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Poesía de Navidad 2025
Fernando Carratalá

La perfección formal de la «poesía de Navidad» de José Javier Aleixandre

Como poeta, cuenta con una veintena de libros que tienen como eje temático aglutinador la inexorabilidad de la muerte y el paso del tiempo, así como la creencia en Dios como realidad trascendente

Claudio Coello: “La Virgen con el Niño entre las virtudes teologales y santos”. 1669. Óleo sobre tela

Claudio Coello: «La Virgen con el Niño entre las virtudes teologales y santos». 1669. Óleo sobre tela

José Javier Aleixandre Ybargüen (1924–2017) es un escritor polifacético que ha abordado con maestría la poesía, el ensayo literario, la narrativa breve (obtuvo el Premio Lazarillo-1969 por su obra Froilán, el amigo de los pájaros; y el Premio Hucha de Oro-1982 con el cuento Cita en la casa de las tres músicas), el género teatral, el relato corto para medios audiovisuales, la colaboración periodística… Como poeta, cuenta con una veintena de libros que tienen como eje temático aglutinador la inexorabilidad de la muerte y el paso del tiempo, así como la creencia en Dios como realidad trascendente; ello explica la búsqueda de la espiritualidad sustentada en las bases del cristianismo, que llega a alcanzar resonancias místicas en la obra Para no morir del todo, con la que obtuvo el XXII Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo-2002.

Entre el resto de sus obras poéticas cabe citar: Tiempo de búsqueda (1982), Anunciación de Mónica (1984), Desde el llanto y el alba (1985), Historia de cualquier día (1988), En una voz más alta que la mía (1990), Penúltima nostalgia (1991), Porque es de noche (1995), Ventanas hacia dentro (2002), Solo (2002), Sonetos en el tiempo (1953-2003), Con vosotros hablo (2006), Homenaje (2006). En el conjunto de su producción alterna el empleo de las estrofas clásicas, en especial el soneto, con el manejo del verso libre.

En su amplia poesía de temática navideña, destaca la perfección formal de sus versos, capaces de crear un sugestivo clima poético; así sucede, por ejemplo, con los titulados «Villancico de las tres virtudes» e «Historia apócrifa de la Nochebuena», que reproducimos y comentamos a continuación.

Villancico de las tres virtudes

¡Ay! ¿Qué villancico
te diría yo?
Préstame, mi Niño,
la gracia de Dios.

¡Ay! ¿Qué villancico 5
decirle podré,
celeste María,
mínimo José?

Mi Niño chiquito
¿tan grande Señor? 10
¡Que encienda en mis ojos
hogueras de amor!

Con lunas, María.
Con soles, José,
decidle a mi Niño 15
que alumbre mi fe.

No me apagues, Niño,
la esperanza, no.
¡Ay! ¿Qué villancico
te diría yo? 20

En este villancico, de corte tradicional, el poeta se presenta ávido de fe y esperanza en recibir la gracia del amor de Dios. Lo componen cinco cuartetas -que rompen en las rimas el esquema tradicional- en versos hexasílabos, y en todas las cuales los versos pares son agudos. Este es pues el esquema de las rimas, muy apropiado para crear una grata y sonora musicalidad, al ir entrelazando versos de diferentes estrofas y usar la iteración como recurso tímbrico:

cuarteta 1: rima asonante /í-o/ (verso 1 y 3: «villancíco/Níño»); rima aguda /-ó/ (versos 2 y 4: «yó/Diós»);

cuarteta 2: rima /í-o/ (verso 5 -repetición del 1- («villancíco»), pero no rima con el 7, ya que este termina en la palabra «María»; en cambio sí riman, en /-é/ aguda, los versos 6 y 8: «podré/José»);

cuarteta 3: rima /í-o/ -que repite la de los versos 1, 3 y 5- («chiquíto»); pero no rima con el 11, ya que este termina en la palabra «ójos»); aunque sí que riman, en consonante /-ór/, los versos 10 y 12 («Señór/amór»);

