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TRIBUNAJuan J. Gutiérrez Alonso

Un asunto tenebroso

Los crímenes hoy quedan impunes, se minimizan, esconden o desmerecen, incluso se conforma o perfila un nuevo ordenamiento jurídico y político, que ya sólo se entiende desde esa perspectiva de los «altos intereses políticos»

Honoré de Balzac tituló así a una de sus obras en el año 1841. Se solapó, curiosamente, con Los asesinatos de la calle Morgue, de E. Alan Poe. Comenzaba de este modo el denominado género detectivesco o policíaco. Y quién nos iba a decir, tanto tiempo después, que sus lecciones y enseñanzas cobrarían más vigencia que nunca antes.

El autor francés nos relata unos sucesos en los que nadie sabe exactamente qué ha sucedido y nadie puede ayudar tampoco a los inocentes. El mal vence entre la penumbra, el anonimato, el desconcierto, la confusión y el malestar. Algo que sólo se explica porque los convictos son precisamente los policías –o las autoridades– y porque los «altos intereses políticos» estaban en juego, quedando así justificado el modo de proceder y el crimen mismo.

Algo parecido está sucediendo en Gran Bretaña y también en muchos otros países de nuestro entorno en relación con los crímenes cometidos a manos de inmigrantes –ilegales o no– de países musulmanes. De modo muy particular, debe referirse lo acontecido en Gran Bretaña con el denominado grooming gangs en varias ciudades y particularmente en la localidad de Rotherham, por no hablar de los sucesos de Bradford. Acontecimientos de los que prácticamente no hemos tenido noticias a pesar de afectar a más de mil niñas británicas, sometidas durante años a agresiones sexuales y violencia extrema, bajo amenaza con armas, obligadas también en no pocos casos a someterse a abortos clandestinos.

Es difícil encontrar calificativos para describir la infame ocultación de estos hechos y los que siguen ocurriendo en la actualidad en el nuevo Estado de corte islamo-estalinista que el primer ministro Keir Starmer y su gabinete parecen haber decidido imponer. No es algo exclusivo de las islas, porque a todas luces parece evidente que el extraordinario y potentísimo contubernio político y mediático que hoy rige en Europa, opera de modo muy parecido. Ellos han decidido que es lo correcto, no sabemos si con tal de no ofender a las nuevas comunidades y religiones triunfantes, por miedo a tumultos en las calles u otras operaciones o cálculos políticos. Es un enigma, o puede que no.

Lo cierto es que los lectores nunca pudimos imaginar que las obras literarias pudieran llevarse a la realidad de manera tan salvaje. Hoy se habla recurrentemente de las distopías, yo mismo he escrito al respecto, pero, efectivamente, el caso más brutal de todos, hasta ahora, seguramente sea este. Los crímenes hoy quedan impunes, se minimizan, esconden o desmerecen, incluso se conforma o perfila un nuevo ordenamiento jurídico y político, que ya sólo se entiende desde esa perspectiva de los «altos intereses políticos» tan extraordinariamente tratada por Balzac.

La lógica de la tenebrosidad exige la presencia de lobos y estos siempre andan por donde hay borregos, se nos advierte en el asunto tenebroso, mientras que en los crímenes de la calle Morgue es la deducción y observación humana la que permite llegar a las conclusiones correctas, no la intervención de la Policía. Balzac va incluso más allá porque sabe desde el inicio que la culpabilidad está en la esfera de quienes deben impedir el crimen. El oscurantismo y la ceguera, también la acción para ocultar la verdad acaba por tanto arrojando secretas acciones o inacciones inconfesables.

La enseñanza no es otra que, como sucede en la actualidad, la verdad y el correcto análisis llega demasiado tarde para todos. Los inocentes estaban desde el principio condenados.