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02 de mayo de 2024

Agustín Echevarria

Agustín EchevarríaLupe Belmonte

El Efecto Avestruz

Agustín Echavarría: «Dios sería malvado si crease criaturas para la condenación»

El profesor de la Universidad de Navarra aborda las bases de la teología filosófica en una nueva entrevista de la serie El Efecto Avestruz

Agustín Echavarría es profesor titular de Metafísica en la Universidad de Navarra, y también acerca al público de YouTube los conceptos más ariscos de su disciplina en el canal Teología Filosófica. Esta semana visita El Efecto Avestruz, el programa de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), para resolver algunas de las dudas más frecuentes cuando uno quiere acercarse a Dios desde la razón.
–Empezando por el principio: ¿se puede conocer a Dios?
–Creo que sí: podemos conocer a Dios a través de la razón, una vía natural, y a través de la Revelación, que es una vía sobrenatural. Como no soy teólogo, me centraré en la primera vía, la filosófica: nuestro intelecto tiene la capacidad de conocer la realidad y su causa última. Tradicionalmente, muchos filósofos, incluso al margen de la revelación judeocristiana, han formulado argumentos para demostrar la existencia de una primera causa del ser, a la que siempre han llamado ‘Dios’.
–¿Filósofos como…?
–En la República, Platón habla de un bien supremo, un bien absoluto que es la causa de la bondad de todas las otras cosas, y siendo así también es causa del ser y de la esencia. Otro ejemplo es Aristóteles, que argumenta que todas las cosas son algo, pero no son todo lo que pueden ser. Eso –dice– reclama la existencia de una causa primera que sea acto puro, pura perfección, y es lo que él llama «primer motor inmóvil», e identifica claramente con Dios.

Santo Tomás muestra que en el mundo cada cosa está ordenada a su fin, y por tanto la causa de este orden tiene que ser alguien inteligente

–Más allá de su existencia, ¿a través de la razón se puede saber cómo es Dios?
–Creo que se puede concluir, muy razonablemente, que esta primera causa tiene todos los rasgos que solemos atribuir a Dios en el lenguaje ordinario: un ser personal, trascendente, inteligente, que tiene voluntad, que es el Creador de todas las cosas. Por ejemplo, ¿cómo sabemos que Dios es un ser personal? Una vía sencilla es basarse en la quinta vía de santo Tomás de Aquino: él muestra que en el mundo cada cosa está ordenada a su fin, y por tanto la causa de este orden tiene que ser alguien inteligente. Y eso es lo que entendemos por persona, un individuo o sustancia individual de naturaleza racional, como decía el filósofo romano Boecio.
–¿Hay algo que Dios no pueda hacer?
–Un atributo esencial de Dios que se suele predicar en el teísmo clásico es su omnipotencia; es decir, que puede crearlo todo. Ahora bien, ¿qué significa «todo»? Para santo Tomás, significa todo lo absolutamente posible; es decir, todo lo que no implica contradicción. Todo lo que no implique afirmar y negar lo mismo. Por ejemplo, un círculo cuadrado: si algo es un círculo no puede ser un cuadrado, y viceversa.
–Otro atributo habitual que se predica de Dios que es que es eterno, ¿no tiene inicio ni fin?
–Ese es el concepto de eternidad más vulgar, pero propiamente hablando no es así. Algo que no tiene inicio ni fin sería algo sempiterno; la eternidad –tal y como la formula Boecio– es la posesión total, simultánea y perfecta de una vida sin término. Es decir, una vida que se da toda simultánea, que no necesita desplegarse en una sucesión temporal, porque tiene toda su perfección en un solo acto. La temporalidad se debe a la imperfección de nuestro ser, pero Dios es perfecto fuera del tiempo. De hecho, es causa del tiempo.
Agustín Echevarría

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–Si Dios está fuera del tiempo y nosotros dentro, ¿cómo podemos saber nada de Él?
–Obviamente, nuestro conocimiento de Dios es indirecto, lo conocemos a través de sus efectos. Pero ocurre, sencillamente, que el tiempo mismo es una participación de la eternidad de Dios. Todas las cosas finitas han recibido el ser de Dios, participan de él, y por tanto también tienen una participación de la eternidad de Dios. Esto nos permite vislumbrar desde el tiempo lo que puede ser la eternidad divina.
–«Dios tiene voluntad», decía antes. ¿Cómo lo podemos saber?
–Bueno, si entendemos que todas las cosas que reciben el ser de la causa primera tienen el ser de forma contingente -es decir, que existen, pero podrían no haber existido-, eso quiere decir que quien las haya causado lo ha hecho voluntaria y libremente. Eso es lo que significan la libertad y la voluntad: poder actuar o no actuar, o actuar en un sentido u otro.

Santo Tomás habla de que Dios tiene una voluntad antecedente y una consecuente

–¿La voluntad de Dios puede cambiar?
–Propiamente hablando no, porque Dios, al ser pura actualidad y pura perfección, es absolutamente simple. Como no está compuesto, tampoco está sometido a la mutación o al cambio. Pero Dios, desde su eterno presente, sí puede conocer las realidades temporales: no las conoce sucesivamente, sino simultáneamente, pero sabe que unas suceden antes y otras, después. Eso quiere decir que Dios puede tener en cuenta las cosas que suceden en el tiempo, como -por ejemplo- nuestra oración.
–¿De qué manera?
–Dios puede tener en cuenta que nosotros rezamos para que suceda determinada cosa, y eso sucede precisamente porque Dios atiende nuestra oración. Pero eso no quiere decir que su voluntad haya cambiado, o su opinión haya cambiado, sino que desde su eterno presente Él ya ha tenido en cuenta todos los sucesos del tiempo para producir determinados efectos en otros momentos del tiempo. Santo Tomás habla de que Dios tiene una voluntad antecedente y una consecuente; es decir, que Dios quiere que sucedan algunas cosas, pero de forma condicional. Quiere que sucedan a menos que nosotros no queramos contribuir o colaborar con ellas.
Agustín Echevarría

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–Aquí entra la cuestión de la salvación. ¿Dios ya sabe de antemano quién se va a condenar?
–Dios quiere que todos los hombres se salven, pero también quiere respetar la libertad humana. Dios sería malvado si crease criaturas directamente para la condenación, pero no es así: Él crea a todas las criaturas racionales para la salvación y la bienaventuranza eterna, para compartir la eternidad con Él. Y da a todas las criaturas racionales los medios y auxilios suficientes para que, si la criatura no quiere rechazarlos, finalmente se salve. Es lo que se llama la «gracia suficiente». El problema con la pregunta es entender ese «ya sabe» como algo temporal; es incorrecto –o inexacto– decir que Dios «ya sabe» quién se va a condenar. Dios sabe en su eterno presente lo que sucede en cada instante del tiempo, y por tanto conoce como ya realizada nuestra acción libre, y también las consecuencias de esta, también como ya realizadas: la salvación, la condenación o lo que fuera.
–¿Dónde queda nuestra libertad?
–Eso no quiere decir que nosotros no seamos real y verdaderamente libres, porque Dios no ve el acto libre antes de que suceda, sino en el momento en que se produce. Al verlas, o bien Él causa, como causa primera, todo aquello que hay de bien en ellas, o permite que por un uso deficiente de nuestra libertad se produzca nuestra separación del fin último, de Él mismo en última instancia, y por tanto la condenación. Pero eso respeta perfectamente nuestra libertad. Queda intacta, en el sentido de que no le falta nada para ser una acción verdaderamente libre y responsable, con las consecuencias de misericordia y justicia que tenga que tener.
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