancia de su estilo, sus teorías, sus creencias… Es una forma moderna de evangelizar desde el arte. Busca no solo que los creyentes sientan la presencia de Dios, sino también que los agnósticos o ateos puedan plantarse interrogantes, y tal vez, aceptar un día el relato de la creación. Nacen dentro del VIII Centenario, no como un cambio radical, sino como un gesto natural de continuidad. Desde el punto de vista artístico sobresale, de modo especial en la escultura, la figura humana, representada de modo natural para que brille toda su belleza y esplendor. Buscan aportar una mirada actual a un monumento que sigue evolucionando con el paso del tiempo.
En este proyecto, Antonio López lleva su trabajo al bronce para contar tres momentos clave de la tradición cristiana. Cada puerta es una escena pensada para ser leída con calma, como quien se acerca a un libro que guarda distintos niveles de significado. López tiene un discurso propio, no se deja llevar por el pensamiento de moda. La obra de López es una invitación a los burgaleses y visitantes a cuidar la catedral para que esta siga cumpliendo su misión hasta el siguiente centenario. Antonio busca superar las particularidades que separan.
Muchos ojos, sin embargo, son ciegos ante ese esplendor. Los creyentes, por el contrario, captan esa luminosidad y esa belleza gracias al Dios que hizo brillar la luz y que ahora abre nuestros corazones para que capten el resplandor «de la gloria de Dios». La gloria de Dios necesita un rostro, una imagen.
En este tiempo de Adviento resuenan las palabras del prólogo de san Juan: «vino a su casa y los suyos…». Utilicemos las puertas para despertar nuestra curiosidad, aprender más del amor de Dios reflejado en las imágenes de las puertas.