Fundado en 1910

26 de abril de 2024

Llegada al aeropuerto de Barajas del cardenal Herrera Oria

Llegada al aeropuerto de Barajas del cardenal Herrera OriaACdP

Las mil luchas del incansable Ángel Herrera Oria, primer presidente de la ACdP

Periodista, jurista, orador, político y hasta cardenal: la vida del que fue director de El Debate durante 22 años no puede contenerse en un solo adjetivo

Ángel Herrera Oria no cabe en un titular, y su currículum desborda los párrafos pensados para contenerle. Periodista, jurista, político, cardenal… El primer presidente de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) fue un auténtico hombre de acción, un motor incansable movido por el amor a Dios y a sus hermanos. Un auténtico líder católico en la España del siglo XX que, con 23 años, tuvo que afrontar una decisión comprometedora.
Herrera Oria nació en Santander, en 1886. Empezó a estudiar Derecho y Filosofía en la Universidad de Deusto, en Bilbao, y lo terminó en Madrid. Todo iba viento en popa: en 1907, con 21 años, aprobó la oposición al cuerpo de Abogados del Estado, y ante él se abría una carrera prometedora, estable y próspera… pero poco después ocurrió algo que trastocó sus planes.
El joven siempre había hecho gala de una fuerte espiritualidad. Cuando llegó a Madrid se integró en las Congregaciones Marianas de los Luises. Allí conoció al sacerdote jesuita Ángel Ayala, que vivía como una urgencia la tarea de formar líderes católicos para la vida pública. Quería despertar a la Iglesia en España, porque -decía- veía adormilados a los fieles.
Seducido por esta misión, Herrera Oria se plantó frente a una encrucijada. Tenía que tomar una decisión: ¿seguir su plan original como Abogado del Estado o lanzarse a la aventura apostólica sin mirar atrás? Decidió abandonar la seguridad y optó por lo segundo: así, en 1909 se convirtió en el primer presidente de la recién fundada Asociación Nacional de Jóvenes Propagandistas.

De Don Quijote a Pulitzer

El grupito original de propagandistas católicos concretó la inquietud del padre Ayala en una misión de carácter quijotesco: lanzarse a la carretera y dar mítines católicos por toda España. Parecía una misión abocada al fracaso, pero –como señala Pablo Sánchez Garrido en su libro Ángel Herrera. Apóstol de la vida pública– en casi todos los casos lograron llenar teatros, plazas de toros y salones. «Los primeros sorprendidos fueron ellos mismos, al ver que donde antes no parecía posible ‘pescar’ nada, ahora las redes se llenaban de peces y quedaban desbordados», escribe.
Poco después, el padre Ayala y Herrera Oria se dieron cuenta de una carencia: faltaba en España un gran diario católico. Así, en 1910 nació El Debate, que Herrera Oria dirigió durante 22 años, teniendo muy claro que, en este proyecto, «periódico» debía ser el sustantivo y «católico», el adjetivo. Más tarde, crearía el hermano vespertino de El Debate, el diario Ya.
José María García Escudero resume el proyecto periodístico de Herrera Oria como una prensa «seria, independiente e imparcial, que censura el espíritu crítico negativo, estéril, y la crítica temeraria, pérfida y venenosa». Bajo el paraguas de El Debate nacieron también una agencia de noticias –Logos– y, en 1926, la primera Escuela de Periodismo de España, basada directamente en la escuela de Pulitzer de la Universidad de Columbia.
Retrato de don Ángel Herrera Oria en su etapa como sacerdote (1940-1947

Retrato de don Ángel Herrera Oria en su etapa como sacerdote (1940-1947ACdP

Su preocupación social

En paralelo a su labor periodística, Herrera Oria continuó con los mítines, movido por una irreprimible vocación social. En 1917 ayudó a fundar la Confederación Nacional Católico Agraria, una entidad que uniría a 5.000 sindicatos agrarios y más de 600.000 campesinos y agricultores. En 1933, siguiendo el ejemplo del padre Ayala, fundó el Instituto Social Obrero para formar cuadros de dirigentes obreros que –a su vez- pudiesen formar a los demás.
No se vio llamado a participar en la primera línea política, pero sí contribuyó a crear varios partidos, como el Partido Social Popular en 1922, o Acción Nacional en 1931. Este último sería embrión de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), una coalición de partidos católicos y de derechas durante la Segunda República. En el plano educativo, fundó el Centro de Estudios Universitarios (CEU) en 1933.
Durante el franquismo, los discípulos propagandistas de Herrera Oria conformarían el grupo de los «evolucionistas», que intentaron llevar el régimen hacia una monarquía democrática, más abierta a las libertades sociales. Años más tarde, él sería el referente del Grupo Tácito, uno de los actores principales de la Transición a la democracia.

La vocación con mayúsculas

Herrera pasó décadas liderando proyectos e iniciativas en la vida pública española como laico, sirviendo a la Iglesia allí donde se le requería, pero en su corazón anidaba una convicción íntima: Dios le llamaba por otro camino. El papa Pío XI intervino personalmente para apoyarle en esta decisión, y en 1936 lo dejó todo y marchó a Suiza para formarse como sacerdote. Fue ordenado el 28 de julio de 1940.
Volvió a Santander, su ciudad natal, donde emprendió una gran labor evangelizadora y social entre los pescadores y los obreros, y también en la cárcel. En 1947 le nombraron Obispo de Málaga, y allí llevó a cabo su magno proyecto de las Escuelas Rurales: una red de 250 centros educativos –que hacían las veces de iglesias y dispensarios médicos– para luchar contra uno de los mayores índices de analfabetismo de España.
En 1965, el Papa Pablo VI le nombró cardenal, y Herrera Oria pudo asistir al Concilio Vaticano II, aunque ya sufría serios problemas de salud. Falleció el 27 de agosto de 1968, y fue enterrado en la catedral de Málaga. En 1996 se abrió su causa de beatificación, que actualmente se encuentra en fase romana. Se estudian varios posibles milagros por su intercesión.
Como laico o como sacerdote, la vida de Ángel Herrera Oria es el relato de un hombre dedicado incansablemente a Dios y a los demás, particularmente a los más pobres. «Fue apóstol de la vida pública –escribe Sánchez Garrido– como seglar totalmente entregado, y lo fue también, desde otra cima de la evangelización, como sacerdote, obispo y cardenal de la santa Iglesia».
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