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Villancico de Navidad 2025

Fernando Carratalá

Martínez de la Rosa, el posible autor del villancico «Venid, pastorcillos»

En Martínez de la Rosa encontramos al escritor inmerso en la preceptiva neoclásica, al menos en las composiciones poéticas de sus primeras creaciones literarias; pero con obras que se inscriben dentro de la sensibilidad del Romanticismo

San Juan Bautista niño con el Cordero, de Ruiz de la Iglesia

Al escritor y político granadino Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862) se le atribuye la letra del villancico «Venid, pastorcillos…», que cuenta con un pegadizo estribillo, muy difundido: «Venid pastorcillos, / venir a adorar, / al Rey de los cielos / que ha nacido ya». Esta composición no está incluida en sus Poesías (Madrid, Imprenta de Tomás Jordán, 1833), muchas de ellas de corte anacreóntico y festivo, propias de la época dieciochesca. Sin embargo, contamos con el texto (cuya autoría es de Martínez de la Rosa) que acompaña a la partitura de G. Calzolari (Barcelona, Juan Bta. Pujol & Ca., Editores, 1898).

En esta versión del villancico, el estribillo va bisando continuamente sus versos, y solo cuenta con cuatro coplas asonantadas en los versos pares.

En diciembre de 1865, Pilar Pascual de Sajuán publicó en Barcelona la obra titulada El trovador de la niñez (Colección de composiciones en verso para ejercitarse los niños en la lectura de la poesía), dedicada a sus sobrinos pequeños con una clara intencionalidad: «Repasad con atención las páginas de ese libro; al paso que os ejercitaréis en leer el lenguaje sublime de las Musas, hallaréis en estos dulces versos sentimientos religiosos y máximas de virtud que contribuirán a formar vuestro corazón».

Y en esta edición, el villancico, que también está firmado por Martínez de la Rosa, cuenta con seis cuartetas dobles, así cono con el estribillo que encabeza y finaliza el texto, y que se reitera tras cada una de las cuartetas dobles. Este es, pues, el texto de la edición de referencia.

Venid, pastorcillos

CORO
Venid, pastorcillos,
venid a adorar
al Rey de los cielos
que ha nacido ya.

1.º
Un rústico techo 5
abrigo le da;
por cuna, un pesebre;
por templo, un portal;
en lecho de pajas
desnudito está 10
quien ve las estrellas
a sus pies brillar.

CORO
Venid, pastorcillos,
venid a adorar
al Rey de los cielos 15
que ha nacido ya.

2.º
Hermoso lucero
le vino a anunciar,
y magos de Oriente
buscándole van: 20
Delante se postran
del Rey de Judá;
de incienso, oro y mirra
tributo le dan.

CORO
Venid, pastorcillos, 25
venid a adorar
al Rey de los cielos
que ha nacido ya.

3.º
Sin ricas ofrendas
no temáis llegar; 30
que el Niño agradece
la fe y voluntad.
Del campo las flores
gratas le serán
al que con su risa 35
las hace brotar.

CORO
Venid, pastorcillos,
venid a adorar
al Rey de los cielos
que ha nacido ya. 40

4.º
Su madre en los brazos
meciéndolo está
y quiere adormirle
con dulce cantar;
un ángel responde 45
al mismo compás:
«¡Gloria en las alturas
y en la tierra paz!».

CORO
Venid, pastorcillos,
venid a adorar 50
al Rey de los cielos
que ha nacido ya.

5.º
Humilde se acerca
un lindo rapaz,
que las puras aguas 55
bebió del Jordán:
Jesús le contempla
con alegre faz,
y un blanco cordero
principia a balar. 60

CORO
Venid, pastorcillos,
venid a adorar
al Rey de los cielos
que ha nacido ya.

6.º
Con alma y con vida 65
volemos allá;
que Dios, niño y pobre,
nos acogerá:
los brazos nos tiende
con grato ademán: 70
«Llegas» nos repite
su voz celestial.

CORO
Venid, pastorcillos,
venid a adorar
al Rey de los cielos 75
que ha nacido ya.