cuarteta 4: rima /-ía/ (verso 13: «María»), que repite la del verso 7, al tratarse de la misma palabra; sin embargo, la rima asonante /í-o/ reitera la de los versos 1, 3 -la misma palabra final de verso-, 5 y 9-: sí riman /-é/ aguda los versos 14 («José» -repetición de la palabra final del verso 8-) y 16 («fé»); y esta es la misma rima de los versos 6 y 8;

cuarteta 5: rima asonante /í-o/ (versos 17 y 19: «Níño/villancíco» -la palabra «Niño» figura también a final de palabra en los versos 3 y 15; y la rima /í-o/ es la misma de los versos 1, 3, 5, 9 y 15); y rima aguda en /-ó/ -que es también la de los versos 2, 4, 10 y 12- (versos 12 y 14: «nó/yó».

En conclusión, solo el verso 11 queda libre («Que encienda en mis ójos»), lo cual para nada quiebra el ritmo del poema.

La pregunta retórica «¿Qué villancico / te diría yo?», precedida de la interjección «¡ay!», que aumenta el sentido de aflicción que embarga al poeta, se convierte en el hilo conductor del poema, encabezándolo (versos 1 y 2) y concluyéndolo (versos 19-20); una pregunta con la que interpela a la «celeste María» (verso 7), al «mínimo José» (verso 8) y al «Niño chiquito» (verso 9), creando así una alta tensión emocional de enorme eficacia estética, y a la que no es ajena la adjetivación elegida.

El tiempo y modo de los verbos empleados indica la necesidad urgente de que la petición del poeta sea atendida: «Préstame, mi Niño» (verso 3), «Que encienda en mis ojos» (verso 11), «decidle a mi Niño» (verso 15), «No me apagues, Niño») (verso 17). La tensión afectiva aumenta con el empleo de la primera persona, ya sea mediante el empleo del pronombre átono «me», ya sea mediante el determinante posesivo «mi».

Y resultan fundamentales para la progresión temática del poema los versos 11-12, estratégicamente ubicados: «¡Que encienda en mis ojos / hogueras de amor!»; porque el poeta le pide a María y a José que influyan el el Niño para «que alumbre mi fe» (verso 16); y al Niño, que «no me apagues / la esperanza» (versos 17-18). Y así se cierra el círculo de las tres virtudes: el amor, entendido como caridad (verso 12), la fe (verso 16) -alumbrada «con lunas» y «con soles»-, y la esperanza (verso 18). Porque el poeta está convencido de que la grandeza del Señor (verso 10) reside en ese «Niño chiquito», al que intenta componerle un villancico; y ese villancico es la proclamación de la necesidad de las tres virtudes teologales, que constituyen, según el catecismo de la iglesia católica, el conjunto de valores y actitudes que facultan al ser humano para acercarse a Dios y relacionarse con él. El villancico tiene, pues, una enjundia que subyace bajo su aparente sencillez.

Historia apócrifa de la Nochebuena

Dios -un niño pequeño que en el cielo
no tenía una madre y que quería
tenerla- decidió sin más un día
en un vuelo bajar a nuestro suelo.

Los nueve meses que duró su vuelo 5
sintió el amor profundo de María,
pero no conocerla todavía
le sumía en constante desconsuelo.

Hasta que al fin nació con noche clara,
pudo ver a su madre cara a cara 10
y, rota ya la causa de su pena,

para que perdurara su contento
quiso que desde aquel mismo momento
aquella noche fuese Nochebuena.

Aleixandre «se inventa» en este soneto -y de ahí que se trate de una «historia apócrifa», según ya se anuncia en su título- cómo surgió la Nochebuena. En los cuartetos el poeta «cuenta» cómo Dios niño bajo a la tierra para nacer del vientre de María; y, en los tercetos, la alegría del niño recién nacido que, por fin, conoce a la madre de la que carecía en el cielo. Y por esta razón, la noche de su nacimiento se tornó en Nochebuena.

