Tergiversar la Historia
Desde el poder se creen autorizados para escribir su relato acomodándolo al interés propio
La falta de respeto por la Historia ha llegado al extremo de tergiversarla proclamando un relato que presenta los hechos históricos como interesa para apoyar una ideología determinada. Es una decisión que no temen practicar algunos políticos que semejan entusiastas discípulos de Joseph Goebbels.
Para ellos, no es que el fin justifique los medios, es que cualquier medio es válido al servicio del fin.
Pero la historia es la ciencia que busca conocer los sucesos del pasado, saber cómo acontecieron, investigar sus causas, reflexionar sobre ellas y, como consecuencia, acertar en el presente.
Pero desde el poder se creen autorizados para escribir su relato acomodándolo al interés propio. ¿Nos vamos a asombrar cuando, por ley, existen en España 17.700 políticos aforados, quienes además desean recortar el fuero al Rey, que representa a la nación?
Otra cuestión bien diferente sería plantear. ¿Qué hubiera sucedido si…? No para investigar lo que acaeció sino para adentrarse en lo que podía haber ocurrido como una ficción para conocer otras posibilidades y no equivocarse ahora. Siempre constituirá una mera conjetura, una elucubración que puede ser útil como herramienta.
Pero la realidad estará siempre ahí, inquebrantable y luminosa.
Se puede plantear la hipótesis de que Carlos María Isidro reconociera a la infanta Isabel como heredera y entonces las tres guerras carlistas no hubieran tenido lugar, ni, al morir Fernando VII, la reina regente María Cristina tuviera que recurrir a políticos enemigos para defender la corona de su hija, pero la realidad es que los desterrados bien afrancesados, bien liberales detentaron el poder e iniciaron el cambio del país hacia los principios de la Revolución Francesa.
Se puede soñar que la Santa Alianza, coherente consigo misma, decidiera afirmar a su socia España en América como lo había hecho en Europa, pero el comercio americano era demasiado goloso y las potencias siguieron apoyando a los insurgentes con militares, armas y pertrechos.
Se puede elucubrar que la batalla del Ebro tuviera un final diferente y que en la 2ª Guerra Mundial, Rusia y España unidas pinzaban desde el principio a Europa. Sin embargo la España vencedora fue radicalmente anticomunista y tuvo después la inteligencia de silenciar el paso por Gibraltar de las fuerzas aliadas que se dirigían al desembarco en África.
Se puede no aceptar que el general Franco murió en su lecho, silenciar el esfuerzo por mejorar la distribución del agua en el país y la implantación de una potente clase media, pero la seguridad social es obra suya, en sus últimos veinte años de poder careció de toda oposición y asistió a la resurrección económica del país.
Se puede negar a Juan Carlos I la generosidad de renunciar al poder casi omnímodo que poseía para encauzar unas instituciones que garantizaran la vida de la nación y sus habitantes y farisaicamente exigirle virtudes deseables y que personalmente no siempre practican. Ahí hay cuarenta y ocho millones de españoles que son cuarenta y ocho millones de testigos viviendo en un país de privilegio, con una sociedad libre, cuyos mayores problemas son el Estado codicioso y la Administración burocrática e ineficaz.
También hay 17.700 aforados, dueños de los parlamentos y resortes de poder, y bastantes de ellos ensimismados con su ombligo
Lo siento por cuarenta y ocho millones de españoles.
- Marqués de Laserna es correspondiente de la R.A. de la Historia