La pobreza y la humildad del nacimiento

Dado que los 76 versos son hexasílabos y que presentan asonancia aguda /-a/ en los pares, el texto puede considerarse como un romancillo, aunque distribuidos sus versos en cuartetas asonantadas, incluida la del estribillo que, con sus repeticiones, ayuda a lograr la musicalidad del texto. Este estribillo es una exhortación a los pastores para que acudan a adorar al niño Jesús [«adorar» en su significado más literal: «reverenciar a alguien que se considera de naturaleza divina»), que acaba de nacer («ha nacido ya», un tiempo verbal pasado que alcanza al presente, al que se suma el adverbio de tiempo «ya», usado en sentido enfático con el significado de «ahora mismo»). Precisamente el verbo «adorar» se repite al final de los versos 2, 14, 16, 38, 50, 62 y 74; e igual sucede con el adverbio «ya», repetido al final de los versos 4, 16, 28, 49, 52, 64 y 76; es decir: 2/4, 14/16, 25/28, 38/40, 50/52, 62/64 y 74/76. De ahí la importancia de que goza el estribillo en la estructura poemática, distribuyendo la mayor perceptibilidad acústica que representa el fonema /a/ en palabra aguda y rima asonante.

El primer conjunto de dos cuartetas presenta, mediante una oportuna selección léxica que insiste en la pobreza, la humildad del nacimiento: «rústico techo» (verso 5), «pesebre» (verso 7), «portal» (verso 8), «lecho de pajas» (verso 9); y «desnudito», aunque ya se anuncia que «a sus pies» (literalmente: «a su disposición») brillan las estrellas. Pero lo cierto es que no hay ni cuna, ni templo…

El segundo agrupamiento de dos cuartetas nos coloca ante la estrella (verso 17: «hermoso lucero») que guió a los Reyes Magos de Oriente hasta Belén (¿el cometa Halley, de intenso brillo, pudo servir de inspiración a los pintores de la estrella de Belén?); unos Magos que ofrendan oro (como rey), incienso (como Dios) y mirra (como hombre) (verso 24) al «Rey de Judá» (verso 22; recordemos que cuando los romanos conquistaron Israel, nombraron rey de Judá a Herodes I el Grande; y que el rótulo de la santa cruz, colocado por los romanos como burla, es el acrónimo «INRI»: Iesus nazarenus rex iudaeorum [Jesús nazareno rey de los judíos]).

El tercer agrupamiento de dos cuartetas alude nuevamente a la humildad del niño recién nacido, que se conforma con la «fe y voluntad» (verso 32) de los pastores, en lugar de con sus «ricas ofrendas» (verso 29); y que le son suficientes “las flores gratas del campo (versos 33-34, que contienen un leve hipérbaton motivado por razones puramente métricas), que brotan con su sola sonrisa (versos 35-36).

Las seis cuartetas anteriores, junto con el estribillo son las que se han popularizado, con más o menos variantes melódicas, especialmente por Hispanoamérica; y las han interpretado cantantes en diferentes estilos. Sin embargo, las seis cuartetas siguientes no gozan de la misma difusión musical, por lo que nos limitaremos tan solo a comentar su contenido.

Las cuartetas séptima y octava recogen escenas frecuentes en los villancicos: aquella, la de la madre arrullando a su hijo y cantándlole una nana (verso 44: un «dulce cantar») para que se duerma; y esta, los cánticos angelicales con la célebre tonadilla «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» (Evangelio de san Lucas, 2:14); el acortamiento de los versos 47-48 («¡Gloria en las alturas / y en la tierra paz!») responde a la necesidad de mantener el mismo número de sílabas en los versos -hexasílabos-, así como la rima asonante aguda /-a/ en los pares; en este caso, la palabra «paz»).

Las cuartetas novena y décima traen la irrupción en el villancico de san Juan Bautista, un predicador judío que promovió el bautismo como procedimiento de purificación. Y será precisamente en la orilla occidental del río Jordán (verso 55: en sus «aguas puras»), no muy lejos de Jericó, donde Jesús recibirá el bautismo de manos de Juan el Bautista, ese «humilde» (verso 53) y «lindo rapaz» (verso 54). Así lo relata san Juan en su Evangelio (1:29 y ss.): Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua para que sea manifestado a Israel».

Las cuartetas undécima y duodécima son una invitación a acompañar a los pastores hasta llegar delante de «Dios, niño y pobre» (verso 67) -una nueva alusión a la pobreza de todo un Dios que se hizo hombre para redimir a la Humanidad-. Y es su «voz celestial» (verso 72) la que nos acoge (verso 68) «con grato ademán» (verso 70). Y de esta manera, todos estamos representados en ese plural sociativo del verso 66: «volemos allá».

Como recordatorio, y al margen de este villancico, en Martínez de la Rosa encontramos al escritor inmerso en la preceptiva neoclásica, al menos en las composiciones poéticas de sus primeras creaciones literarias; pero con obras que se inscriben dentro de la sensibilidad del Romanticismo. Sus dramas La Conjuración de Venecia (1830) y Aben-Humeya o La rebelión de los moriscos (1836) son suficientes para otorgarle un lugar de privilegio en la dramaturgia romántica española.