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En primera líneaMiguel Rumayor

Después de Sánchez, ¿qué haremos?

Habrá que reclamar el valor incalculable de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Y plantear una cultura de la familia y la natalidad que acabe con el horrible individualismo que no ha hecho más que aumentar el número suicidios en este país

Actualizada 01:30

Caerá un día. Seguro. Lo echarán los españoles con sus votos. Quizá sea con un postrero suplicatorio al Congreso. Veremos, tal vez, a un macilento exiliado en Caracas sentado al lado de un orondo patán en chándal. Será justo cuando el fango le llegue a la boca y no pueda evacuar ya su cháchara incansable. Cuando hayan ido para adelante hasta el último de los Santos de Milagro. Después de Sánchez: ¿qué haremos?

De

Lu Tolstova

Tendremos la imperiosa tarea de rehacer el prestigio de la abofeteada justicia y la maltrecha separación de poderes. De desvelar la ficticia economía de Cuerpo. De frenar los impuestos infinitos de Montero y los parados intermitentes de Yolanda. Los emigrantes a mansalva y sin papeles de Marlaska. El agua a borbotones por una península sin diques de contención y la luz tensísima y sin planeación en Red Eléctrica y los trenes del retraso de Óscar. Tanto arreglo será perentorio.

Pero también, al otro del muro, donde estarán ya todos menos el frívolo ángel caído, habrá que retomar la política de las ideas. Porque Sánchez se irá, pero eso es solo el principio.

Habrá que pensar en España como una patria abierta y generosa. En la agricultura, la pesca, la ganadería. En desarrollar nuestras tradiciones centenarias: la literatura, la pintura, los toros y el flamenco. En el peso incalculable de nuestros símbolos y tradiciones religiosas que han unido durante siglos a creyentes y no creyentes.

Daremos la batalla cultural para que los hombres y mujeres vuelvan a ser iguales, como dice nuestra Constitución y no enemigos enfrentados: seremos compatibles compañeros de camino.

Habrá que reclamar el valor incalculable de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural. Y plantear una cultura de la familia y la natalidad que acabe con el horrible individualismo que no ha hecho más que aumentar el número suicidios en este país.

Llenaremos, como antes, nuestros parques de la alegría de los niños, que nos reclamarán que levantemos la mirada del móvil y formemos su carácter con valores para que sean libres y responsables de sus acciones. Regresaremos a la veneración milenaria de los ancianos, a los que buscaremos para nutrirnos de su sabiduría. No querremos que nadie sufra solo en casa o en un hospital y que por ello desee morir. Y también, combatiremos la destructiva muleta de las drogas y el tedio de las pantallas que están destrozando nuestra sociedad.

Nos acercaremos a la España Americana, para junto a nuestros hermanos, reconstruir el legado de la Hispanidad.

Lucharemos contra el ecologismo estúpido y volveremos a cuidar a los animales como lo que son: compañeros de soledad, soporte de nuestros logros, nutrientes de nuestros cuerpos y medio para nuestro arte. Y dejaremos de usarlos como trofeos de caza ideológicos para enfrentar a las personas entre sí.

Nos concentraremos en combatir las ideas que desprecian la economía del libre mercado y del maravilloso orden espontáneo del que hablaba Hayek, que entre otras cosas creo la moneda y el sistema financiero. Y pensaremos, como decía Benedicto XVI, en el comercio como el vehículo más eficaz para crear paz entre los pueblos. Trataremos de que haya más personas que quieran emprender negocios y que no se acomplejen por tener ambición de prosperar y hacer riqueza.

Cuando caiga, tendremos que plantear una batalla cultural larga y duradera que vaya más allá de ganar unas elecciones. Porque quizá el mayor daño no viene de Sánchez sino de atrás, de haber pensado poco en quiénes somos y qué queremos ser como país.

  • Miguel Rumayor es diputado del PP en la Asamblea de Madrid y presidente la Comisión de Familia y Asuntos Sociales
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