¿Cómo busca Dios a los hombres para no perder la partida de la salvación?
Su mudo buscar y encontrar es más bien el de volver a llevar al lugar de origen; al lugar que nos hace bien; al lugar donde somos queridos. Tarde o temprano
«A Dios no le gusta perder en su partida con los hombres», señala el Papa Francisco en una de sus homilías en santa Marta. Dios es un Padre que busca con alegría y «con una debilidad de amor» a sus hijos. PEXELS
Por eso Jesús, fiel al método de Dios «comía y cenaba con los publicanos y los pecadores, hablaba con ellos», aunque para muchos fuera ocasión de escándalo y reaccionaran contra Jesús: «Este hombre ofende a Dios, –se decían–; desacraliza el ministerio del profeta que es un ministerio sagrado» acercándose a la gente» que, a priori, parecía más alejada de la vida religiosa. PEXELS
En la práctica, según el Papa Francisco, es como si Jesús dijese a todos: «Vosotros os escandalizáis pero mi Padre se alegra»; y este parece ser el mensaje más profundo de todo el evangelio: la alegría de Dios. Un Dios a quien no le gusta perder. Y por ello, para no perder, sale de sí y va, busca a su criatura. PEXELS
Es un Dios que busca a aquellos que están lejos, precisamente porque en este juego de la salvación, Él aparece como el pastor de la parábola de Lucas, «que va a buscar a la oveja perdida» y, aunque esté oscuro, va a la que falta, sale a buscarla. Por lo tanto, –insiste el Papa– es «un Dios que busca. Su trabajo es buscar: ir a buscar para volver a invitar». PEXELS
Dios en este juego «no tolera perder a uno de los suyos; de ahí que tenga una cierta debilidad hacia aquellos que se han alejado más, y que se han perdido. Por eso es importante saber cómo, cuánto y hasta dónde llega Dios a buscar a su criatura. PEXELS
Dios busca porque siempre está pensando: «a este hijo no lo pierdo, ¡es mío! ¡No voy a perderlo!», como la mujer que pierde la moneda, enciende la lámpara, barre el suelo y busca delicadamente; o como el Padre que busca al hijo, que sale al camino a esperar la vuelta del hijo que se ha marchado con la herencia para gastarla y ha terminado comiendo algarrobas con los cerdos. PEXELS
Nos busca siempre como Padre, –decimos–, pero el «trabajo» de Padre, de Dios, no es sólo buscar y encontrar y, cuando nos encuentra, preguntarnos con tono de reproche «por qué nos hemos perdido» o «por qué nos hemos caído». No; Él sabe. Su mudo buscar y encontrar es más bien el de volver a llevar al lugar de origen; al lugar que nos hace bien; al lugar donde somos queridos. Tarde o temprano, según la resistencia de cada uno de nosotros al hecho amoroso de su incesante búsqueda. GTRES
Podemos decir que Dios, al encontrarnos, nos «reacomoda», –dice Francisco–, de forma que, cuando el Padre, el pastor, recoge a la oveja perdida no tenga que escuchar el «tú estás perdida» de las murmuraciones farisaicas y biempensantes, sino el «tú eres una de nosotras»: nos pertenecemos los unos a los otros. GTRES
Cuando Dios nos encuentra goza; gana él en su partida, porque nos hace ganar a nosotros, mientras nos recoge y nos dice: «Yo te amo igualmente, y voy a buscarte y te llevo de nuevo a casa». PEXELS