
Jaime Lorente, en la serie que le hizo mundialmente famoso: 'La Casa de Papel'
El actor de 'La casa de papel'
Jaime Lorente: «En un acto de desesperación, me eché de rodillas y todo cambió»
El actor se sincera en una entrevista sobre su vuelta a la fe: «Para mí no hay duda; es que se toca y se palpa, te cambia el corazón», porque «el Espíritu Santo puede lograr cosas que no te creerías»
Le cuesta encontrar las palabras para describir la experiencia espiritual que ha atravesado «muy recientemente». «Es una certeza. No es fe en algo que no ves, tío. ¡Es que lo ves! Es que sabes que sí. Es que para mí no hay duda. No hay ni una mínima duda de que es. No hay ninguna. Y la gente piensa que la fe es inasible. ¡No es verdad! Es que se toca y se palpa. Es que te cambia el corazón, es que te lo toca de verdad. Es que hay algo que te cambia profundamente y sabes que sí, sabes que sí».
Quien así habla es Jaime Lorente (Murcia, 1991), uno de los actores más cotizados del momento tras aparecer en series como El secreto de Puente Viejo, Élite, El Cid y, especialmente, La casa de papel, que se convirtió en un auténtico boom mundial. El canal de YouTube El Cafetal, que dirige Josué Moreno, le acaba de hacer una larga entrevista, y ha sido la primera vez en la que Lorente ha explicado su transformación espiritual que le ha llevado a redescubrir la fe.

Jaime Lorente es un habitual de los 'photo call'
«Mi familia es neocatecumenal, y yo me he salido del Camino Neocatecumenal. Mi padre solo me dijo: '¿Por qué quieres salirte?'. Se lo conté y me respetó absolutamente. Imagínate el respeto que han tenido siempre. Siempre», subraya el actor, que reconoce que «yo he necesitado romper las cosas para saber por qué son como son». La impronta que ha dejado su familia en él es imborrable: «Yo he visto cosas en mi vida y en mi familia que digo: ¡Joder! El amor que se profesa en mi casa...». «Yo en mi casa he visto muchísimas cosas donde el amor ha sido la solución», sostiene.

Tiene casi 1,8 millones de seguidores en YouTube
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«Me cuesta mucho perdonarme»
El actor habla de «certeza», y remarca que «lo he sentido, lo he sentido». «Si después fuese que no, que no creo, pues esto que me llevo, que es precioso, porque me hace tratarme mejor, me hace tratar mejor a mis hijos, a mi mujer, a mis padres: que me hace ser mejor», concluye. Y reconoce una de sus debilidades: «Muchas veces me cuesta perdonarme. Me cuesta perdonarme cuando ya lo estoy, pero me cuesta mucho. Y, viendo las cosas tan claras como las veo ahora, digo: Joder, tío, ¿cómo puedes estar tan ciego? ». Y da una clave espiritual: «No conozco a nadie tocado por Dios que no pasara por un desierto».
Lorente se da cuenta de que el camino es arduo. «Lucho mucho contra mi ego. De siempre he sido una persona que me he considerado súper autónoma, por así decirlo, y con la capacidad de solucionar cualquier problema mío y de los demás, y con muy poca humildad», reconoce. Sin embargo, «en el fondo de mi ego había una oscuridad bastante repugnante: De considerarme mejor, de mirar con desprecio el sufrimiento de los demás. Si lo que me está pasando lo puedo gestionar yo solo, me decía». «Poco a poco me fui metiendo en un laberinto donde me fui para abajo, para abajo, para abajo. Y claro, me fui desprendiendo de todo. Ya no me quedaban armas de nada. ¿Y, entonces?», se cuestiona.
«Luchando contra un monstruo»
Él mismo halló una respuesta: «De un tiempo a esta parte, de una forma casi inconsciente, he leído mucho la Biblia. A diario. No la había leído jamás. Y hoy no hay día que no me levante y, lo primero que haga sea leerla, o que la lea antes de acostarme». «Es algo que me coloca en mi lugar. Han sido como dos o tres años luchando contra un monstruo que no tenía forma de ganar. Y ahora las cosas se han colocado de una forma sencilla», describe el actor murciano.
Eso le ha llevado a poder descansar de nuevo, «una cosa que echaba mucho de menos». «Algo que decían mucho mis padres es el poder descansar en alguien o en algo, tío», observa Lorente. Su vida dista de ser perfecta: «Yo no me he acercado jamás a la perfección, pero yo sí puedo obrar de forma perfecta. Yo sí puedo hacer acciones que sean perfectas. Mínimas, pero eso me acerca un poquito. Y desde que me levanto, desde cómo le hablo a la persona que tengo al lado, cómo le hablo a mis hijos, a la persona con la que me encuentro en el trabajo... Esas pequeñas cosas sí pueden hacerse perfectas. Entonces puedes ser malísimo, pero podemos hacer las cosas bien o, por lo menos, intentarlo».