Benedicto XVI, san Pío de Pietrelcina y los padecimientos de Cristo
El 23 de septiembre se celebra la festividad del santo de los estigmas, san Pío de Pietrelcina, que, en palabras del Papa emérito, hizo la experiencia de san Pablo: «Con Cristo estoy crucificado; y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí»

«Algunos santos han vivido intensa y personalmente esta experiencia de Jesús. El padre Pío de Pietrelcina es uno de ellos. Un hombre sencillo, de orígenes humildes, «conquistado por Cristo» (Filipenses 3,12), como escribe de sí el apóstol Pablo, para hacerse un instrumento elegido por el poder perenne de su Cruz: poder de amor por las almas, de perdón y reconciliación, de paternidad espiritual, de solidaridad concreta con los que sufren».

«Los estigmas, que le marcaron en el cuerpo, le unieron íntimamente con el Crucificado-Resucitado. Auténtico seguidor de san Francisco de Asís, hizo propia, como el Pobrecillo, la experiencia del apóstol Pablo, tal y como la describe en sus Cartas: «con Cristo estoy crucificado; y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gálatas 2, 19-20); o también: «en nosotros actúa la muerte, en vosotros la vida» (2 Corintios 5,12)».

«Esto no significa alienación, pérdida de la personalidad: Dios no anula nunca lo humano, sino que lo transforma con su Espíritu y lo orienta al servicio de su designio de salvación».

«El padre Pío conservó sus propios dones naturales, y también su propio temperamento, pero ofreció todo a Dios, quien de este modo pudo servirse de ellos libremente para prolongar la obra de Cristo: anunciar el Evangelio, perdonar los pecados y curar a los enfermos en el cuerpo y en el espíritu».

"Los riesgos del activismo y la secularización están siempre presentes; por ello mi visita tiene también el objetivo de confirmaros en la fidelidad a la misión heredada de vuestro queridísimo padre. Muchos de vosotros, religiosos, religiosas y laicos, estáis tan absorbidos por miles de tareas que conlleva el servicio a los peregrinos o a los enfermos del hospital que corréis el riesgo de descuidar lo que es verdaderamente necesario: escuchar a Cristo para cumplir la voluntad de Dios.