De entrada, este soneto en versos endecasílabos pone de manifiesto el hábil manejo que Aleixandre tiene de esta clase de poema poliestrófico dividiendo el contenido en dos partes que separan los dos cuartetos -con rima ABBA / ABBA- y los dos tercetos -con rima CCD / EED-. Los endecasílabos se reparten 52 acentos (28 en los cuartos y 24 en los tercetos). Del análisis rítmico de los versos, nos fijamos en los tres endecasílabos de tipo enfático: el 1 («Diós -un níño pequéño que en el ciélo»), 10 («púdo vér a su mádre cára a cára») y 13 («quíso que desde aquél mísmo moménto», verso portador en la séptima sílaba del único acento antirrítmico del soneto, que hace más patente la aliteración de consonantes nasales). Al resultar tónica la primera sílaba, no parece casual el establecimiento de la secuencia «Diós/púdo/quíso». Acentuación sáfica (en 4.ª y 8.ª sílabas) tienen los endecasílabos 5 («Los nuéve méses que duró su vuélo») y 9 («Hasta que al fín nació con nóche clára»); y si mantenemos una doble acentuación en la palabra «Nochebuena», el verso con que concluye el soneto tiene acentuadas todas las sílabas pares, con una buena eufonía provocada por la secuencia vocálica («aquélla nóche fuése Nóchebuéna»). Hay cuatro endecasílabos melódicos, con acentos en las sílabas 3.ª, 6.ª y 10.ª (versos 2, 4, 7 y 8) y otros tres endecasílabos heroicos, con acentos en las sílabas 2.ª, 6.ª y 10.ª (versos 3, 6 y 11); y el endecasílabo de menor acentuación es el 12, con la obligatoriedad de acentos en 6.ª y 10.ª sílabas. Esta variedad acentual adquiere especial relevancia porque da como resultado un soneto dentro de la línea más clásica, a la que tan aficionado es Aleixandre. Existe en el soneto otra aliteración, esta en el verso 10, en la que la reiteración del fonema /a/ parece sugerir una mayor intensidad del encuentro frente a frente, de la madre con su Hijo: «pudo ver a su madre cara a cara».

Argumentalmente, en el primer cuarteto y ya en el verso 1, se identifica Dios con el Niño que nacerá en Belén; así como su resolución repentina (que es lo que expresa la locución adverbial del verso 3: «sin más») de descender a la tierra en busca de la madre que no tiene en el cielo. Y encuentra en el vientre de María el lugar apropiado para el embarazo de esta, razón por la que su «vuelo» de descenso a la tierra dura nueve meses; pero aun cuando lo acoge con amor, al no haberse producido todavía el nacimiento, el niño permanecía sumido en una persistente tristeza (segundo cuarteto). Frente al «amor profundo» de la futura madre (verso 6), el «constante desconsuelo» del niño que aún no la conoce (verso 8). Los adjetivos están elegidos con toda propiedad para provocar una sensación de sentimientos contrapuestos; y su posposición y anteposoción al nombre, respectivamente, viene pedida por la acentuación rítmica (en el caso del endecasílabo 6: «sintió el amór profúndo de María»), y por exigencias de la rima (la palabra «desconsuélo» -verso 8- rima en consonante con «ciélo» -verso 1-, «suélo» -verso 4- y «vuélo» -verso 5-, como requieren los cuartetos, según el esquema «ABBA / ABBA»). El primer terceto forma una unidad conceptual con el segundo. Por fin llega a su término la situación de espera y se produce el nacimiento, lo que recoge el verso 9, un verso de gran eufonía gracias a su marcado ritmo acentual («Hasta que al fín nació con nóche clára»). La locución adverbial «al fin» es de lo más apropiada, pues significa «después de vencidos todos los obstáculos». Entre el nacimiento y la claridad de la noche parece existir una relación de causa-efecto; además, la fuerza expresiva de la locución «al fin» acentúa el cese de la aflicción del niño (verso 11: «y rota ya la causa de su pena»; verso en el que adverbio «ya» sugiere la idea de inmediatez). Y se llega así al segundo terceto, que corona la explicación del porqué se celebra la Nochebuena: «para que perdurara su contento» (verso 12). Será todo lo apócrifa que se quiere la historia poéticamente relatada en el soneto, pero de lo que no cabe la menor duda es de que posee una gran originalidad.

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